En medio de la niebla, un barco aparecía. En la cubierta dos niñas de unos 10 años, la niña que se encontraba a la derecha llevaba un vestido de color gris violáceo, sus rizos castaños estaban semi recogidos y cantaban una canción mientras sus ojos marrones miraba fijamente el mar. La niña de la izquierda llevaba un vestido blanco y sus cabellos negros estaban totalmente sueltos, al contrario que su hermana sus ojos azules no observaban el mar si no que estaban posados sobre su hermana. Las dos niñas no notaron que un hombre mayor se acercó a ambas hasta que les colocó una mano en el hombro a cada una. Rápidamente las hermanas se giraron sobresaltadas.
-Callad señorita, barcos piratas navegan por estas aguas. La niña del vestido grisáceo se quedó mirando al hombre. – No querréis que nos ataquen. Aquel hombre dirigió su mirada por todo el mar que tenía delante de él.
-Señor Gibbs es suficiente. Un hombre más joven que el mencionado, vestido de forma elegante hizo acto de presencia.
-Cantaba una canción de piratas bajo esta niebla tan poco habitual. Gibbs se dirigió al recién llegado, dejando a las dos hermanas, que observaban la escena. –Tened en cuenta mis palabras.
-Las tendré presente. El joven miró al señor Gibbs y continuó. –A vuestro puesto.
-Si señor. Este caminó hasta su puesto. –También es de mal fario llevar mujeres a bordo, aunque sean en miniatura. Masculló.
La pequeña niña de vestido blanco miró al joven.
-Creo que sería muy interesante conocer a un pirata. Dicho esa frase, los ojos de ambas hermanas coincidieron.
El hombre con una sonrisa en su boca le contestó.
-Recapacitad mi lady, la mayoría son criaturas infames y detestables. Cualquier hombre que navegue con una bandera pirata o lleva una barca de pirata obtiene lo que se merece. Mientras hablaba, camina hacia donde se situaban las pequeñas y miraba de frente al mar. –Una caída breve y una parada en seco. Dicho esto sonrió de nuevo a ambas.
Las pequeñas miraron al señor Gibbs que hacía el gesto de un hombre colgado en la horca. Ambas se miraron asustadas.
El hombre que se encontraba parado detrás habló por primera vez.
-Teniente Norrington os agradezco vuestro fervor, pero veréis me preocupa la influencia que este tema pueda ejercer sobre mis hijas. Miró a su acompañante que le miró con una cara de disculpa.
-Disculpad Gobernador Swann. Dicho esto procedió a retirarse, mientras el padre de las jóvenes se ponía en medio.
-A mí me parece un tema fascinante. Esta vez volvió a hablar la niña de ojos marrones.
El padre miró preocupado a ambas.
-Eso es justo lo que me preocupa. Después de observar a sus dos hijas, también se retiró, dejando a las dos niñas solas.
Las dos hermanas vieron a su padre ir hacia el otro lado del barco, pero enseguida devolvieron su vista al mar, donde vieron una sombrilla deslizándose por él. Siguieron con la mirada la extraña sombrillas, hasta que giraron su cabeza y vieron un niño subido a un trozo de madera inconsciente.
-¡Mirad, un niño!, ¡Hay un niño en el agua! . Fue la hermana de cabellos recogidos la que gritó, mientras que la otra miraba preocupada en dirección al niño.
-¡Un hombre a la deriva! . Se empezaron a oír gritos por todo el barco, mientras los tripulantes intentaban subir al pequeño a bordo. ¡ Cojan las maromas, traigan un garfio, súbanle a bordo!. El teniente Norrington era el que estaba dando todas aquellas órdenes.
Las dos jóvenes se acercaron a ver como estaba aquel chico, cuando un hombre lo subía a bordo en sus brazos.
-Aún respira. Confirmó aliviado el teniente.
-Santa María Madre de Dios. Gibbs se encontraba colgado de una de las cuerdas mientras miraba al frente.
Todos rápidamente fueron a ver que era lo que ocurría y cuando vieron el paisaje se quedaron helados. Un barco en llamas y a medio hundir se hallaba delante de ellos.
-¿Qué habrá ocurrido?. Preguntó el Gobernador.
-Habrá explotado la Santa María, viajaba con un cargamento de armas. Mientras contestaba el teniente mantenía su mirada fija en aquel estremecedor paisaje.
-Pues no les han servido de mucho. Gibbs volvió a hablar. –Es lo que todos piensan, yo me limito a decirlo, piratas. Dijo muy convencido de ello.
El Gobernador se rió brevemente.
-No hay ninguna prueba de eso. Miró de forma desconfiada al señor Gibbs. – Se tratará de un accidente.
–Despertad al capitán. Anunció el teniente. –Arríen los botes.
Las dos jóvenes se acercaron a aquel chico mientras la tripulación hacía lo mandado por el teniente.
-Elizabeth, Valerie, quiero que acompañéis al chico. El padre de ambas se dirigió a ellas mientras observaba como colocaban al joven en otro lugar. –Estará a vuestro cargo, ocupaos de él. Las niñas asintieron y fueron con el chico mientras el padre tenía una expresión de preocupación en su rostro.
Mientras los botes bajaban en busca de un superviviente, las dos hermanas contemplaban al chico, el cuál se despertó de forma agitada y las miró a ambas asustado, mientras cogía la mano de Elizabeth.
-No pasa nada, me llamo Elizabeth Swann y esta es mi hermana Valerie Swann. La castaña hizo las presentaciones mientras su hermana observaba curiosa al chico.
-Will Turner. Respondió el pequeño
-Nosotras cuidaremos de ti Will. Se apresuró a decir Valerie, mientras ambas le sonreían para poder tranquilizarle, después de eso Will volvió a desmayarse.
Los ojos de Elizabeth corrieron a un colgante que tenía el chico y lo cogió. Era una moneda dorada con el símbolo de una calavera pirata.
-Es un pirata. Valerie susurró aquello para que solo ella y su hermana pudieran escucharlo.
El teniente Norrington miró a ambas hermanas.
-¿Ha dicho algo?.
Al escuchar esas palabras, ambas se dieron la vuelta y Elizabeth escondió aquella moneda.
-Que se llama Will Turner. Respondió Elizabeth.
-Llevadlo abajo. Ordenó a dos hombres que se encontraba detrás de él.
Cuando se llevaron a Will bajo, tanto Valerie como Elizabeth volvieron a su antiguo lugar. Elizabeth sacó la moneda y ambas la observaron fijándose en cada detalle. Cuando la chica levantó la moneda, los ojos de ambas se fijaron en un barco completamente negro que llevaba una bandera pirata.
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Piratas del Caribe: La maldición de la Perla Negra.
FanfictionElizabeth y Valerie Swann, hijas del Gobernador de Port Royal, amaban las historias de piratas, esos hombres que saqueaban ,buscaban tesoros y dedicaban su vida a la mar. Lo que ellas no sabían, es que gracias a la moneda de aquel niño que habían en...