Manigoldo X Albafica + Manigoldo X Kardia

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Manigoldo estaba cada vez mas entusiasmado sobre su pescadita. A medias sobre el, besándolo con el pecho casi pegado. Albafica estaba bien acostado boca arriba, con las piernas recogidas y separadas. Manigoldo, con la cadera apoyada a su lado, procuraba cubrirlo, disfrutarlo. Su mano habia ido lentamente de adelante hacia atrás por su entrepierna, cubierta por sus mallas, que al ser de una tela delgada y elástica, como sus bragas, dejaba adivinar todas las redondeadas formas que habitualmente la túnica larga cubria.

Habia empezado sobándolo adelante, pero ahora la forma alargada temblaba solita, mientras que el dedo se hundia mas y mas forzando la tela, expandiendo la mancha de oscuridad a su alrededor.

Le libero la boca para que jadeara y se fue a su delicioso cuello. Olia tan pero tan bien que podría llorar, pero mejor lamia y dedeaba, sintiendo el calorcito a través de la odiosa tela.

No siempre podía tenerlo en su cuerpo real, y menos durante los días que lubricaba y se imaginaba (el) que era mas venenoso, pero la excitación que el mismo debía de estar sufriendo por su estado era muy grande, o de lo contrario no habría sucumbido a su insistencia.

En honor a la verdad, sentía los labios hormigueantes luego de tanto y tanto besarlo, pero unos cuantos temblores, sangrado interno y alucines era algo con lo que cualquier caballero podía lidiar, y mas en nombre del amor.

Hizo fuerza y la tela cedió. Su dedo se hundio en ese paraíso de lubricación y suavidad, apretándolo por todos lados.

Albafica grito y se tenso. Quiso sentarse y el lo sujeto por el pecho. Entonces lo abofeteo y se incorporo impulsado como por un resorte, alejándose de el.

-Fuera. – le señalo la puerta de su templo.

-¡Pero Alba chan! – renegó, con moditos infantiles que desmentían mucho su carpa.

-Largo o te lanzo las demon rose.

-Sera el mismo efecto que si cosharamos...

Albafica tenia esa mirada gélida que nada tenia que envidiarle a las de Degel.

-Fuera.

Manigoldo, muy decepcionado, se retiro arrastrando los pies. Cabizbajo, fue refrescado por el viento nocturno, que en punto tan elevado del santuario disipaba en algo el tufo de turras en celo que amenazaba con enloquecerlos a todos, los semes.

Una nota conocida llego a su cerebro. Dos. Intensas, casi idénticas. Las causantes, estaba casi seguro, de todo aquello, pues su prima aun era muy joven, inmadura a pesar de tener mas años que todos ellos y haberse hechado novio con el chino ladino ese.

Las gemelas lemurianas, Sage y Hakurei. Procuraba no sentirse tan atraído como en su juventud, pero como cuando tenia trece años, la oportunidad de espiarlos por la mirilla que solo el conocía fue muy grande, y si ellos eran los responsables... bueno, no iba a ver nada que no hubiera visto antes.

O si, con un poco de suerte. Esos gemelos eran de lo mas imaginativos.

Llego a ella, retirando el centro de la flor de la decoración exterior que habia cedido, permitiendo un vistazo al paraíso. Hakurei estaba desnudando a Sage desde atrás, la cosa prometia ponerse buena, se relamio apretando su entrepierna.

Apenas iba sacándose la polla cuando unos ruidos entre las ramas lo alertaron. Le arrojo una piedra al animal rondante.

-¡Ay! – se quejo el animal, conocido.

-¡Shhh! – lo conmino enérgicamente - ¿Qué haces aquí?

-Mi nariz me trajo.

-Pues anda a meterla a otro lado. ¡Y no hables tan fuerte!

Hormona exclamationWhere stories live. Discover now