My Greek God I: Αpolo ⚣©

♌ δέκα ♌

Arley encendió el equipo de música de Dominik y seleccionó una canción aleatoria y justo sonó Wolf in sheep's clothing, la canción preferida de Dominik y de Arley, Arley comencé a subir el volumen y comenzó a cantar a todo pulmón las partes de la canción que conocía. Justo cuando llegó la parte que mas le encantaba de esta canción, se subió a la cama y comenzó a saltar sobre ella. — Who am I kidding?, Now, let's not get overzealous here, You've always been here a piece of shit, If I could kill you I would, But it's frowned upon in all fifty states, Having said that, burn-in- heeeeell!.

Finalmente Antonio decidió dejar que los chicos, se divirtiesen, Arley bajó de la cama y comenzó a pasearse por la habitación, de repente escuchó el sonido de unas piedrecitas golpear un cristal, Arley comenzó a imaginarse que era un hombre sexy que queria declararle su amor a él, corrió hacia la ventana y la abrió.

— ¡Si, quiero casarme contigo!— gritó. Arley oyó como alguien chistaba y vio a Dominik con lagrimas en los ojos. Dominik comenzó a escalar por los huecos de la pared y Arley le ayudó a entrar en la habitación.

— ¿Qué pasó?— preguntó Arley.

— ¡Está casado y aun así dice que me ama!— dijo Dominik mientra se dejaba abrazar por Arley.

— Oye ¿Cuántos años tiene?. — no lo se treinta, mil, no lo sé — respondió Dominik.

— Si fuese un extraño te diría que dejaras de hablar con él, pero como soy tu mejor amigo y se cuanto amas a ese hombre, lo único que diré sera...¡lucha por el imbécil, si te ama es por alguna maldita razón, si yo fuese tu iría a su casa, le besaría y le confesaría lo que siento!...¿entiendes?— dijo Arley.

— No hacia falta gritar, pero...su esposa y...tiene hijos— dijo Dominik.

— Así que...¿te gustan los casados y viejitos?— dijo Arley mientras sonreía pervertidamente.

— ¡No!, es solo que...

Dominik no respondió simplemente, se tumbó en su cama y se cubrió con las sabanas. Arley apagó el equipo de música y se tumbó al lado de Dominik.

Sin darse cuenta se quedaron dormidos y poco después oyeron unos susurros y pasos. Los dos se alarmaron y no se atrevieron a levantarse. Sintieron como alguien quitaba la sabana. Arley y Dominik soltaron un grito, pero fueron callados pos dos bofetadas.

— ¿Que le da a la gente con entrar a mi casa?— preguntó Dominik.

Las luces se encendieron y se encontraron con Afrodita y Hécuba. Dominik y Arley se quedaron asombrados por la belleza de aquella reina y aquella diosa, el pelo castaño de Hecuba era rizado, sus ojos eran de un color negro y llevaba un vestido rojo con mangas azules y estaba descalza.

¿Como Apolo podría preferirme a mi antes que ella?, es hermosa—pensó Dominik.

— ¿Quien de los dos es Dominik?— preguntó Hécuba. Dominik alzó la mano con vergüenza y la reina se acercó a él.

— Por favor, cuida de Apolo...hazle feliz, él...sufrió mucho después de la perdida de su hijo, al igual que yo...yo...no puedo seguir con él, no puedo hacerle feliz, el dolor de la perdida de mis hijos es muy fuerte.

—Pero usted es hermosa reina Hecuba, es perfecta, viste con ropa elegante y como dicen los dioses, solo soy un mortal.— dijo Dominik.

— Eres mas que eso, ahora eres esposo de Apolo, te doy mi aprobación.

— Pero...yo...— balbuceó Dominik.

— Apolo piensa convertirte en semidiós, por favor no le rechaces mas, el sufre.

Dominik derramó unas cuantas lagrimas y asintió con la cabeza. Afrodita bufó y le entregó una daga a Hécuba. Esta sonrió levemente, me beso en la frente y clavó la daga en su pecho, así, cayendo en los fríos brazos de la muerte.

— ¡No, ¿por que hiciste eso?!— gritó Arley mientras miraba a Afrodita.

—Ella planeaba suicidarse, solo quería asegurarse de que Apolo fuese feliz...bueno yo me voy, el apeste a mortales daña mi nariz.

—Espera...Dominik...debes ir a verle, ¿no?—preguntó Arley, este asintió y abrazó a su amigo.

— ¿Estarás bien?—preguntó Dominik.

—Claro...abrazare esta almohada e imaginaré que es un papasito sexy...ahora ve a por tu Dios Griego. —dijo Arley mientras abrazaba una almohada

Menos mal que cambie las almohadas—pensó Dominik.