🎲 Parte 2 🎲

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"Vaya que soy idiota", pensó King Dice parado con un atuendo casual, los nervios carcomiéndolo por dentro y una rosa en mano "le llevo una flor a un florista". Se golpeó el rostro.

King Dice parecía un primerizo, pero no, era todo un galán en la seducción. Sin embargo, ahí estaba, en medio de la isla aguardando por el muchacho que lo hacía temblar. Alguien nubló su vista de la nada, pensó que era un enemigo. Pero al apartarlas por la fuerza notó que era Cagney.

-Lo lamento, ¿te asusté?

Genial. Apenas se habían visto y ya lo había arruinado.

-No, no.

-¿Qué llevas ahí?- preguntó curioso.

King Dice se sonrojó "la rosa". No tenía el volor para dársela, así que la ocultó tras de sí.

-Llegaremos tarde, vámonos.

Cagney estaba confundido por su comportamiento, mas no objetó y caminó en silencio a su lado. Mientras King Dice dejaba la flor en medio de la calle.

King Dice ya conocía bien a Cagney. Sabía las cosas que le gustaban. Fueron al teatro, después caminaron por la isla en medio de la oscuridad mientras los llameantes fuegos artificiales provenientes de la feria inundaban de expectación los ojos de Cagney y el tren fantasma que pasaba, recorría el lienzo nocturno.

Aquella cita era uno de los mejores momentos para King Dice, pero en el fonodo sabía que suponía un gran problema. Porque si lo veían caminando con otra persona tan amenamente como nunca lo había hecho con alguien más, atraería la atención de las personas, y sobre todo la de sus enemigos. O peor aún... la de Devil.

Subieron a la rueda de la fortuna y en la cima, Cagney miró la isla de noche.

-Es hermosa- susurró para sí.

-Realmente lo eres... ¡ES!- gritó.

Cagney rió- Te lo agradezco mucho, Dice. Nadie, desde mi llegada a la isla ha sido tan amable conmigo como tú. Debes ser el hombre más bueno del lugar- lo tomó del hombro.

King Dice sintió que perdía el aliento, pero colocó sus pies en la tierra al oír lo último. Él era el peor hombre de la isla, había asesinado a muchas personas fríamente.

-Sí- desvió la mirada nervioso- Eh, no soy el hombre más bueno de la isla. - Cagney quedó confundido- la verdad hice todas esas cosas porque tú... Bueno. Me gustas.

En ningún momento de su vida había estado más nervioso que en ese, pero aún así seguía poseyendo una dignidad y un dominio de su cuerpo que lo ponían a salvo de la humillación. Pero eso se esfumaba mientras más aguardaba en silencio por una respuesta.

Sin embargo esta nunca llegó.

King Dice cerró sus ojos con fuerza intentando no pensar en lo peor, pero su mente le jugaba malas bromas "Vamos, dime que me odias".

Y en lugar de sentir un golpe y un enorme dolor en su corazón, sintió cierta tibiesa posarse en su mejilla y su rostro ardiendo. Abrió sus ojos y perdió la capacidad de hablar cuando notó que Cagney estaba besando su mejilla.

King Dice se separó lentamente y mirando los ojos de Cagney, grave error, porque al ver aquellas llameantes perlas, vio sus almas ardiendo, amándose, sintió un calor inmenso, felicidad y deseo. Fue entonces cuando King Dice se prometió protegerlo, porque lo amaba como nunca lo había hecho. Permanecieron unos minutos en silencio, sólo mirándose, hasta que Cagney volvió a acercarse como un tigre a sus labios.

Las palabras habían sobrado aquella noche.

Se despidieron, haciéndose miles de promesas de amor ante la luna y cada uno tomó su respectivo camino.

Y después de ello, King Dice iba a visitarlo sin excusa todos los días a su florería. Se quedaba hasta tarde, comían y algunas veces hacían el amor. Por primera King Dice creyó que la vida lo estaba dejando disfrutar del milagro amoroso, todo estaba tan tranquilo; y mientras se vestían hablaban sobre qué otra cosa podrían hacer.

Pero el estar juntos lo resolvía casi todo.

En realidad, lo resuelve todo
porque mientras esas cosas están resueltas en la historia de dos personas que se aman es diferente para cada uno  mejor y peor para cada uno.

Reflexionando una noche sobre los brazos de su amado, King Dice cayó en cuenta de que eso era lo que le había estado faltando desde hace mucho tiempo: una razón para vivir. Porque proteger a Cagney y amarlo lo era todo. Por primera vez se sentía vivo. Porque no sirve de nada estar vivo sin una razón por la cual existir. Y King Dice había estado buscando consuelo en su trabajo, en la muerte, en la sangre. Pero finalmente experimentaba algo más puro y fuerte que una simple atracción a matar. Se había enanorado y entregado en cuerpo y alma a ello. Al amor que Cagney le daba cuando iba a su florería en la madrugada. Cuando ambos cuerpos jadeantes y sudorosos se miraban en silencio en la oscuridad y se decían todo. El amor que le daba Cagney cuando compartían una parte de su vida.

Sin embargo, a pesar de todos los intentos que se hicieran, había criaturas que no habían nacido para amar. A Devil le enfurecía la idea de perder la atencióm de su mano derecha de su trabajo; odiaba cuando al marcar su teléfono éste le contestaba acelerado o muy ameno; odiaba los aires de felicidad que se le notaban cuando se desplazaba por los pasillos del casino. Simplemente creía que ya no podía confiar en él. Se había vuelto inútil y peligroso, porque no era bueno que la persona que habías educado sin esperanzas más que las de servirte se encontrara con otras sensaciones y se volcara contra tí. Debía eliminarlo antes de que fuera tarde.

CagneyX... Mini-fanficsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora