Capítulo 1: Sólo una chica solitaria menos

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Hoy era uno de esos días que no tenía en absoluto algo especial, esa chispa que te hace querer despertar y enfrentar el mundo.

No estaba triste pero me sentía agobiada y bastante cansada de la rutina y debía levantarme e ir al instituto y ni tonta me saltaría las clases porque estaba ansiosa por ver a Lucas que me estaría esperando como siempre con un ramo de lilas; mis favoritas; y obviamente por la cuestión del aprendizaje. Tenía el novio tierno y detallista con él que toda chica de mi edad sueña.

Ensimismada en mis pensamientos, intentando apresurarme bajé a trompicones la escalera y tropecé con una caja, la abrí inmediatamente y contenía un sobre y unas llaves.

Extraje del sobre una pequeña nota que efectivamente era lo que menos necesitaba; mi madre me indicaba :

Hija hoy debes ir a recoger mi traje púrpura de la tintorería y llevar a tu hermano a casa de Charlie. Entregále las llaves del Audi a Elián. Que tengas un buen día mi pequeña

Mamá.

Sería un largo día y me estaba atrasando así que fui al baño y me duché rápidamente, peiné mi larga cabellera rebelde ante mis trenzas que me daban un aspecto infantil y me vestí con unos jeans y una camiseta azul y tomé el bolso con los libros, típicamente.

Me dirigí hacia la calle y ya se encontraba recostado por un árbol mi querido hermano Elián y le tendí las llaves del coche, lo saludé y comenté las indicaciones de mamá.

En el camino hablamos de cosas como la fiesta a la que iríamos está noche, razón por la qué tomamos prestado el automóvil y también le supliqué que después de clases me ayudará con la limpieza; tenía mucho que hacer mas de lo que dictaba en la pequeña nota y entre otras cosas bromeamos sobre nuestros amigos, nuestros amores y el pequeño diablillo Gabriel.

Aparcamos y como si no hubiera mañana salí del coche y aceleré el paso para abrazar por la espalda a mi precioso chico de tez blanca, ojos negros y melena castaña oscura estirando al negro, que quedó rígido por la sorpresa para luego besarme con dulzura y entregarme un oso de felpa. Nadie podría borrarme de el rostro esa sonrisa de bobalicona embelesada con la que me dejaba, nos quedamos por largo rato brindándonos cariño hasta que debimos hacer una maratón para llegar a tiempo a clases.

Una chica solitaria menosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora