Capitulo 1: El principio de la destrucción.

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  "Me gustas... ¿Me darías una oportunidad?"
"Nunca conocí a alguien como tú ¿saldrías conmigo?"
"Eres única y especial para mi. Quiero que seas mi novia"
"Te prometo jamás romper tu corazón, por favor, dame una oportunidad."
Las mismas palabras de siempre, pero de distintas bocas. Nada nuevo para la hermosa jovencita de cabello oscuro.
-No...- respondió ella fríamente y mirándolo a los ojos.
-Está bien, lamento haberte molestado.- dijo el joven avergonzado y se marchó casi corriendo.
Ella se quedó parada bajo el árbol en el que se le habían declarado. Continuó allí viendo como se alejaba el muchacho, sin ningún cargo de conciencia.
-Mmm ¿un nuevo pretendiente?- preguntó Chibusa apareciendo sorpresivamente junto a su mejor amiga.
-Era- respondió Hotaru y acomodó su cabello con una mano –¿Regresamos juntas?-
-Lo siento, Helios y yo iremos al cine- respondió Chibiusa con algo de culpa -¿me acompañas a esperarlo?-
Las amigas salieron de la escuela y se sentaron en el enorme parque que había en frente. Chibiusa tomó su mano con entusiasmo como acostumbraba hacer desde que se conocieron hacía ya 5 años atrás. Ahora eran dos señoritas y Hotaru ya estaba próxima a entrar en la universidad. El vinculo entre ambas, por supuesto, se había hecho mucho más fuerte.
-Tienes que contarme ¿quién era ese chico?- preguntó Chibiusa.
-No era nadie, sólo me estaba molestando...- respondió quitándole importancia a lo sucedido.
-Hotaru, hay tantos chicos que quieren salir contigo...-
Hotaru soltó un largo suspiro, ya conocía los argumentos de su amiga.
-...sé que no hay que salir con todo el mundo, pero ¿cómo vas a encontrar el amor si no le das una oportunidad a nadie? Eres tan abierta conmigo ¿por qué no con los demás?
-Sé lo que todos piensan sobre mi- la interrumpió Hotaru –dicen que soy orgullosa y que no hablo con nadie por considerarme superior, que quizás tengo otros gustos porque no quiero salir con ningún chico o que los humillo apropósito para darme importancia, que soy rara y seguro es porque estoy loca como el doctor Tomoe- terminó de decir sin inmutarse ni una sola vez. No había vuelto a llamarlo padre y tampoco hablaba de lo ocurrido con él.
Chibiusa la miró con preocupación. Aunque Hotaru jamás lo demostraba, veía en sus ojos el dolor que intentaba esconder.
-Allá está tu novio- señaló Hotaru al joven de cabello gris que acababa de cruzar el portón de salida.
Aprovechó para despedirse rápidamente de su amiga y no continuar con la charla. No es que estuviera incomoda con ella, es que ese día en particular no se sentía muy animada.
El invierno estaba cerca y también fin de año, esto ya no le traía buenos recuerdos.
Ya estaba cerca de casa cuando por casualidad se cruzó con el muchacho que se le había declarado un rato antes. Él se ruborizó ligeramente, pero ella siguió mirando al frente.
-Discúlpame, vivo por aquí. No es que te esté siguiendo o algo así- le aclaró preocupado por lo que ella pudiera pensar.
-Esta bien- se limitó a responder. En realidad Hotaru sabía muy bien que eran vecinos, lo había visto varias veces por allí aunque jamás se lo hizo notar.
El joven se debatía internamente entre seguir caminando a su lado o cruzar a la vereda de en frente y ella notó su incomodidad.
-Vivo aquí...- dijo Hotaru deteniéndose en un edificio y con intención de saludarlo. Él parecía no saber que decir –Adiós...- dijo esperando a que le dijera su nombre.
-Es verdad, no te lo había dicho antes- respondió él con nerviosismo. Acababa de darse cuenta de lo tonto que había sido, le pidió una cita y ni siquiera le había dicho su nombre –soy Furukawa Ryota. Estoy en último año como tú...- decía él, pero ella lo interrumpió un poco cortante.
-Si, lo sé. Te vi antes. Gusto en conocerte. Adiós, Furukawa- se despidió de él rápidamente y se dio la vuelta para entrar, ni siquiera notó que Ryota se ruborizó un poco con sus palabras.

