Recuerdos de un pasado (Gemeliers)

Capítulo 4: No volverás a llorar sola.

Al otro lado de la línea solo se escuchaba silencio. Habían pasado unos minutos desde que le dije a May lo que pensaba, y desde ese momento ninguna había vuelto a pronunciar palabra.

-May, dime algo.

-Qué quieres que te diga Gadea, que no te entiendo, de verdad.

-Te comprendo- dije suspirando y mirando hacia arriba- no me comprendo ni yo misma.

-Pero, ¿estás segura?

-Sinceramente no lo sé May, lo único que sé es que te necesito aquí conmigo.

-Y yo necesito estar allí contigo.

-Voy a ir a mi casa y hablamos por skype vale, así parecerá que te tengo a mi lado.

-Vale cielo, y relájate, verás como solo son los nervios y la presión que tienes.

-Ojalá sea eso May, ojalá. Te quiero muchísimo.

-Yo a ti más, te lo aseguro. Y recuerda, juntas ante todo.

-Y para siempre.

Y tras aquello colgué. May era una de las personas más importantes en mi vida, por no decir la más importante después de mi familia. Era la única que había estado ahí cuando había necesitado apoyo y la única que me entendía a la perfección. Nos complementábamos la una a la otra.

Fui a levantarme del banco cuando una chica pasó por delante de mí botando una pelota de balonmano cuando se le escapó y fue a caer cerca de mí. Me levanté cogiendo la pelota y se la di

-Ay, muchas gracias.

-No es nada. Espera, no puede ser, eres...

-¡Gadea!

-¡Alba!

-¡No puede ser!

Y tras aquel espectáculo de gritos con el que deleitamos a las personas que pasaban cerca, nos fundimos en un largo abrazo. Alba era mi mejor amiga del pueblo, éramos inseparables. Estaba muy cambiada; tenía el pelo corto y rubio, a diferencia del cabello marrón oscuro que tenía cuatro años atrás. Estaba alta, unos cuantos centímetros más que yo y ahora llevaba brackets. La recordaba como una chica muy alegre y amable, siempre haciendo reír a todos, y por lo que había visto, en ese aspecto no había cambiado mucho.

-Pero que haces aquí tía.