NAIARA.
Cuando a una persona le dañan la integridad social, se convierte en blanco de golpes, murmullos despreciativos, rumores falsos y groserías. Cuando a una persona le dañan la integridad física, se vuelve blanco de burlas por la falta de capacidad para ciertas cosas. Cuando a una persona la dañan por completo... ¿qué pasa cuando dañan a una persona en su totalidad?
Estoy en medio de esa línea, en la que no sé si estoy rota físicamente -aún me duele la nariz y mis rodillas tienen raspones gigantescos, además, me duele la cabeza-, si estoy rota psicológicamente -no sé dónde ni cómo encerrarme-, o si en realidad solo estoy pasando por un mal momento en el cual lo que debo hacer es esperar a que el tiempo transcurra hasta poder recuperarme por completo.
Hay tres momentos muy importantes en mi vida. Tres momentos que marcaron realmente mi pasado, presente y creo fuertemente que también mi futuro.
El primer momento es ese en el que era tonta, era tonta, muy tonta... pero feliz. Las personas me eran indiferentes, las situaciones me eran lejanas y la vida me ponía retos pequeños. Era tonta, muy tonta. Lo suficientemente idiota como para cambiar ese bonito patrón de vida ignorante y feliz.
El segundo momento en mi vida es el que acabo de despedir. No diré que era feliz, a veces, me llegué a preguntar si realmente volvería a serlo. Pero admito que la vida de esclavitud que cargaba sobre mis hombros, era muchísimo mejor que la pena que ahora traigo sobre todas las cargas. El dormir era algo que anhelaba día con día. Ir a la universidad no era exactamente una pesadilla. Tenía a mi lado a un chico maravilloso y dulce, que llegó a quererme como nadie nunca. Podía salir a trabajar un par de horas sin sentir que las personas me comían viva. Podía hacer muchas cosas, incluso cuando era restringida.
Y el tercer momento, es el que estoy viviendo.
He oído a muchas personas decir "¡Vive el momento!", refiriéndose a una aventura nueva y maravillosa, a algo que te llene las venas de euforia y que te haga sentir la pasión en el corazón. Vivir el momento... qué erróneo es que solo se use para algo alegre.
Yo estoy viviendo mi momento; llevo dos días acostada en el mismo lado de la cama, viendo a nada más que a la nada, comiendo una vez al día lo primero que vea en la cocina -ayer comí una galleta de chocolate que encontré en el refrigerador medio mordida-, y bañándome solo para no oler feo. El apetito se me ha ido por completo, mis tripas rugen de vez en cuando, pero no quiero comer. La pereza me invade cada uno de los músculos y lo único que quiero hacer es estar entre las sábanas de mi cama, viendo a la nada, pensando en todo.
He perdido muchas clases, pero, ¿quién en mi lugar quisiera ir a la universidad luego de que la primera vez que haces algo que probablemente todos han llegado a hacer durante sus años universitarios -drogarte insensatamente- sea publicado, junto a un vídeo muy privado de ti haciendo algo que no es exactamente el ejemplo que le quieres dar a las personas a tu alrededor? ¿Quién tendría ganas de ser comido vivo o pisoteado por todo el personal en esa asquerosa cárcel de millonarios?
Maldición, solo quiero quedarme en casa, regodearme en mi miseria durante el día, sin moverme, solo esperando a que el tiempo se pase con siestas largas y pastillas para dormir. Y pasar la noche entera llorando todo, porque es así.
Una de las tantas leyes de la vida establece que no vas a pasar tu vida entera llorando por cada vez que algo malo te suceda, por eso, cuando lloras, a veces, vas a llorar incluso ese primer amor disfuncional. Vas a soltar todo lo que en su momento no pudiste soltar, y vas a sentir que el mundo se te viene abajo, y verás cómo cada pedacito de ti se derrumba en el piso. Pero tendrás que recoger las piezas, y tratar de unirlas nuevamente hasta que te vuelvas a completar; la vida es peor que ese estúpido y entretenido juego de mesa; el jenga. Armas toda una torre, para sacar cubo a cubo las piezas que sabes que están de más... y si lo haces mal, todo se va a derrumbar. Si quieres seguir jugando, debes volver a poner cada pieza en su lugar.
A veces, al echar un vistazo al pasado, nos encontramos con preguntas existenciales que no sabemos cómo responder. Echamos un vistazo al pasado y nos damos cuenta de cuán fuertes podemos llegar a ser, y nos preguntamos cómo carajo es que llegamos hasta donde estamos. Nos preguntamos cómo es que seguimos vivos... cómo es que aguantamos el golpe.
