¡Adiós, Maximus!

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Fabrizzio estaba en Fontainebleau de vacaciones, necesitaba aislarse unos días del circo, pero al mismo tiempo aprovecharía la ocasión para buscar un nuevo domador, así que buscó una oficina de imprenta para mandar a elaborar panfletos donde solicitaba el artista para su espectáculo, señalando también la dirección del hotel donde se hospedaba para que los aspirantes pudieran encontrarlo. 

 Los espectáculos de La Fantaisie eran muy conocidos y apreciados en Europa, y no faltaban los artistas que quisieran formar parte del equipo, por lo tanto, un buen número de supuestos domadores acudió al llamado de Fabrittzio, razón por la cual él tuvo que prescindir de los relajantes paseos por la ciudad, para dedicarse por completo a entrevistar a los candidatos, pues con lo exigente que era, no iba a contratar a cualquiera, sino al más capacitado.


Una mañana, cuando se disponía a ir al restaurante del hotel para tomar el desayuno, vio a un joven que estaba preguntando por él en la recepción, de inmediato se acercó para presentarse y además preguntarle si lo buscaba por causa del anuncio, el muchacho contestó afirmativamente, por lo tanto Fabrizzio lo invitó a desayunar. 

Patrick Leblanc era un muchacho apuesto pese a su baja estatura, tenía el cabello negro, piel blanca, casi pálida y unos ojos verdes que reflejaban un alma melancólica. Tenía cierto aire bohemio y taciturno que difería bastante de los demás cirqueros quienes por lo general lucían desenfadados. 

A medida que Fabrizzio bebía su café, Patrick le hablaba de su experiencia laboral, mostrándole incluso pruebas de sus palabras, como fotografías y duplicados de contratos que demostraban que había trabajado como domador de diversos animales en circos casi tan famosos como La Fantaisie.

—Y no solo trabajo con felinos, señor —expresó el muchacho—, también con osos, cebras y camellos, además puedo llevar a cabo números de equilibrismo y malabarismo sobre caballos.

—¡Vaya! y ¿cómo haces eso? —quiso saber Fabrizzio.

—Es sencillo —comenzó a explicar Patrick—, monto un caballo de la manera tradicional, luego me pongo de pie sobre su lomo y comienzo a hacer volteretas mientras él va a todo galope. También hago malabares con clavas, pelotas, cuchillos, cuchillos con fuego, o lo que sea.

Fabrizzio lo escuchó atento, recostado en el respaldar de su silla con el brazo izquierdo cruzado sobre su estómago, sirviendo de soporte al derecho, mientras que con la otra mano se acariciaba la barbilla, asintiendo con la cabeza. Siempre le habían encantado los artistas polifacéticos para su espectáculo, sin embargo aún necesitaba más información acerca del trabajo del muchacho con los leones, que era lo que más le interesaba.

—Excelente, Patrick, pero necesito saber cual es tu rutina con los leones.

El joven percibió interés en Fabrizzio y se alegró, aunque no lo demostró. Acercó su silla un poco más a la mesa y comenzó a explicar su rutina:

—Comienzo presentándole mis animales al público, hago que conozcan sus nombres hablándoles luego de la forma de actuar de cada uno, posteriormente exhorto a las fieras a saltar a través de aros de fuego y a que bailen al son de la música de la banda, después monto sobre sus lomos como si fuesen caballos, simulo dispararles para que se hagan los muertos, ¡ah! eso sorprende mucho a la gente, y por último les ordeno que se retiren a sus jaulas.

—Me parece bastante interesante —opinó Fabrizzio con sinceridad—, sin embargo tienes que tomar en cuenta que mis leones no te conocen en absoluto, por lo tanto deberás empezar desde cero con ellos, y eso podría resultar algo peligroso.

Detrás del Telón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora