2: Helado.

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NAIARA.


De vez en cuando, cuando sabía que tenía el tiempo suficiente para hacerlo -más bien cuando tenía tiempo libre en la universidad-, me ganaba un poco de dinero ayudándole a Harold en su heladería. No ganaba demasiado por limpiar mesas y servir helados, pero sacaba de apuros a mi amigo y eso me bastaba.

Harold Thomas es el único chico que conocí en la universidad que se fue y no me abandonó de ninguna forma. Y me ha ayudado a conseguir un lugar limpio para residir mientras termino la universidad, me ayudó cuando apenas era una cría tonta que no sabía ni dónde estaba parada ni cuándo iba a caer. De tal forma que ayudarlo no me resulta una acción dolorosa ni incómoda.

Hoy me ofrecí a ayudarlo mientras él viajaba a Versalles para una cita médica, así que, junto a su esposa que también se ha portado muy amable conmigo, nos encargamos del dichoso local.

Todo lo que hago en la heladería es servir helados, con lo cual me gano unas cuantas propinas, y limpiar las mesas de afuera después del mediodía. Estoy pasando por última vez el trapo cubierto de quitamanchas por la mesa de vidrio transparente, cuando veo a Miller caminar hacia mí con las manos en los bolsillos traseros de su pantalón azulado. Y trae entre sus labios una sonrisa enorme, como si le hubiese alegrado el día el solo haberme visto.

Y claro que lo hago; si se burla de cada cosa que yo hago o digo.

-No sabía que hoy trabajabas -masculla, sentándose cómodamente en una de las sillas pertenecientes a la mesa que estoy limpiando-. Es más, no sabía que trabajabas.

-No creí necesario que lo supiera usted -farfullo, con cierta molestia-. ¿Puede moverse hacia otro lado, por favor? Es que estoy tratando de limpiar las mesas, y no quiero que se ensucien.

- ¿Estás limpiando estas mesas? -Inquiere, con ese deje de maldad que destila su voz, y yo asiento con la cabeza-. ¿Y también sirves helados... y todo eso?

-Sí, eso es lo que hago -respondo, me alegra muchísimo que no note el deje sarcástico en mi voz.

-Bien, entonces tráeme un banana split con chocolate a los lados, en vez de bananas, ponle fresas, y sin chispas de colores, quiero que tenga mucha crema batida y en vez de tres bolas de helado, quiero dos. De vainilla y crema con galletas -levanta lentamente sus piernas, y coloca sus zapatillas sucias sobre la mesa de vidrio que recién acabo de limpiar.

¡Adiós, mesas limpias y perfectas! ¡Hola, horas extra de trabajo que no me serán reembolsadas y por las cuales no me darán propina!

-No se pide conmigo -le explico, lo más amable que me sale del corazón, aunque con cierto deje de maldad en mi frase-. Lo puede ir a pedir con la chica que está adentro, estoy en turno de limpiar las mesas, lo siento.

-Tú vas -decreta-. Y si no me traes ese helado como yo lo quiero, haré que te despidan.

Suspiro pesadamente, rindiéndome ya, pues no quiero tener problemas con Mandy y Harold cuando solo se han comportado bien conmigo.

Dejo el trapo sucio sobre la mesa y limpio con un par de palmadas mis manos sucias por el polvo, él sonríe nuevamente, a sabiendas de que ha ganado, y yo suspiro pesadamente. La derrota ya es un sabor familiar en mi boca, lo cierto es que en la vida, en general, no recuerdo haber ganado una sola vez.

-Vuelvo en un instante.

Doy media vuelta sobre mis talones y camino hacia la tienda, Mandy está bastante ocupada con algunos de los clientes de adentro, así que sin avisarle empiezo a servir lo que Miller pidió. Crema con galletas y vainilla, chocolate, mucha crema batida y sin chispas de colores. Nunca entendí cómo es que puedo aprenderme todos los caprichos de él de esa forma... algunos dicen que el miedo, la necesidad de supervivencia y el dolor te hacen aprender cosas de las que no tienes idea que podías aprender.

La última oportunidad [Libro II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora