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—¿Cómo se siente, Will? —pregunta él de repente.

Hannibal está mirándolo con tal firmeza, que se sabe incapaz de mantener ese juego por más tiempo. Sus ojos tristes tienen que descender hasta el platillo que ha permanecido intacto durante la cena entera, preguntándose por qué jamás ha visto al propio chef degustar de sus delicias en alguno de esos encuentros nocturnos. No piensa demasiado al respecto, pero sí que se levantan las sospechas del origen de sus alucinaciones.

—Es como si te hubiese conocido mil vidas antes.

—¿Hablamos de reencarnación?

—No es una creencia que yo haya adoptado.

—Entonces, ¿qué es?

Le toma unos momentos entender que el sentimiento al que sus sueños le han arrastrado no presume un nombre. Tal vez sea un poco de miedo, mezclado con la dulzura de un aroma familiar. El aroma de Hannibal cuando se aproxima, o le acaricia con intenciones que nunca predice. El aroma de sus abrigos cuando cubre sus hombros después de un terrible episodio. Y también en los días en que ellos sólo charlan entre tragos de vino, la misma bebida que el psiquiatra bebe en ese instante.

—Siempre eres tú, moldeándome de distintas maneras cada vez.

—Pero al final es sobre nosotros.

—Comienzo a creer que sólo es sobre ti, regocijándote de mis malditas desgracias.

El anfitrión se limita a sonreír detrás de su copa al verle probar el primer bocado. No perderá el tiempo con falacias; prefiere hacerle saber las verdades, incluso si eso implica callar.




NOTA
Sólo advierto que ésta será una historia muy, muy corta.

Muchas gracias por leer.

de la carne | hannigramDonde viven las historias. Descúbrelo ahora