El departamento estaba en completo silencio, todo estaba ordenado y limpio.
Dejó su bolso y su abrigo en la habitación, vio una pequeña nota firmada por Setsuna pegada en el refrigerador indicándole que la cena estaba lista y guardada dentro. Se dirigió a tomar un baño caliente y se puso cómoda para hacer sus tareas.
No tenía problemas para concentrarse, era una excelente alumna y no tenía ningún problema que turbase su mente ágil. Sin embargo, tenía un mal presentimiento, como si algo fuera a suceder. Supuso que se debía a los recuerdos que le traía esa época del año.
Dos horas habían pasado muy rápido, pero comenzaba a sentir el cansancio. Cerró los libros y se recostó en la cama un momento. No pensaba dormirse, pero lo hizo.

        
-¡Hotaru está durmiendo, baja la voz!- se quejó Haruka Tenoh, aunque irónicamente lo hizo con la voz bastante elevada.
Las luces estaban apagadas, pero Hotaru se había despertado aunque no se los hizo notar.
-¡¿Qué me calle?! ¿Por qué me haces esto, Haruka? ¿Por qué?- escuchó los gritos ahogados en llanto de Michiru Kaioh.
-¡BASTA! ¡Suficiente!- la voz de setsuna se elevó por encima de las demás y luego todo fue silencio.
Hotaru sintió miedo, no entendía que pasaba, pero comenzó a llorar.
"La destrucción que exige un nuevo renacer, se acerca. Despierta."
        

Hotaru abrió los ojos y se sentó en la cama como si tuviera un resorte. Tomó aire antes de notar que tenía lagrimas medio secas en el rostro. Estaba confundida por su sueño, no estaba segura sobre la voz del final. Se sintió igual a cuando aún no sabía que era la reencarnación de la guerrera de Saturno.
El teléfono sonó y corrió a atenderlo.
-Hotaru ¿estás bien?- la voz de Setsuna sonaba preocupada.
-Si, estoy bien. ¿Aún estás trabajando?
-Ya estoy regresando, algo está ocurriendo- decía setsuna, aunque su voz era tapada poco a poco por el sonido de varias bocinas de otros autos –Escúchame, pase lo que pase no salgas de casa. Estaré ahí en un momento.
Al cortar la llamada, Hotaru se asomó a la ventana. En el cielo casi oscuro había un enorme embudo de color negro violáceo del cual salían rayos. Daba la impresión de que la tierra entera sería absorbida por el.
El corazón de Hotaru se aceleró, pero no tenía miedo de lo que veía. Pues no creía en la muerte ni en el final absoluto. Entendía que si este fuera el final, ella misma, con o sin ayuda se encargaría de hacer que el mundo viera la luz de un nuevo amanecer.
La razón de su intranquilidad se debía a algo más humano y profundo.

El extraño embudo que cubría la ciudad desapareció media hora después. Para cuando Setsuna llegó a casa, ya no había nada en el cielo.
Hotaru le habló sobre la voz que escuchó en el final de su sueño, pero no sobre el inicio de su sueño.
Setsuna había decidido regresar más temprano de su laboratorio porque las computadoras habían registrado una anomalía en el espacio. Esto la había puesto en alerta y se fue de inmediato. No estaba segura sobre avisar de esto a Usagi o si sería mejor intentar arreglarlo sola, pero al salir y ver aquello en el cielo, supo que el nuevo enemigo no sería el único problema.  

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