Raquel

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Tocaron a mi puerta, a la hora indicada, era la posadera, traía la bandeja con el desayuno. 

-Con permiso señorita, buenos días, espero que haya descansado muy bien- 

-buenos días, gracias, descanse muy bien- la pequeña mujer puso la bandeja sobre la mesa junto con una servilleta blanca. 

-¿Le gustaría alguna especialidad para el almuerzo o la comida? -No gracias, pretendo irme después del almuerzo pero, ¿podría traerme unas cosas del mercado? Solo unas cosas, para lo que nos falta de camino- 

-Claro que si señorita ¿Qué se le ofrece?- 

-¿Usted sabe leer?- 

-Por supuesto -entonces creo que le haré una pequeña lista- anote solo lo esencial, un poco de fruta, agua y pan. Le di rápidamente la nota y ocho monedas de plata, con eso era suficiente, incluso más de la cuenta -se lo traeré de inmediato- 

-Pero primero, vaya al coche y traiga la canasta que está arriba, o solo dígale a Mauricio que se la traiga por favor, yo bajaré en un rato, y la esperare lista para irme- 

-Muy bien con su permiso Me tome mi tiempo para desayunar, todavía no salía el sol, todo estaba muy oscuro, pero las personas de los negocios ya estaban abriendo. 

No escuchaba ruidos, ronquidos o algún otro sonido proveniente de las otras habitaciones, así que supuse que tal vez y no tenía tantos inquilinos la pobre mujer. Siempre me compadecía de las personas a los lugares que iba, no tenían trabajos seguros, y tal vez pasaban días con hambre o con problemas para conseguir dinero, así que dejaba unas cuantas monedas de plata sobre la almohada o envueltas en alguna servilleta en forma de agradecimiento, acomode tres monedas de oro entre la servilleta ya que no la había usado, tome mis cosas junto con mi bolsa y me dirigí hacia donde estaba estacionado el coche. 

Era raro, me sentía extraña cada que la gente me veía, era como si toda mi vida hubiera sido invisible y de repente de la nada comenzara a brillar como una estrella. 

Mauricio me abrió la puerta y me ayudo a subir, la mujer todavía no llegaba, pero yo no tenía prisa, Mauricio había dejado la puerta abierta, ya que sabía que era mejor que yo me llevara la comida, era más fácil y practico. 

Pasaron unos cuantos minutos y un momento después logre ver a la pequeña mujer acercándose con la enorme canasta, Mauricio, le quito de inmediato la canasta no solo porque se veía muy pesada, sino también porque le costaría trabajo subirla. 

-Ahí esta todo lo que me pidió y esto es lo que sobro- me dijo al momento en que extendía su delgado brazo por la ventana. 

-Puede quedarse con lo que sobro, no se preocupe y muchas gracias- 

-al contrario, muchas gracias a usted- la pobre mujer se fue dentro de la posada, yo estaba esperando a que Mauricio cerrara la puerta, pero un momento antes me dio un pequeño sobre, era del mismo tipo de papel que el de la nota que días atrás me había dado de Don Jorge, de inmediato lo tome y Mauricio cerró la puerta. ¿Porqué Mauricio se había esperado tanto tiempo para darme esta pequeña carta?,¿ acaso me estaban ocultando cosas él y Don Jorge?, sea lo que sea, al parecer Don Jorge quería que lo supiera hasta casi haber llegado a la hacienda, de cierto modo me preocupaba ya que era extraño, con Don Jorge una nunca sabía que esperar, quería saber lo que decía, pero a la vez me preocupaba, o tal vez eran los nervio que me han perseguido desde hace días, finalmente, me arme de valor y abrí el sobre.

Querida Janeth: 

Ya están a punto de llegar a su destino, no sabes lo mucho que me arrepiento de no poderte haber ayudado más, sé que eres muy lista, también sé que encontraras la manera de que las personas crean en todo lo que les digas, pero para que la mentira funcione, creo que debería de decirte más cosas del tema: 

Las joyas del vampiroWhere stories live. Discover now