Él no lloraba.
Tuvo el tiempo suficiente para aprender que no sacaría nada si se dedicaba a ahogar sus penas en lágrimas. Vivir de la manera en la cual él lo hacía no era satisfactorio, siempre precavido de que Rhaast no se apoderara de su cuerpo y se dedicara a ser solo el espectador de una futura catástrofe.
Arregló sus mechones, le gustaba llevarlo largo aunque tuviera demasiado trabajo cuidando de él. Debía ser la tercera vez en la semana que se encontraba en el consultorio de su terapeuta, esperando que el problema que al parecer no tenía solución pudiera ser resuelto algún día.
Así, era su sesión semanal aun cuando tuvo tres incidentes en siete días. No supo cual era el detonante de tal desfavorable progreso en su tratamiento y la terapeuta tampoco parecía estar contenta con los resultados positivos siento destruidos. La situación no mejoraba.
—¿Qué sucedió, Kayn?
—No lo sé —respondió. Su colegio estaba lleno de estúpidos que tenían un comportamiento insoportable, era obvio que pasar en un lugar tan detestable lo convertía en una bomba de tiempo. Y ni él ni Rhaast tenían un carácter comprensivo y paciente. La diferencia era que su otra personalidad era un sociopata que no tenía límite alguno e hizo que una vez estuviera cerca de acabar en un reformatorio para chicos problema toda su adolescencia.
—¿Has hablado con él últimamente?
Respondió como algo habitual, esperando que el tiempo pasara con rapidez. Las cosas con Rhaast no iban bien. Cuando era niño, se presentó como una voz amiga, con consejos y algunas travesuras por las cuales tuvo regaños y castigos, pero nada insoportable, hasta que llegó una época en la cual se volvió despiadado.
Una vez que acabó la sesión, se retiró luego de agradecer. Pagar ese tipo de terapia era un dolor de cabeza, siempre absteniéndose de gastar el dinero de manera imprudente y trabajando mucho, puesto que sin padres o algún familiar que lo apoyara era imposible para él.
En realidad, Kayn no creía que su problema pudiera ser curado. Las esperanzas se habían desvanecido con el tiempo, tenía pocos motivos para seguir insistiendo en aquello pese a vivir su vida con relativa normalidad tras la aparición de Rhaast.
Vio a un paciente caminar, un joven que salía de un consultorio próximo al de su terapeuta y vio de reojo el rastro de cabellos blancos en la puerta, deteniéndose durante unos segundos para observarlo con hojas en mano y semblante serio.
Ese hombre fue quien le dio razones de su conducta, quien lo ayudó a entender tanto a otros como a él mismo lo que sucedía en su cabeza. Zed. Ese nombre se grabó en su memoria desde el momento en el que se conocieron. Fue su primer terapeuta, con quien tuvo las primeras sesiones e incluso llegó a conocer a Rhaast cuando decidió salir un par de ocasiones en su niñez.
Zed lo había sanado, y trajo alivio a su vida durante un largo periodo. Eso hasta que notó que su segunda personalidad era más hostil. Cuando entró a la adolescencia comenzó a sentir aquello, el inminente despertar de sus emociones y deseos. El afecto se fue transformando en algo más profundo y Rhaast por algún motivo lo detestaba. Sentimientos que iban creciendo por separado de forma exponencial.
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Compass [ZedxKayn]
Fanfiction[AU] La inestabilidad de su mente creó una segunda voz que nunca lo dejaba solo. Después de haber crecido en una vida llena de conflictos, Shieda Kayn decide que es hora de buscar el motivo de haberse fragmentado. ☪Fanfic de League of Legends ☪Parej...