10 años después

Una niña de 11 años recién cumplidos iba caminando por las calles de Sidney, siguiendo a su prima un año menor que ella y a sus tíos. Llevaba viviendo con ellos desde que tenía memoria, pero se mudaron a Sidney hace ya cuatro años. Ese día las calles estaban a rebosar de gente; es el efecto del verano en una ciudad tan turística. La pequeña Gaia iba dando saltitos y mirando a todos lados, mientras que su prima se giraba cada poco tiempo a verla y reía. Gaia era el vivo reflejo de su madre, aunque ella eso no lo sabía, pues solo tenía recuerdos borrosos de una mujer que iba a verla cuando ella aún era un bebé. 11 años después, sigue desconociendo la historia de su madre. Era una niña muy risueña y curiosa, bastante energética, contrastando con su personalidad de cuando era mucho más pequeña (su tía aún recuerda un día en el que Gaia estuvo llorando desconsoladamente durante ese día entero. El lector sabrá que día fue ese). En el colegio sacaba muy buenas notas, aunque su carácter inquieto y problemático le había acarreado varios problemas. Aunque otra cosa no se podía esperar, teniendo ella sangre merodeadora.

Sus tíos y su prima entraron en una tienda y ella, despistada, siguió andando, hasta que se dio cuenta de que estaba sola y se giró para entrar en la tienda. Pero un señor llamó su atención. Llevaba una túnica morada y una barba muy larga, que Gaia quiso tocar. Giró un poco la cabeza en señal de curiosidad, y el señor le sonrió. Le devolvió la sonrisa y entró en la tienda.

Tres horas después ya se encontraban en su casa, a las afueras de la ciudad. Era una casa de dos pisos que estaba rodeada de naturaleza, muchos animales se colaban en el jardín y Gaia los veía desde la ventana, feliz. Ese día, había una pequeña serpiente amarilla que se deslizaba sobre la hierba, lentamente. A la niña le recorrió un escalofrío por la espalda; odiaba las serpientes. Se alejó de la ventana de su cuarto y salió de este, dispuesta a robar algo de comida de la cocina. Cuando estaba bajando las escaleras, oyó a sus tíos hablar sobre ella, así que se paró en seco y, como su naturaleza le dicta, escuchó a escondidas.

-¿Tú sabías todo eso? -la voz de su tío Greg se oyó ahora más clara.

-¿Cómo lo iba a saber? Cassie nunca me contó nada.

-Era tu mejor amiga, Sandra.

-¿Y qué? Lo éramos cuando éramos niñas, después, solo la veía en verano.

Naturalmente, Gaia sabía que no eran sus tíos de sangre, pero así los llamaba porque era más fácil de explicar a los demás. La ley del mínimo esfuerzo era la que regía la vida de Gaia. Siguió escuchando, pero solo había silencio. Un silencio que solo fue roto por su tío unos muchos segundos después:

-¿Qué vas a contestar?

-Quiero que alguien me explique qué está pasando exactamente.

-Eso no será un problema, señora Williams.

Esa tercera voz hizo que Gaia diera un salto que a su vez hizo que cayera varios escalones, hasta que consiguió frenar de alguna manera.

-¡¿Quién es usted?!

-Soy Albus Dumbledore, director del colegio Hogwarts de Magia y Hechicería.

¿Magia y Hechicería? La niña que escuchaba en las escaleras frunció el ceño. "Pero si la magia no existe", pensó.

-Antes de contarles todo, es mejor llamar a Gaia, para que ella lo escuche también.

-Iré a buscarla. -Sandra se puso en pie.

-No, no hará falta. Está al otro lado de esa pared.

Gaia se sobresaltó, pero viéndose descubierta, no hizo otra cosa que entrar en la sala, ocultando las manos detrás de la espalda, con una sonrisa inocente. Sabía que lo venía ahora.

-¡¿Estabas espiando?! -su tía se cruzó de brazos, mirándola.

-Espiar suena un poco fuerte... Más bien, cotillear. -sonrió más.

Sandra suspiró. Le recordaba tanto a Cassie.

Está demás explicar lo que Dumbledore les contó. Habló del colegio, habló de la magia, habló de su madre. No contó toda la historia, pues no lo veía conveniente para una niña tan pequeña. Gaia estaba que no cabía en si, ¡era una bruja!

-Pero, si el colegio ese está en Gran Bretaña, y se supone que solo aceptan a niños de esa zona, ¿Por qué Gaia puede ir?

-Sus padres fueron de los mejores alumnos que ha tenido ese colegio. Aunque algo problemáticos.

La mención de sus padres hizo encender los 5 sentidos de Gaia, que prestó mucha más atención a la conversación.

-¿Mis padres estudiaron allí?

-Así es.

Giró la cabeza a sus tíos.

-¡Por favor! ¡Por favor! ¡Dejadme ir! ¡Por favor! ¡Por favor!

-¿Pero qué harás tú sola allí?

-No se preocupe por eso, tengo un conocido que era amigo de sus padres que se hará cargo de ella sin problemas.

-¡¿Me van a alejar de la niña durante siete años?! -Sandra quería mucho a Gaia, como si realmente fuese hija suya, y no quería distanciarse.

-No, solo durante los nueve meses al año de su escolarización. Podrán verla, si quieren, en las vacaciones de Navidad, pues podré amañar algo para que pueda viajar aquí sin problemas. Pero les recomiendo que Gaia pase al menos dos semanas antes de entrar en Hogwarts cada verano en Inglaterra, para que le sea más fácil conseguir su material escolar.

La señora Williams suspiró.

-¿No hay otro colegio más cerca?

-Ninguno tan bueno como Hogwarts.

Al día siguiente, Gaia se encontraba recogiendo toda su ropa y mentiendola desordenadamente en una maleta. Su prima se encontraba sentada en su cama.

-¿Te irás?

-Sí, Callie.

-¿Volverás pronto?

-Tal vez por Navidad.

Callie hizo una mueca.

-No quiero que te vayas.

Cerró la maleta y abrazó a su prima.

-¡Gaia! ¡El profesor Dumbledore ya está aquí! -la voz de su tío se escuchó, llamando la atención de las dos niñas.

-¿Vamos? -le ofreció la mano a Callie, quien la aceptó y juntas bajaron la maleta hasta el piso de abajo.- Buenos días, profesor Dumbledore.

-Buenos días, Gaia. ¿Estás lista?

-Más que nunca. -sonrió.

Se despidió de sus tíos y de su prima. Su tía no dejaba de abrazarla, alargando el tiempo de la despedida.

-Tía... Yo también... Te echaré de menos... Pero no respiro. -Sandra rió y por fin se alejó.

-Dejame ayudarte con la maleta.

Dumbledore sacó una varita de un bolsillo de su túnica y con un movimiento hizo desaparecer la maleta. Callie y Gaia se quedaron con la boca abierta-: Vamos al jardín, Gaia.-la niña siguió al anciano hasta el jardín- Agárrate a mi brazo.

Hizo lo que le mandó y, antes de que todo se volviera negro y de sentir un tirón bajo su ombligo, Gaia vio los ojos rojos de una serpiente verde mirarla desde una esquina del jardín.

HOSPES [SERIE IMPOSSIBLE II]Where stories live. Discover now