Capitulo 4: Don

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Después de que trapeara y limpiara el establecimiento, la castaña le dio su agradecimiento al de tes morena por el esfuerzo en su labor al terminar lo primero que acciona era quitarse el uniforme de mesero. Un lúgubre helado escalofrió que le calo hasta la columna vertebral claramente se siente vigilado, volteando alarmado queriendo buscar vida humana o espectral para calmar su paranoia pero nada resultaba el estado mental en que se le encontraba no podía calmarla esto era lo que no estaba lo acostumbraba para ayudar a muertos que acudían a el para darle un mensaje a sus familiares que dejo esta tierra que para su desgracia dejaron con una adecuada despedida, no lo dejaban en paz hasta que cumplían el pedido pero algunos de ellos uno que otro no era creyente pero reuniéndolos en un lugar de la biblioteca que agradecía que siempre estuviese abandonada que iniciaba sus sesiones sin pedir nada a cambio, hablando de eso, una serie de mensajes intercambiados para coordinar lugar y hora. Aprovechando que tenía un limitado para tener el descanso deseado a todo lo momentáneo lo hizo olvidarse de su mal estado mental. Solo un suspiro hizo para retomar camina a lugar citado, al entrar aún seguía con esa presencia sintiéndose acosado a pasos apresurados llego a dicho lugar, un hombre de mediana se encontraba con los codos apoyados a la mesa y las manos posadas en su barbilla con una mirada perdida llena de incertidumbre, ante la incomodidad carraspeo sonoramente llamando su atención que de forma alarmada respondió.

_ ¿Miguel? _ en un soslayo alcanzo a ser llena de temor.

_ Si, profesor Tanaka _ reafirmando su identidad al educador.

_ Dime que no me estas tomando el pelo_ el pobre de mediana edad se limitaba solo quedar en la esperanza de este chico posee, pero seguía sin creer en lo que decía el joven.

Por el otro lado le mexicano solo se limitaba a observar ala presencia de tras de su profesor era una mujer de esqueleto que podía ver que sus ojos eran de color miel con un traje de ejecutiva color vino con la característica falda entubada con sus zapatillas negras con su cabello suelto la mujer aparentaba como una veinteañera muy joven para el hombre pero tomando en cuenta en que los murtos toman la edad en la que fueron en sus tiempos así que debió morir en la misma edad que concuerda el hombre. El profesor de literatura no le dijo nada al moreno lo quería a poner a prueba ala joven de la piel morena, pero si esto resultaba ser verdad quería comunicarse con su esposa que gracias a un asalto, murió dejando a su marido a la deriva con una severa depresión al no tener su presencia por lo al aferrado de su recuerdo nunca dejar descansar a su mujer, se encontraba tomando su hombro dándole de apoyo con una sonrisa de tristeza que en su mano se podía apreciar, ella dejo escapar su nombre atravesó su dentadura, Miguel solo cabeceo de manera afirmativa al pedido indirecto de la muerta.

_ Aiko, ese era su nombre, ¿verdad? _ por un segundo vio al hombre para luego dirigir su mirada a la mujer.

Levanto su mirada de manera sorpresiva de lo que había dicho el joven, después de que su esposa había muerto borro todo el registro de la mención de su mujer, ya que nadie quería que se lo recordaba no soportaría eso moriría de la tristeza. El sujeto no decía nada solo se secada callado ante eso, solo se quedaba mirándolo indicándole que prosiguiera.

_ La argolla de oro que llevaba, era muy hermosa, se podía ver que lo hizo con mucho esfuerzo y dedicación en tan hacer hermosos de esos encajes, su mujer aprecio ese detalle que le tuvo se le veía feliz tanto que lloro por eso. _ con melancolía decía todo que la muerta le indicaba para que una vez por todas la dejara ir un lugar mejor.

_ ¿Cómo? _ interrumpió su propia pregunta ante la sensación en el nudo de garganta.

_ Como le digo, profesor, puedo ver a su esposa, que por cierto era una mujer bella, con un lindo traje guinda _ ante lo mencionado del joven le sorprendió más y es que podía ver el atuendo que era su favorito que la había enterrado nadie mas que la familia mas cercana sabia cada detalle del funeral. No pudo más finalmente se quebró para demostrar toda debilidad.

_ Es momento en que la deje descansar en paz, para que pueda ir un lugar mejor, maestro Tanaka_ con seriedad agregándole peso en el ambiente, después de un buen rato de decir cosas en que la pareja sabia, finalmente le creyó, dándole las gracias al moreno por todo quitándole en peso que tenía encima. Antes de irse le pidió una petición al mayor.

_ Por favor hágame el favor de ser discreto de esto se lo pido_ al parado en el marco del puerto de manera en inercia acariciando los lados de esta como queriendo buscar algo.

_ ¿por qué?, ayudarías mucho con este don a la gente _ con consternación había dicho.

_ porque, de por si es muy asfixiante que los muertos que no han podido pasar a su tierra te acose, no quiero imaginar con los vivos haciendo lo mismo, me volvería loco _ con pena de manera inocente dejo salir lo que pensaba. Ante esto solo quedo en silencio como respuesta le ofreció eso de manera que acato eso, dejando de que saliera del lugar.

Al camino de nueva como lleva las ultimas semanas su sentido del olfato, el olor a putrefacción y azufre decidió de acelerar el paso entrando las ganas de vomitar al llegar a la cafetería, estaba el nipón esperándolo para dar un reclamo pero lo que recibió por parte del otro es pasarlo de largo a pasos acelerados ignorándolo subiendo las escaleras dejando en duda el de cabellos tinta para luego bajar  la mirada.


Cempasúchil y LycorisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora