Capítulo 5: Nada que temer

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~10mo miércoles~

—¿Qué tienes Jackie?

   —¿Ah? No es nada Skye.

   —Pues desde que entramos a Bosques Lluviosos te noto más tenso y nervioso que de costumbre. ¿Qué te preocupa, Orejón?

   —¿Qué, tenso yo? ¡Claro que no! Estoy bien... —Desvió la mirada.

   A la vulpina no le convencía el rostro de su copiloto. La zorra ártica conducía la oxidada grúa de Jerry por las húmedas avenidas del Distrito Forestal. Skye y Jack regresaban de una visita a domicilio que la mecánica hizo y donde Jack planeaba asistirla, pero al final fue una pérdida de tiempo porque el animal que los convocó les canceló el servicio cuando ya iban a medio camino; en ese momento, la vieja camioneta regresaba al taller de Jerry para que sus pasajeros continúen con sus lecciones sobre reparación de autos; sin embargo, desde que la zorrita entró al mojado distrito, percibió que Jack mostraba más incomodidad de la que suele proyectar cuando ella está cerca de él.

   —No me engañas Jack-Jack, algo tienes y no es sueño. Y tiene algo que ver con el clima.

   —Ah... mira. —Suspiró irritado—. Simplemente este no es mi ecosistema favorito, no me gustaría tener que mojarme y ya que estamos en esta chatarra rodante, las probabilidades de quedarnos varados con este clima no son alentadoras.

   —Pues esta "chatarra rodante" es un auto clásico y aunque tenga tantos años como tú, abuelo, te garantizo que es menos probable que se descomponga este bebé a que tu zanahoria con ruedas, ¿eh?

—¿Por qué me dices anciano, niña? No nos llevamos tantos años de diferencia.

   —Lo que diga Sr. Conejo. —Sonrió con maldad al ver como su copiloto arrugó las cejas—. Abuelito dime tú...

   La improvisada cancioncita de Skye fue cortada por un repentino estruendo proveniente del capo de la grúa; el vehículo pareció perder velocidad por unos segundos y la zorra maldijo ante tal ironía de la vida.

   —No digas nada enano, tengo esto bajo control —Metió la pata al bolsillo delantero de su peto—. Nada que una mecánica profesional no pueda solucionar.

   Ella sacó una llave inglesa y le propinó un duro bastonazo al tablero, encendiendo las luces por completo y hasta la radio que había dejado de funcionar hace unos días. La vulpina arrancó de nueva cuenta la camioneta y viró hacia Jack con una mueca taimada.

   —¡Ja, ja! ¿Lo ves? ¿Qué te dije Franjas? Este bebé sólo necesita un poco del amor de mamá de vez en cuando... ¿Franjas?

   Skye atisbó a la liebre que estaba aferrado al asiento como si su vida dependiera de ello, tenía unos ojos intranquilos y su naricilla temblaba sin control; la hembra detectó asomos de miedo en el lagomorfo.

   —No es cierto... ¿pensaste que el ruido fue un rayo? ¿Era eso? ¿Te dan miedo los relámpagos? Je, je... ¡Ja!

   —¡Ci-ci-cierra la boca, Skye!

   —Ay mi vido —posó una zarpa sobre su pecho— No sabía que te aterraba eso. Me hubieras dicho y hubiéramos tomado otro camino para que mi bebé Jack no se asustara.

   —¡Por eso mismo no te lo dije! Sabía que me molestarías con eso todo el camino. ¡Y no me dan miedo los relámpagos! Me asusta la posibilidad de que pueda caerle uno a este ataúd andante. Y no me gusta tratar con cosas eléctricas en general.

   —Bah, no seas mentiroso, es muy improbable que un rayo alcance a un coche, y en el raro caso de que suceda, la energía se disipa gracias al efecto de la jaula de Faraday.

Todo un macho haré de ti [Skye x Jack]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora