Witches Brew | Fnafhs Wizardry

Capítulo 15. Los robles susurrantes

Los profesores reunieron a los alumnos en torno un escenario en un claro de luna, el director subió a la tarima para después decir estas palabras:

—Nuestra siguiente parada será un lugar ancestral, por esta razón les pedimos ahora más que nunca que no se separen del grupo: iremos a la Llanura de los Espíritus, cruzando el bosque de las luces, les pedimos total respeto al entrar y obedezcan las indicaciones de su maestro.

Después de una serie de advertencias y sugerencias, los alumnos partieron acompañados de su profesor respectivo. El grupo de Bonnie fue el primero en ir, puesto que les habían dicho que no deberían de entrar todos a la vez en la llanura. Los hechiceros cruzaron a pie sólo hasta la mitad del bosque, una vez llegado al corazón de éste, llegaron a un pequeño pueblo oculto entre las copas de los árboles: era una aldea bastante peculiar, las casas se ubicaban conectadas entre todas por medio de puentes de madera, las chozas eran bastante pequeñas hechas de paja y madera con un techo en forma de cono invertido.

De entre las casitas salían enanos de rostros vigorosos con mejillas sonrosadas, además de ojos de colores brillantes: algunos bajaban al suelo por cualquier cosa que necesitaran mediante escaleras que ellos mismos habían construido. En el tierra firme, había un pequeño sendero de piedras que se dividía en demás caminos: uno de estos conducía a unas vías de tren abandonadas, los alumnos se acercaron. Un enano se acercó al grupo, el ser contrastaba con toda la buena vibra del lugar: era tan anciano, recio, arrugado y pálido que daba la impresión de estar muerto por ya vario tiempo.

—¿A dónde?— se precipitó el enano hacia el profesor del grupo con su voz áspera de ultratumba.

—Valle de los Espíritus, 4:30 p.m.— respondió el docente entregándole al enano un boleto de tren arrugado que extrajo de una de sus mangas acampanadas. El hombrecillo arrebató el ticket, lo revisó detenidamente para luego guardarlo en su bolsillo trasero, haló una palanca que se encontraba enterrada en el piso (justo a su izquierda).

Después de unos breves momentos, el claxon del ferrocarril se escuchó a lo lejos, apareció de entre los espesos árboles  y se detuvo frente a los alumnos. Las compuertas se abrieron de par en par: una figura translúcida de gran porte similar a una silueta humana que portaba una indumentaria propia los últimos dos siglos bajó del tren junto con otras similares.

—Parece que no me aburriré después de todo— dijo Fred, quien hasta el momento había estado resguardado en la mochila de Freddy. —Es poco interesante hablar con adolescentes contemporáneos, ya necesitaba alguien de mi época.

—Saldrás...— dijo el castaño al fantasma. —Pero con la condición de que no armes un alboroto. El lugar al que iremos es sagrado, no lo arruines.

—Tranquilo— respondió Fred con voz desinteresada. —hasta yo tengo mis límites.

Abordaron el vagón después de aquello, las puertas se cerraron por detrás del alumnado, aguardaron a que todos tomaran sus asientos, entonces, el tren se puso a andar.

Bonnie podía ver por las ventanas cómo las hojas de los árboles se quedaban atrás, el bosque le pareció aún más asombroso desde aquella perspectiva, además de que era su primera vez viajando en tren.

Por otro lado, Fred se sintió libre para rondar por todos los vagones, cortejaba con varios espíritus femeninos que reían (sin boca) educadamente ante los halagos del conde, otras se veían tan apenadas que ocultaban el rostro entre sus abanicos mientras Fred no dejaba de sonreírles, alagar sus vestidos o cualquier cualidad aunque esta no existiera.

—Vaya que sabe hablar con las damas.— comentó Bonnie a Freddy el cual cubrió su rostro con ambas manos en señal de vergüenza.

—Odio que haga eso...— suspiró el castaño. —No suele terminar del todo bien, siempre hay una señorita que no se toma muy bien los elogios de Fred...— en ese mismo instante se escuchó un estruendo similar al de un golpe, entonces, el fantasma regresó a donde se encontraba su nieto, tenía la mejilla lastimada y poseía una expresión algo molesta.