Capítulo 5

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Caminaba distraída junto a Rebecca, que no paraba de hablar.

- Y entonces, me miró, y me dijo "¿Te gustaría que algún día nos casáramos?", y yo le dije "¡Estás loco!", y me empecé a reír, pero él parecía que lo decía en serio.

No podía parar de pensar en los sueños tan extraños que tenía últimamente. No eran todos los días, pero cada vez eran más frecuentes. Estaba empezando a preocuparme. ¿A qué venía todo aquello? Parecía como si a Daniel ya lo hubiese conocido hacía mucho tiempo. Y había cosas que me aparecían difusas de los sueños.

-Oye- llamó mi atención Rebecca.- ¿Me estás escuchando?

-Perdona, ¿Qué decías?- me disculpé.

-Te preguntaba por tu opinión.

-¿Sobre qué?

Me miró estupefacta y luego indignada.

-Está claro que, o no te interesa lo que digo.- dijo muy ofendida.- O... ¡Estás enamorada!- se le ocurrió.

-Que va - le dije un poco molesta, y salí corriendo hacia la puerta de la Uni.

.........

En el descanso de las doce, me metí en la biblioteca, en busca de algo interesante para leer. Vi al chico nuevo en un rincón apartado.

Estaba leyendo Harry Potter y el prisionero de Azkaban. Así que me acerqué, con curiosidad.

-Ese es el mejor libro de la saga, sin duda.- le dije, sentándome a su lado.

Apartó la mirada del libro, y me sonrió.

-Que sorpresa.- dijo.- La verdad es que yo opino igual. Es la quinta vez que lo leo.

-Lo cierto es que lo merece.

-Como también es cierto que es un placer conocer a alguien que no se te acerca para conseguir tu número de teléfono.- dijo, con una mueca de desagrado, dirigida a alguna parte de la sala.- pero bueno, ¿Cómo te llamas?- se dirigió de nuevo a mí con interés.

-Emily.- dije, sonriendo al recordar cómo se había puesto Rebecca la primera vez que lo vio, y como quiso pedir su número.- ¿Y tú?- pregunté, aunque todas las chicas no paraban de cuchichear su nombre.

-Hugo.

Me percaté de que media biblioteca tenía los ojos puestos sobre nuestra mesa. Me sentí algo incómoda. Sí, debía ser alguien famoso, pero no me iba el cotilleo.

-Bien Emily. Visto que pareces una persona bastante cuerda, ¿Me harías el honor de compartir mesa el resto del curso conmigo?- dijo, casi riéndose.

-Será un placer... Hugo Atenas.- dije, recuperando la sonrisa.

Me miró con gesto de sorpresa. Me levanté y salí de allí, consciente de que más de uno me miraba.

Me fui a la clase de matemáticas, a la que llegué con antelación. La puerta estaba abierta, así que entré y me senté al fondo. Había cogido un libro que se encontraba dentro de la mochila de Hugo, que había despertado mi curiosidad. Sabía que estaba haciendo algo incorrecto, mirando sus cosas, pero quería saber más de él.

El libro se titulaba Jayme Atenas, capitán español y valiente combatiente. Debía ser un libro muy antiguo, y apenas registrado. Databa del año 1730. Muchas de las páginas se habían vuelto amarillentas por el paso del tiempo. Estaba lleno de anotaciones por todas partes.

La letra de las anotaciones era particularmente bonita y legible. Comencé a leer la primera página.

«Jayme Atenas. Capitán español.
El 25 de mayo de 1703, en compañía del Capitán Bartholomé de Melledín, comandó  una fragata hasta la plaza de Melilla, donde combatió a los moros en un recio combate que duró más de cuatro horas, y en el que mataron a trece moros y llevaron de vuelta 16, cautivos, presa de mucho valor, cargada de espejos, vidrios de todos los géneros, abalorios, cantidad de ceñidores de seda y algunas telas.  Además de cuatro cañones de artillería, que llevaron hasta el Castillo de Casaza, en Tosos.»

Alguien me sorprendió por detrás, quitándome el libro de las manos. Me giré, con intención de decirle, de forma no muy educada, que me lo devolviera.

-Sabía que habías sido tú.- soltó una carcajada.- Cuando me dijiste lo de Hugo Atenas.

-Lo suponía- le dije, un poco avergonzada.- Pero ¿Cómo has sabido dónde me encontraba?

-Te he seguido.- sonreía, con los ojos iluminados.

-Oh- dije, aun más avergonzada.

Se quedó mirando el libro por un momento, muy serio.

-¿Qué has visto?- me preguntó. Ya no sonreía, y en su cara no se veía ni rastro del gesto divertido que me había mostrado antes.

-Nada... es decir... sólo he leído el primer párrafo.

Me miró con cara de póquer, y después me sonrió socarronamente. Se acercó a mi cara.

-Mi apellido es Pernica, por cierto.- me dijo al oído, y salió de la clase fugazmente.

Tras él entró el profesor. Me quedé mirando la puerta, ya inmóvil.

Rebecca estaba a mi lado. Me dio un codazo.

-Le gustas- me susurró. Su cara era de incredulidad.

-No... no lo creo.- alcancé a decir.

Te Veré en mis SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora