De vuelta a las Estrellas.

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Aquella chica se encontraba caminando por un extraño bosque, de césped ocre y árboles dorados, solitaria, pero calmada.

Era Sunshine, quién tan solo se encontraba caminando, mirando al frente con varios rasguños en el rostro al igual que en su cuerpo, uno bastante grande en su brazo, sangrando y con la ropa desgarrada.

Pero aún así, estaba calmada.

Siguió caminando hasta llegar al centro de aquel bosque, con un gran árbol dorado justo en medio , como si estuviera hecho por una pareja de enamorados para sentarse y olvidarse de los problemas.

Y en ese árbol estaba alguien sentado, una pequeña niña con un vestido blanco, piel parecida a la porcelana y cabellos rubios que le llegaban hasta el cuello, una diadema decorando estos.

— Marjorie...— Murmuró, una sonrisa apareciendo en sus labios mientras se acercaba a aquella niña.

En cuanto llegó, se sentó a su lado, recargando la cabeza en el tronco del árbol.

La niña solo miraba al pasto, mientras pronunciaba unas palabras.

— Recuerdo este lugar...siempre soñaba con el cada vez que dormía...soñaba...que mi papá y yo nos quedabamos sentados aquí...— Dijo suavemente, Sunshine cerrando los ojos y dedicándose a escuchar.

— Siempre que soñaba eso...mis ganas de ver a papá aumentaban...mi sueño era volver a verlo...— De repente, la expresión de Marjorie cambio a una de enfado o frustración.

— P-Pero entonces...m-mi maldita hermana me encerró en esa estúpida muñeca...¡¡y-y ńûńçæ vœlvį ą vêrlø!! — Los ojos de Marjorie brillaron un poco por su enfado, pero inmediatamente se calmó, sollozando.

— ...Y-Yo...solo quiero volver con papá...— Dijo, lágrimas cayendo por sus mejillas.

— ...Lo siento, pero...papá ya no está aquí...— Le dijo Sunshine con pena en sus ojos, tomando la mano de la niña al ver su tristeza.

— Pero...si duermes...volverás con papá...y está vez ya no será un sueño...—  Le dijo, sonriendo.

— ...No tienes que mentirme...ya sé que moriré...y descansaré para siempre con papá...— Dijo Marjorie, secando sus lágrimas y suspirando.

— ...Al menos...este es un bonito lugar para descansar...— Le dijo, mientras la niña tan solo la miraba con una pequeña sonrisa en el rostro.

Marjorie se acomodó junto a Sunshine, recargando su cabeza contra su cuerpo y, después de un suspiro relajado, se quedó dormida junto a ella.

Sunshine acarició su cabeza suavemente, mientras el cuerpo de Marjorie empezaba a volverse polvo de estrella, el aire llevándose aquel polvo hacia el cielo mientras Sunshine tan solo miraba aquel polvo brillante, lágrimas bajando por sus mejillas.

— Adiós, Marjorie...— Fueron sus palabras antes de que el cuerpo de Marjorie se volviera polvo por completo, desapareciendo para siempre del Paraíso.

Las lágrimas de Sunshine seguían cayendo, mientras cerraba sus ojos y se quedaba lentamente dormida, para volver a su mundo real.

— ¡Sunshine! — Esa fue la primera cosa que escucho al despertar, observando el rostro de su amada Escritora y sintiendo las manos frías de esta en sus mejillas.

— M-Mary...— En cuanto Sunshine habló, Mary la abrazó con fuerza, rompiendo en llanto.

Sunshine correspondió al abrazo con dificultad por sus heridas, mientras miraba a la muñeca que estaba detrás de ellas.

La muñeca que una vez sirvió de refugio para Marjorie, rota e inservible.

...

La pequeña Marjorie se encontraba caminando en donde parecía no haber camino, tan solo en un espacio lleno de estrellas, constelaciones y cometas, maravillada ante ese espectáculo espacial.

Conforme caminaba, se encontró con otras personas, otras deidades antiguas que acabaron con su tiempo en el paraíso y ahora se dedican a descansar.

Aquel lugar lleno de deidades tan solo estaba conformado por nubes que servían de asiento o cama para las deidades, mientras estás conversaban y creaban objetos e incluso hogares y edificios a su gusto.

Era como una nueva vida para las deidades.

Marjorie seguía caminando con tranquilidad, hacia una dirección fija, buscando a alguien en concreto.

Ese alguien se encontraba al final de ese paraíso de estrellas, sentado en una orilla invisible con la mirada baja, deprimida.

La chica lo reconoció por su larga túnica, sus ojos brillando y corriendo hacia el, con una sonrisa esperanzada en sus labios.

— ¡Papá! — Le grito, llamando su atención y volteando en su dirección, los ojos de aquel dios recuperando su brillo al verla.

— M-Marjorie...— El Dios se levantó, sus ojos soltando lágrimas que parecían ser la mismísima galaxia, agachándose y "alzando" sus cuatro manos para recibirla con un abrazo.

Marjorie salto hacia el, abrazándolo con fuerza y sintiendo las manos suaves de su padre acariciar su espalda, ambos riendo mientras lágrimas de felicidad y amor invadiendo sus ojos.

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