38: Triste.

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NAIARA.

Acaricio suavemente su mano. Está fría y pálida. Y su respiración es lenta, además de eso, tiene unas gafas nasales que le inducen oxígeno, y le han quitado el tubo largo que le atravesaba la garganta. Parece como si durmiera... se ve como si solo durmiera. Y eso resulta un poco triste, porque está durmiendo contra su voluntad.

-Hay muchas cosas que me gustaría que supieras -admito, aunque sé que no me oye. Eso es lo mejor. Que no me oye; si me estuviera oyendo, probablemente no podría decirle nada-. En su mayoría tú te ves envuelto, de una u otra forma. ¿No crees que es curioso? Eres un descarado. Vienes, te cuelas en mi vida de una forma tan fascinante, tan inocente y bonita, te dejo entrar a mi corazón y luego... luego me dejas. O bueno, yo fui quien te dejó.

Es devastador que no haya ni una sola respuesta por su parte. Es extremadamente doloroso no poder oírlo quejarse, o responderme. ¿No es irónico? Quiero que me hable, pero si me hablara, probablemente no diría ni la mitad de lo que estoy diciendo.

-Todo tiene una explicación. Y lo sabes... pero no todo tiene una justificación -añado-. Estoy pasando por malos momentos. La vida quiere jugar de un juego de azar tramposo contra mí, quiere pegarme golpes fuertes incluso antes de yo poder recuperarme del más reciente. Y el peor de ellos ha sido este. Es estúpido que lo diga así, porque tú eres quien está en esa cama, pero... no sabes lo mucho que estoy sufriendo por esto. Verte ahí, acostado, sin poder decirme nada, sin poder moverte, sin poder nada. Me duele muchísimo el pecho.

Escucho a la enfermera carraspear, y no me importa. No es a ella a quien le hablo. Y ella no va a decirlo por mí.

-Tengo mucho miedo de que te vayas. Lo admito. Pero tampoco me gustaría que tuvieras que estar con alguien tan móndriga como yo -susurro-. Estoy llorando. Y no quiero aburrirte con esto, lo cierto es que no valgo la pena. Solo quiero que sepas que me estoy recuperando de todo esto; estoy tratando de comer más, he recuperado bastante peso. Me estoy cuidando más. Ya no me duermo llorando, y pensé que tú y yo podríamos estar juntos. ¿Te acuerdas que me pediste que te devolviera el amor que me llevé? Te lo doy todo; todo mi amor. Pero regresa con bien.

-El tiempo de visitas se va a terminar, joven.

-Te amo -murmuro, antes de plantar rápidamente mis labios sobre los suyos en un beso casto-. Te amo, y perdón por no haberlo dicho antes. Despierta pronto, por favor. Me tengo que ir. Nos vemos pronto.

La mujer me saca casi arrastrada del lugar. Yo me limpio la cara rápidamente y trato de que no se note mucho que estaba llorando. Todos en la sala me ven salir del lugar y se quedan callados. Tras un largo rato, los padres y el abuelo de Bradley se van. Irene y Zack se van juntos, porque Zack debe trabajar e Irene no se siente bien. Phoebe se va a comer algo, y me quedo con Dante, Terrence y Gabrielle. Solo nosotros.

-Él te adora -Terrence empieza a decir-. Por si te cabe alguna duda. Te adora completamente. Y lo comprendo.

Yo me vuelvo a verlo, todos me están viendo a mí.

-Sí, es a ti, Naiara -masculla-. Bradley te ha dado su amor con sabiduría.

-Le pusiste el mundo de patitas -se ríe Gabrielle-. Hacía cosas por ti y ni siquiera sabía por qué las hacía. A veces nos preguntaba cosas muy estúpidas sobre las mujeres, todo para impresionarte. Es que fue tan divertido verlo en esa etapa.

- ¿Cómo? ¿Qué cosas preguntaba?

- "Supongamos que eres Naiara, ¿te gustarían más las rosas o las flores normales?" "Quiero invitar a Naiara a una cita, ¿dónde sería el mejor lugar?". Estuvo un largo rato con la idea de llevarte a Italia -suelta Dante-. Tuvimos que obligarlo a entender que tú te ibas a frustrar si hacías esas cosas.

Sonrío con vergüenza, y a su vez, por puro compromiso. No quiero sonreír, quiero echarme a llorar. Le están echando sal y limón a la herida, que sigue derramando sangre. No es justo, trato de superar el hecho de que Bradley está enfermo, y ellos quieren recordarme lo mucho que él se esforzó por impresionarme, y yo no lo valoré.

-Cuando lo dejaste quedó devastado -comenta Dante-. No quería comer ni salir, ni siquiera quería helado. Se encerraba en su cuarto y no salía. Y miraba su celular a cada rato. No hubo ni un rato que no estuviera atento.

¡Maldición, ni cómo decirles que paren! Me están jodiendo.

-Bradley siempre supo que tú lo querías. Yo insistí en que te dejara en paz, que no te molestara ni te presionara porque era muy acosador y empalagaba -comenta Terrence-. Pero él insistía en que tú lo querías, insistía en que te amaba y que no se iba a rendir contigo.

Miro a otro lado, me siento terriblemente mal.

-Al final sí tenía razón. Me gusta ver cómo es contigo -comenta Gabrielle-. Es muy notable lo mucho que te quiere, o lo mucho que se esfuerza contigo. Bradley es muy perezoso. Pero a ti te adora. Cruzaría el océano por ti.

No puedo soportar eso.

- ¿No tienen hambre? -Cuestiono al fin-. Es tarde, y yo ya tengo hambre.

-Lamentamos incomodarte. Creímos justo que supieras estas cosas.

-Claro, no hay problema. Es bonito todo, pero, ¿no se dan cuenta de que me están clavando dagas empapadas con limón y sal en una herida que no ha cerrado? -Pregunto-. Bradley y yo no estábamos en una buena situación.

- ¿Cómo?

-Nada. Solo... tengo hambre, iré a buscar algo de comer.

Por primera vez, me alejo de ellos y del lugar. Compro lo primero que veo en la cafetería del hospital, incluso sin hambre. Luego de eso, me siento a comer tranquilamente, y a procesar toda la información que han metido a mi cabeza. Bradley me amaba. Bradley era el hombre perfecto. Bradley era todo aquello que yo necesitaba. Todo aquello que yo quería. Y lo arruiné. Lo jodí todo por culpa de mi estupidez.

Hay algo que mi abuelo me decía muy a menudo, antes no sabía cómo tomarme esa frase, pero justo ahora sé que es completamente cierta.

"Naiara, cariño. No seas bobita; este mundo es un lugar de puros sentimientos, pero hay que saber controlarse para todo. Nunca prometas cuando estés feliz. No jures cuando estés enojada. No decidas cuando estés triste".

La frase tenía mucha razón. Yo estaba al borde de un abismo de extensas dimensiones, y creí que lo mejor iba a ser alejar a todas las personas. Entre ellas, a quien me apoyaba, a quien me amó a pesar de todo. Alejé a Bradley de mi lado... y nunca le dije que lo quería, más allá de los límites del corazón.

Hoy me arrepiento de haber decidido cuando estaba triste.

La última oportunidad [Libro II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora