El nuevo domador

68 11 10
                                    



En los días siguientes, Patrick se encargó muy bien de conocer a los leones y de entrenarlos con su método. Así poco a poco, fue ganando su confianza, pero este joven misterioso no parecía interesado en conocer a los demás integrantes del circo, es decir, solo les hablaba si ellos lo hacían, por lo tanto todos pensaban que era como el vampiro, inclusive muchos lo vieron charlando en reiteradas ocasiones con él, así que llegaron a la conclusión de que quizás el joven sería igual de despreciable y malhumorado. No obstante, el vampiro y el muchacho solo conversaban acerca de los leones, cuales eran sus nombres, sus gustos y cosas por el estilo, luego de eso no se veían más.

Desde el momento en que llegó a París, Patrick solo parecía tener confianza en D'Artagnan y sus hermanos, tal vez porque habían sido amigos de infancia.

Jack, por su parte, con el pasar del tiempo se recuperó por completo. Varios días antes le habían retirado los vendajes y tal como lo vaticinaron Marcel y el doctor Valois, al muchacho no le quedaron cicatrices, razón por la cual volvió a sus andanzas enamorando a artistas de La Fantaisie, a jovencitas del público que visitaban el circo, o a divertirse con las bailarinas del pintoresco cabaret Moulin Rouge.

El único vestigio que le quedó del incidente fue una fobia a las fieras, especialmente a los leones, tanto así que no podía siquiera pasar cerca de las jaulas. No obstante, a pesar de haber aprendido a ser más precavido con los animales, con las personas continuaba siendo el mismo petulante de siempre.

Un día estaba caminando por los alrededores del circo cuando se topó de frente con Esmeralda y la saludó besándole la mano, como solía hacerlo con casi todas las damas. Ella frunció el ceño, extrañada pues él no acostumbraba a tratar de esa manera tan galante a las gitanas, es decir, de los gitanos nada más le agradaba su música que solo bailaba cuando estaba ebrio o cuando creía que nadie lo observaba, del resto le desagradaba su manera de vestir y sobre todo de hablar, siempre usando palabras de un extraño léxico que él no conocía, en fin, consideraba a los gitanos seres inferiores al resto de la raza humana. Sin embargo, él no rechazaba ni a Renzo ni a Luna ya que conocía su verdadero origen, y ellos por el contrario no soportaban su presencia.

Esmeralda continuó con la mirada inquisidora, y sin esperar demasiado decidió indagar acerca de la actitud tan extraña que él acababa de tomar con ella.

—¿Qué quieres exactamente? ¿Qué podría estar buscando un payo como tú en el área de los gitanos?

—¿Un qué? —preguntó él un poco contrariado.

—Un payo, significa una persona que no es gitana —explicó la muchacha.

Él asintió y con mucha dificultad comenzó a formular la pregunta.

—¿Podrías leer?.. Bueno, yo me preguntaba si... tú querrías, quizá...

—Leerte la mano, ¿no es así? —tanteó Esmeralda, esbozando una sonrisa sarcástica.

Él sonrió también.

—¿Puedes?

Ella lo tomó por la muñeca y lo condujo hacía una carpa que era utilizada específicamente para las predicciones que le hacían los gitanos a los visitantes del circo. Era muy colorida por fuera y el interior estaba decorado con varias estrellas y lunas pintadas en la tela. En el centro de la misma yacía una mesita sobre la cual se encontraba una bola de cristal y un manojo de cartas de tarot. 

Los muchachos se sentaron uno frente al otro y posteriormente la gitana tomó la mano derecha de Jack y le pidió que se relajara, él le obedeció y la miró con interés. 

Detrás del Telón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora