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-Hijo, ¿qué te está pasando?
-¿De qué hablas?
-Te veo algo desanimado.
-No quiero hablar de eso, abuelo.- Mugman suspiró y escondió su rostro con su almohada.
-Mira, tus grietas al fin están sanando. ¿No te alegra?
-No.
Su abuelo lo miró con preocupación y se sentó en la cama.
-¿Qué tienes? Puedes contarle a esta vieja tetera.
-Abuelo, ¿alguna vez te has enamorado?- levantó la cara de la almohada mirándolo.
-Claro que sí, tu abuela era muy herm...
-¿De un hombre?
-Eh... No.
-No podrías entenderme.- volvió a restregar su cara contra la almohada.
Elder Kettle suspiró y acarició la tierna espalda de su nieto.
-Mugman. Levántate.
Con pesadumbre, la taza se sentó en la cama, mirando al suelo.
-Cierra los ojos, olvida lo que ves. Y piensa en la persona que más quieres.
El menor obedeció y al instante, la imagen de Cagney pasó por su mente. Su abuelo le puso su mano en el corazón, obligándolo a sentir cómo latía con lentitud.
-Ahora, dime ¿qué sientes?
-M-Mi corazón.
-¿Lo ves? No importa cómo se vea el amor, lo importante es cómo se sienta. Mientras encuentres a alguien que te de valor y calidéz, sabrás que estás enamorado. Ahora dime, ¿qué pasó entre tú y Cagney?
-Yo- sus ojos se humedecieron al instante, intentaba esconder sus lágrimas, pero se desbordaban rápidamente por sus mejillas- he sido muy malo con Cagney. Yo fui el egoísta. Le llamé monstruo.
El abuelo lo escuchó atentamemte mientras le daba palmaditas en su espalda.
-No puedes estar triste, estas cosas no duran para siempre.
-Pero... Cagney va a morir y yo lo alejé de mí. ¿Qué debo hacer? Problabemente ya no quiera ni verme.
