UNO: ¿Quién es él?

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La vida de Han Sanghyuk era tan normal que incluso llegaba a odiarla algunas veces, era hijo único, sus padres poseían una economía algo vergonzosa, vivía en una ciudad pequeña y poco ostentosa donde nada nuevo parecía ocurrir, su vecindario era tan tranquilo a causa que todas las casas a su alrededor eran de matrimonios de las edades de sus padres, y sus respectivos hijos, todos sin excepción, se habían ido a la capital o a ciudades más prometedoras a buscar algo de suerte en la vida, pero él parecía ser el único estancado ahí, viviendo aún con sus padres en una casa de material que no era la gran maravilla y que hasta hacía apenas ocho años atrás todavía era de madera con un piso de piedra, tenía una carrera formada pero era un simple empleado en una papelería, hace tres meses había cumplido los 24 años y patéticamente aún era "puro" de enfrente, de atrás, de la boca, de todos lados.

Era un sábado, las 9:24 de la noche, y se acostó en su cama, pensando una vez más en su rutinaria vida. Cuando se graduó tuvo dos trabajos temporales antes de llegar a la papelería en la que trabajaba actualmente y en la cual laboraba desde hace un año, a pesar de que llevaba trabajando en cosas pequeñas desde los quince, ningún trabajo fue duradero ni muy formal, pero siempre buscaba tener ahorros para poder cumplir el sueño de muchos, mudarse a la capital en búsqueda de estudiar lo que le apasionaba, ser exitoso en la vida... Vaya sorpresa, que nada de eso había ocurrido. Deseaba estudiar medicina, pero la universidad era costosa, muy costosa, más de lo que creyó, su madre era ama de casa y su padre era carpintero. Entre los dos, comenzaron a hacer un pequeño fondo de ahorros y pudieron hacer de su vivienda algo más decente, ya no era de madera y el piso al fin era algo fijo, algo sólido, liso, brillante, con mosaicos bonitos, nada de piedras del carajo que se encajaba todas las mañanas de su infancia al pisar descalzo.

Y eso tal vez era lo único que le hacía sentir orgulloso de su vida, tener una casa de material en la cual él apoyó a su construcción, tanto económica como en la mano de obra, recordaba sonriente las veces en que ayudó a su padre a nivelar el piso, y la vez que terminó de destruir el último cuarto de madera que quedaba entero para poder construir la cimbra de su nuevo hogar. Lo que le gustaba de su vida actual, y lo veía así porque no tenía otra opción más que ser positivo, era que podía independizarse un poco, ya que recibió el apoyo de su padre en construir además su propia habitación en el segundo piso, y era lo suficientemente grande como para adecuarlo como un departamento de soltero así que no podía quejarse de ello. Su idea era realizar toda una segunda planta de punta a punta, pero el problema en su vida siempre iba a ser el dinero por lo que solo alcanzó para construir algo regular, poner un intento de barda en el resto de la placa queriendo pensar que era una azotea bonita, y asegurar una malla de alambre que le hacía sentir como animal de zoológico cuando salía a tender la ropa... Porque sí, apenas tenían una lavadora y la ropa la tenían que secar de esa manera.

-Otro día más. –Murmuró desganado antes de quedarse dormido, idealizándose con la única satisfacción de su vida, que al día siguiente descansaba.

Al menos de la papelería.

El domingo por la mañana bajó a la casa de sus padres, tomó el desayuno con ellos y a regañadientes de su madre, subió para colgar su ropa recién lavada en el tendedero, y no porque detestara esa tarea, sino porque no le gustaba que su madre le lavara la ropa, siempre se esforzaba por hacerlo él, sentía ataques de adrenalina por culpa de su ropa interior y cada vez que manchaba con semen sus bóxer, por causas de necesidades naturales que solo su diestra conocía, le dolía en el alma tener que tirarlos porque sabía que su madre, tarde o temprano, lavaría aquellas prendas y era mejor morir a que esa mujer le viera las manchas en la ropa.

El amanecer estaba nublado, pero el pronóstico del clima aseguraba que con el paso de las horas saldría el sol y confiaba en ello, pues las nubes que tapizaban el cielo eran blancas como el algodón, sonrió brevemente al ver el cielo, sacudió uno de sus pantalones antes de tenderlo y puso algo de música en su móvil, tratando de animarse, bailando estúpidamente en ese intento de azotea que tenía. Otra de las cosas que le gustaban del lugar donde vivía era que su vecindario, además de ser tranquilo, era muy adecuado para su locura interna, podía bailar y sabía que nadie lo iba a ver, pues todas las casas a su alrededor eran de una sola planta, excepto una pero quedaba a una cuadra de distancia y quedaba junto a una calle curva que finalizaba como privada, así que el ángulo de las ventanas daba casi de lleno a su mira, aunque nunca había visto a nadie, por lo que hacía una de las pocas cosas que más disfrutaba, sentirse libre por al menos tres o cuatro minutos, inclusive, hablaba consigo mismo sobre "¿cómo estaría actualmente si hubiera ahorrado para la carrera de medicina? Seguramente, no estaría tendiendo mi ropa en este momento".

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