Quisiera decir que pronto me voy a recuperar, quisiera decir que voy a ser positiva, que no me voy a quebrar al punto de no saber encontrar mis piezas rotas, quisiera decir que voy a volver a ser yo nuevamente. Pero no puedo mentirme a mí misma; incluso teniendo un lugar donde vivir, incluso teniendo un celular, un computador, y comida, siento que lo he perdido todo.
Lo he perdido todo.
Sufro en silencio, sollozando hasta las deshoras de la noche, deshidratándome hasta el cansancio, jodiendo cada espacio de mi memoria, arruinándome. Vivo sola en la incomodidad de un apartamento barato, y estoy cada segundo más sola. Estoy quedando tan sola, que siento que ni yo misma me acompaño, y eso ya debe ser muy jodido.
Mientras miro hacia la blanca pared frente a mi cama, recién duchada y con una cobija gruesa rodeando mis hombros, cubriéndome hasta los pies, me quedo sopesando la idea de no volver a salir de este apartamento. Y me suena completamente maravillosa, suena algo lógico y hasta consigo calmarme con tan solo pensarlo.
Sin embargo, en cuanto llega ese pensamiento, lo mando a la basura y me obligo a moverme por primera vez en casi más de tres días. Tomo de la mesita de noche mi celular, lo conecto al cargador y lo enciendo posteriormente. Y empiezo a ver qué hay en él.
No me sorprende ver casi cincuenta llamadas de Bradley, mi buzón de mensajes con más de cien mensajes de Bradley, mis pocas redes sociales hasta la coronilla de comentarios insultantes y de acosadores -elimino mis cuentas a partir de ahí-, y luego, veo una de mis cuentas más privadas, llena de mensajes de parte de números privados que me preguntan cosas indebidas, sucias, insultantes y terroríficas que me erizan los vellos de la piel.
Y tan solo llego a leer los primeros cinco emisores, al resto -casi más de cincuenta- solo los dejo estar y miro mi bandeja de mensajes normales. Miro los últimos cinco mensajes de Bradley, y no puedo evitar romper a llorar con los dos últimos.
"Espero que estés bien. Entiendo que no hayas llegado a la universidad estos días. Me he encargado de eliminar todo de internet, y trato de hacer que todos olviden lo que pasó. Igualmente, tenemos que hablar. B. D."
"¿Va todo bien? Si necesitas algo, no dudes en escribirme. Sabes que te ayudaré en todo; incluso si ya no deseas estar más por aquí. Me gustaría tener noticias tuyas, me has ignorado durante casi cinco días. Me estoy preocupando. B. D"
"Estoy empezando a tener miedo acerca de tu paradero. Necesito saber cómo estás... por lo menos eso. Házmelo saber con un mensaje, o algo. Prometo ayudarte si lo necesitas. Pero, por favor, dime algo. Para de ignorar mis mensajes. Y responde mis llamadas. B. D"
"Ayer pasé por tu casa. Ya no lo pude evitar. Tenía que darte un tiempo para poder reponerte de todos estos golpes, pero ya ha pasado una semana entera y me preocupas muchísimo. Tal como lo supuse, no estabas. Me gustaría saber dónde te encuentras... ¿sabes? Yo ya no voy a la universidad. He decidido estudiarla en línea, para poder mantenerme más al tanto de ti y otras situaciones de la empresa. He preguntado a tus vecinos y tengo mucho miedo, tengo miedo de que hayas cometido un error y me rompas el corazón. Sueno como un poco hombre, lo lamento, pero realmente no quiero perderte.
Por favor, incluso si no quieres volver a verme, dime algo. Dime que todo está bien. B. D"
"Necesito que hablemos. Necesito verte. Necesito saber que estás bien. Necesito controlar la necesidad incansable de que estés a mi lado. Perdón, Naiara, sé que las cosas no marchan bien... pero te necesito. B. D".
No sabía que en realidad había pasado tanto tiempo. No sabía que estaba así de perdida en la vida. No sabía que estaba perdiendo la vida.
Por primera vez en siete días, lloro de día. Y no paro hasta que anochece.
ESTÁS LEYENDO
La última oportunidad [Libro II]
Novela Juvenil"Las ojeras son mi menor problema ahora si me pongo a pensar en lo desastrosa que es mi vida día con día". [2018]