El Cid x Tsubaki de Vela

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Justo eso, disfruten!

Nota: recordemos que turra es sinonimo de doncel/uke/omega en este fanfic.

Capitulo:

Elshido (El Cid) se habia despertado en condiciones semejantes a las de Kardia, pero luego de haber follado las reglamentarias tres veces al dia que según el refrán español daban salud y alegría, sentia que seria impropio solicitarle mas contacto carnal a su legitima, que era una turra llena de virtud, como la cinta de su frente le demostraba al mundo.

No quería que pensara que era un seme inferior como todos los que habia conocido, interesado solo en esa faceta del amor, pues su amor por el era magnifico y multifacético. Profundo.

Asi que tras avisarle a Sisi donde iba, como siempre, y desayunarse unos churros con chocolate, como siempre, salio a su campo de entrenamiento, un lago perteneciente al santuario.

Solo vio ahí a uno de sus tres aprendices, pero no movio ni un apice el gesto.

-¡Elshido sama! – se orgasmeo Tsubaki, como cada que lo veía – Lacaille y Rusk se han sentido mal y se han ido al pueblo, pero yo no, Elshido, porque me he vuelto mas resistente gracias a usted.

Elshido pensó que porque era turra, y el celo que desataban el patriarca, su hermano y su hijo le afectaba menos. Como que también era una turra virtuosa.

Asintio y se dispuso a ignorarlo cuando un vientecillo procedente del santuario sacudió sus cabellos, los mechones negros, largos, sueltos que enmarcaban su rostro ondularon hacia el, como los incitantes brazos de una sirena.

Su nariz se arrugo, sin que pudiera evitarlo. Moleculas que desataban sus mas bajos instintos lo bombardeaban, desde el santuario... No, desde Tsubaki. Era una turra madura aunque para el fuera solo un aprendiz.

Su cuerpo fuerte lo hacia sentir orgulloso, y que se peinara como la mas bella de las turras atléticas que habia conocido le parecía un poco de vanidad, pero podía entender los sentimientos de admiración del jovencito por Hakurei de Altar, señor de Jamir.

-¿¡Le pasa algo, Elshido sama!? – se acerco de inmediato.

Nego con la cabeza.

"Tal vez deberías alejarte", cruzo su cabeza, pero era un varon fuerte, en perfecto dominio de si mismo. Estar en compañía de Tsubaki seria el verdadero entrenamiento del dia.

Lo ignoro, comenzando a espadiar, siendo imitado por Tsubaki, quien no poseía una espada sagrada entregada por Athena, pero quien podía mejorar la dureza y certeza de sus golpes.

No podía concentrarse. No con ese delicioso aroma flotando en el aire, tan cerca de el. Cuando Tsubaki empezó a sudar la fragancia, como de cerezas negras maduras, se incremento, haciendolo salivar.

No era una debilidad, sino volver mas dura su prueba. Se volteo, encarando a Tsubaki y su aroma y su hermosa visión; esas caderas anchas y piel morenita, ojos de un morado oscuro, intenso, que lo veian con adoracion.

Las aletas de su nariz palpitaban de deseo. Su armadura cubria su vergonzosa erección, pero no podía hacer nada por evitarla. Era humano, a pesar de su regalo divino. Triste debilidad de su condición, que lo hacia observar a esa turra como lo que era; una turra madura, lista. Una fruta sin cosechar, a pesar de estar en edad de serlo, lozana, flexible, fuerte...

Sus muslos debían de poder apretar recio al seme que lo poseyera, sus jadeos, ser acompasados, no ahogados...

Por lo general, tenia bastante éxito alejando esos pensamientos. Borrandose de entre los muslos de Tsubaki, desvaneciendo su mano de su coleta, jalando rítmicamente.

Hormona exclamationWhere stories live. Discover now