FELIPE

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Escuchaba a la lejanía unos "tic", "tac" y "toc" que tardaban cerca de un segundo en volverse a repetir, pasos que no sabía si iban o venían desde donde estaba y desconocía si eran solo uno de ellos, o dos, o tres, o los cuatro.

-¿Está despierto? –Distinguió la voz de Jaehwan, algo preocupado.

-Está consciente, si es lo que quieres saber. –Aclaró Hongbin, y trató de abrir los ojos pero no podía, se sentían sumamente pesados además de creer que nuevamente lo habían vendado.

Una vez más, deseo no estar privado de su visión, pero tampoco quería verlos, ni oírlos, ni saberse del tormento donde estaba encerrado. Su cuerpo se estremeció cuando escuchó un chirrido desquiciante, una puerta abriéndose con lentitud, escuchando un crujido como si la madera llorara por igual; y supo que la puerta se estaba abriendo porque distinguió nuevas voces adentrándose al espacio, así como sus pasos cada vez más cerca y pasó saliva, algo nervioso, cuando hubo absoluto silencio.

Separó sus labios un poco y soltó un suspiro cuando sintió una mano sujetarlo del hombro derecho, estremeciéndose lo más silencioso que pudo cuando escuchó la voz de Sanghyuk.

-Listo. –Era una palabra tan sencilla pero llena de mucho poder, con muchos significados y lo peor era que desconocía cuál era su posición ahí, a qué se debía el tormento por el que había pasado.

Aquella simple palabra fue una orden que alguien más cumplió, y que en cuestión de un segundo temió descubrir porque la venda le fue quitada de los ojos, rehusándose a abrirlos por un momento, manteniéndose cabizbajo y respirando con cierto frenetismo, hasta que la locura de la calma lo hizo alzar su rostro, varios minutos después en los que nada sucedía... Fue entonces que lo vio.

Sabía que estaba sentado en algo, una silla quizá, o un sofá individual tal vez por lo cómoda que era, y sabía por igual que estaba atado a ella, sin escapatoria como siempre. Lo que no esperó fue que alguien más estuviera en su misma condición, y cuando lo tuvo de frente, sintió un algo en su pecho, en su alma, en su existencia, que se había roto en millones de pedazos, sin reparo alguno. Cerca de dos metros de distancia, estaba sentado frente a sí, y en la misma condición que la suya, aquel chico rubio, Taekwoon, el mismo por el que había sentido "un algo" desde hace más de un año pero como era demasiado tímido y estúpido, nunca se había acercado a hablarle, porque para empezar no compartían el mismo salón de clase y sus cuartos de dormitorio estaban demasiado lejos como para "topárselo por casualidad". Pasó saliva, sin hacer ruido alguno, en cuanto observó detenidamente su pálido rostro, ojeroso, y el único brillo en sus ojos era el que reflejaban las lágrimas que le escurrían.

-... ¿T...? ¿Taekwoon? –Su voz se escuchó débil, e intentó carraspear su garganta para poder alzar un poco más la voz, aunque ésta se le fue cuando se dio cuenta que Hongbin y Sanghyuk se quedaron quietos, de pie a espaldas del rubio.

-Qué bonito encuentro. –Suspiró Hyuk con una sonrisa amplia en los labios, borrándola en menos de un segundo. –Déjenos a solas.

Wonsik se sobresaltó en su lugar cuando se dio cuenta que a sus propias espaldas estaban Jaehwan y Hakyeon, mirando el marchar de los tres restantes, destrozándose con un escalofrío que le torturó el cuerpo entero cuando se dio cuenta que Sanghyuk no dejaba de verlo atentamente, estando aún detrás de Taekwoon.

-¿Pasa algo, Kim? –Alguien debía a premiar a Sanghyuk como el mejor actor del siglo, porque su voz y su gesto facial llenos en mortificación le hubieran sido creídos si no fuera consciente que era el mismo pelinegro quien le puso en ese estado, prefiriendo olvidarse, de momento, ciertas situaciones que vivió con él y de las que fue obligado.

-Púdrete, Han ¡Tú y Hongbin!

-Te recuerdo que fue él quien te trajo aquí. –Sonrió antes de reprimirse una risa, cubriéndose la boca con la diestra por un momento, suspirando algo cansado antes de dar algunos pasos hasta quedarse atrás de él, y así, poder observar a Taekwoon a la cara. -¿Todo bien, Taek? –Arqueó una ceja al tiempo que tomaba a Wonsik de los hombros y le daba un masaje, sin despegar su atención del fino rostro del rubio, quien seguía silencioso hasta que sus miradas se encontraron.

El Bello DurmienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora