Chantaje

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Bernardette y Jack terminaron de ensayar. Él se sentía orgulloso, pensaba que su número sería todo un éxito ese fin de semana, ella en cambio se sentía más frustrada que nunca. Desde el incidente de Maximus odiaba a ese crápula altanero con ínfulas de realeza, pues, si bien fue Fabrizzio quien le disparó al pobre animal, había sido por causa de Jack, por la testarudez e imprudencia de él.

Jack no podía entender como sus encantos lograban cautivar a todas las muchachas menos a Bernardette, ella era demasiado hermética e inmutable, lo trataba con desdén tal como él trataba a los gitanos, pero mientras más hostil era la actitud de la chica, más hermosa le parecía, quizás porque amaba los retos y en tanto comprendía que no podía tenerla, más se obsesionaba con ella.


Al cabo de varios días, llegó el esperado estreno del nuevo número de los elefantes. Como ya era costumbre, las gradas estaban repletas, la banda tocaba alegremente y Gastón lucía sus mejores galas para anunciar uno de los números previos al de los elefantes. Se trataba de un extraordinario joven llamado Faustin Noel o «El Hombre de Fuego» que era su nombre artístico. El muchacho siempre dejaba a todos perplejos con su actuación.

En ese momento, Faustin agarró una vara de unos cuarenta centímetros de longitud, la cual estaba cubierta en la punta con algodón y una tela impregnada con algún líquido inflamable, luego le acercó un fósforo encendido e inmediatamente la punta de la vara se incendió. Él tomó una bocanada de la sustancia inflamable pero no la tragó, la conservó en la boca para posteriormente escupirla sobre la vara encendida, lo que creó una inmensa llamarada y la ilusión de que escupía fuego como un dragón. A continuación realizó la hazaña que más sorprendía a la audiencia. Sostuvo de nuevo la vara (todavía encendida) y la puso con delicadeza sobre su lengua donde quedó, para sorpresa de toda la audiencia, una pequeña llama que él mostró con orgullo. 


Bernardette terminaba de arreglarse, retocándose el maquillaje cuando escuchó la odiosa voz de Jack afuera de su carpa...

—¡Aquí me tienes, francesita! —exclamó—, es nuestro turno. 

Ella inmediatamente corrió los doseles para salir y lo miró de arriba hacia abajo, contemplando su atuendo.

—Lo sé, me veo genial igual que tú —dijo ofreciéndole la mano para acompañarla hasta el telón, pero ella lo rechazó con aspereza.

—Puedo ir yo sola, Jack.

—¡Ya deja de fingir, Berni! Yo sé que te mueres por realizar este número a mi lado.

Una vez más la había hecho molestar con los comentarios. Ella deseaba que el número terminara pronto para no tener que permanecer ni un minuto más junto a él, al menos por ese día, sin saber que se equivocaba. Jack tenía un brillo astuto en la mirada y una impaciencia que no precisamente se debía a la emoción por el show, sino a un plan que tenía fraguado de antemano.

Ella no respondió al comentario, permaneció en silencio, con el ceño fruncido hasta que llegaron a la parte posterior del telón, donde se encontraban ya los cuatro elefantes africanos que usarían para el espectáculo: Napoleón, Dalila, Espanto y Princesa.

Jack y Bernardette aguardaron su turno mientras en el escenario estaba Rasputín, un faquir enano, supuestamente ruso, que en realidad era francés. El hombre no hablaba con el público porque «no estaba identificado con el idioma», y de esta manera sostenía la mentira acerca de su nacionalidad. Prefería mentir para aumentar su popularidad porque según él, como extranjero lograría más aplausos, pero la verdad era que su puesta en escena causaba revuelo en el público por su calidad y no por el origen del artista.

Detrás del Telón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora