Capítulo 23. Belladona

66 10 1
                                    

El ente retornó al cuerpo del alquimista en cuanto Archibald interrumpió sus invocaciones. El químico miró, entonces, al enano con una expresión de odio profundo y dejó salir un gran chillido que no podría corresponder a ningún ser humano.

Archibald indicó a los otros tres magos irse lo más pronto posible. Freddy apenas y podía moverse debido al temor que aquella escena había infundido en él. Bonnie se incorporó como pudo y Fred, los arrastró fuera de la torre tan rápido como pudo, cerrando la puerta detrás de ellos.

El fantasma, con la lámpara encantada en mano, guió a los dos hechiceros lejos del lugar, a través del pantano hasta donde sus pies les permitieron. Se detuvieron jadeantes en un claro.

-¿Qué pasará con el enano... y con Floyd?- dijo Freddy al borde de sus pulmones.

Bonnie no contestó nada, estaba tan cansado que sus palabras se inhibían.

-¿Y qué es eso en tu mano?- señaló Freddy con terror hacia la marca de Bonnie (que para entonces había crecido hasta extenderse por su codo). El pelimorado se cubrió rápidamente con la manga de su túnica, intentado negar que tenía algo, la escondía detrás de su espalda, pero Freddy era insistente y no aceptaría eso como respuesta.

El mago logró sostener la mano de Bonnie (a través de la túnica) después de varios forcejos, la elevó en el aire y en ese mismo instante la dejó caer al contemplar la mancha ennegrecida. Freddy y Fred se hicieron hacia atrás, aterrados y sin saber qué decir o pensar.

-Estás maldito...- gruñó Fred. Bonnie no dijo nada, quería correr hacia cualquier lado, quería desaparecer cuanto antes.

El pelimorado se apartaba poco a poco, tan temeroso como sus dos amigos. El rostro se le llenó de lágrimas en un santiamén.

-¡Por eso te atoraste en la barrera de los cazadores nocturnos!- chilló Freddy. -¡Por eso el espectro quiso matarte!

-¡Freddy, cállate!- exclamó Fred. -Es nuestro amigo... TÚ amigo, hay que ayudarlo.

El castaño negó con la cabeza, su expresión, antes de terror, cambió a una de profunda ira.

-¡No! ¡Él le ha mentido a todos!- bramó el joven mago. -¡Fred, volvamos a la aldea! ¡Hay que decirle a los cazadores! ¡Él es un peligro!

Una gran explosión hizo callar al castaño. Luego se hizo el silencio en todo el pantano, ni una rana croó, ni una luciérnaga se movió y hasta las copas de los árboles parecieron petrificarse. Después de varios segundos de profunda esterilidad, Fred supo de dónde había provenido el estruendo: de la torre. Los tres se apresuraron a ver lo que había sucedido.

Una vez llegaron, abrieron la puerta de una patada. Por suerte, Archibald (y todo el lugar) se hallaba en óptimas condiciones, con excepción del alquimista, quien yacía en el suelo completamente debilitado. Freddy se apresuró hacia su mentor, tomó su varita del escritorio y con menearla un par de veces en el aire, varias pociones y artefactos alquímicos se acercaron a él. El castaño inspeccionó los signos cardíacos de Floyd, para descubrir que sólo se encontraba inconsciente pero con una gran contusión en la cabeza.

El mago apuró por unas mantas y una almohada para el alquimista. Entonces, comenzó a preparar varios brebajes que incluían plantas, especias y otras tantas cosas.

-¿Pero qué pasó aquí?- preguntó Fred al enano.

-Al parecer se trataba de una maldición un poco fuerte.- respondió Archibald sacando de entre su cinturón con bolsillos, un frasco diminuto que contenía una entidad purpurea que se movía como si de plasma se tratara. -Pero nada que no fuera capaz de controlar.- Añadió y prosiguió. -Pero aún me preguntó cómo es que Floyd dejó que un sortilegio lo poseyera...

Witches Brew | Fnafhs WizardryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora