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❛ I n   t h e   s a m e   b e d ❜

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Él no vendrá a comer, él no vendrá a comer.
Los negocios se lo impedirán.
Y ella comprenderá, ella comprenderá
porque sólo existe para él.

【 ☾ 】


  Kim Hoseok observó por cuarta vez en reloj de la pared, preocupado. Ya eran las once con cincuenta y cuatro minutos, y no había ni un solo rastro de Seokjin. Mordisqueó su labio inconscientemente, cientos de inquietudes inundando su inocente corazón. ¿Y si había tenido un accidente, o algún problema? ¿Por qué tardaba tanto? ¿Serían temas de la empresa o...? No, se dijo, las malas noticias viajan rápido y sabía que su esposo tenía muchísimo trabajo en la empresa, no era raro de su parte el tardar más de lo normal. Alisó el mantel en un gesto de nerviosismo, y miró la cena que ya se había enfriado, haciendo un puchero. Se había esforzado en cocinar algo que sabía le gustaba a su esposo, pero dudaba que fuese a cenar tan tarde...

  Pasó saliva, y sopesó la idea de llamarlo, para luego descartarla. Tal vez estaba en alguna reunión importante o... No, claro que no. En un horario como este era poco probable que su esposo estuviese teniendo alguna reunión o algo por el estilo. ¿Entonces por qué...?

  Se sobresaltó al escuchar la puerta principal abrirse, y sonrió con alivio al reconocer los largos pasos del mayor. Seokjin estaba en casa. Frotó sus palmas contra su sweater café, y se dirigió a la sala, donde divisó la ancha espalda del azabache. Al instante, lo abrazó por detrás, hundiendo su rostro entre los omóplatos del mayor, disfrutando de la agradable temperatura que se colaba por entre sus ropas.

  — Tardaste mucho... — comentó contra su camisa, sin separarse.

  — Lo siento, Hoseokie. Estaba trabajando, ya sabes. Los negocios no son fáciles. —explicó Seokjin mientras soltaba el nudo de su corbata, para luego voltearse y besar su frente cortamente. El menor asintió, su corazón contento de ver al hombre que amaba por fin en casa, junto a él.

  — Desde que te ascendieron a gerente apenas si te veo... — comentó con voz tristona, haciendo un puchero.

  La verdad sea dicha, desde que el pelinegro había sido ascendido a su puesto de gerente general de una de las empresas de corretaje de propiedades más importantes en la ciudad de Seúl, Seokjin apenas si estaba en casa. No es que Hoseok no estuviese orgulloso de él, se le hinchaba el pecho de orgullo al saber que su amado Jinnie era alguien tan importante y que había logrado llegar tan lejos, pero...

  — Tú sabes que mi puesto es importante, Hoseok.— dijo llanamente el mayor, para dirigirse a la cocina, seguido por el más bajo— No planeo dejarlo de lado, y éstos son mis horarios. No hay nada que hacer.

  Hoseok suspiró, abrazándose a sí mismo— Lo sé, pero... te extraño. Y Jimin también, ambos te extrañamos muchísimo.

  Jimin era su pequeño hijo, el cual apenas llegaba a los seis años de edad. Lo habían adoptado cuando tenía apenas cuatro años y medio, y era una de las muchas muestras de amor entre Seokjin y el castaño. Hoseok sintió su corazón apretarse al recordar la mirada desolada que le había dirigido el pequeño pelinegro al saber que hoy tampoco vería a su padre. Jimin extrañaba a Seokjin lo mismo o incluso más que él, pensó Hoseok, y el no verlo sólo alimentaba sus inseguridades, ya que temía que sus padres fuesen a desaparecer del mismo modo en que sus padres biológicos lo habían hecho.

he ;; 2seok Donde viven las historias. Descúbrelo ahora