5

626 38 8
                                    

Soñé con ella, estábamos en aquel café, nos besábamos con hambre y al terminar toda la gente nos miraba. Desperté sudando, un poco caliente, un poco asustada, no pude volver a dormir profundamente y me levanté fatal; Rose lo notó nada más abrir los ojos y se dedicó a mimarme.

Al llegar a la universidad no quería realmente entrar a ese salón pero finalmente me decidí y di la clase en modo automático: hablé sin parar durante 2 horas sobre constructivismo ruso como si alguien le hubiera dado al play, pasando las imágenes frenéticamente; no la miré, hice lo que pude y creo que gané, sin embargo sentía sus ojos mirarme, y me quemaba con cada mirada. Al terminar la clase huí a toda velocidad por las escaleras y me enceré en mi despacho hasta la hora de la comida. Ese era mi nuevo plan, huir, volver a levantar la barrera, fortificarla y atrincherarme allí hasta el final del curso.

Sin embargo Lisa era más hábil que yo: se paseaba por los pasillos tomada de la mano de uno y otra, se cuadraba en la puerta de la facultad tardísimo porque ya sabía que me iba a casa tarde, y la mayor parte de los días me seguía de lejos hasta el coche. Si yo iba a ser la presa había encontrado una cazadora a mi medida, toda su estrategia funcionaba porque no podía dejar de pensar en ella.

A pura fuerza de voluntad me arrastré hasta el final del curso huyendo y evitando estar a solas con la señorita Lisa; aunque me había costado concentración en el trabajo y en casa, había resistido a la tentación, lo que no significaba que la tentación fuera menor: soñaba con ella a menudo, la imaginaba vestida, desnuda, sentada, acostada… y siempre, siempre me quedaba sin aliento al pensarla.

Cuando por fin se fueron los estudiantes de vacaciones, me permití disfrutar el triunfo de mi cobarde plan tomando un café en la cafetería de la planta baja de la facultad, con calma, mientras leía un nuevo libro. Así de distraída no vi venir a Lisa, quien se sentó frente a mi repentinamente.

J-Señorita Manoban – dije con cara de pocos amigos

L-Jennie - comenzó con calma - dejemos de jugar, hablemos. Ya no eres mi profesora

J-No tenemos nada de qué hablar – le dije tajantemente

L-Si eso fuera cierto no habrías pasado el curso ocultándote en tu despacho. Y solo por un beso…

Esperaba una reacción pero yo estaba decidida a no reaccionar. Me miraba con los ojos vidriosos de lágrimas mientras yo tenía los ojos fijos en el café

L-Mira, como quieras… Me voy, no vas a volver a verme en un buen tiempo, eso es lo que quieres ¿no? En Septiembre todo esto será un recuerdo para las dos y ya podrán enamorarse de ti otras jovencitas, como cada curso.

¿Enamorarse? Me pareció un poco dramático teniendo en cuenta lo que había pasado: algunas conversaciones comprometidas, miradas furtivas, un par de viajes en coche, un beso… Me quedé en silencio y eso aparentemente le molestó muchísimo.

L-Esto debe ser una broma entre colegas ¿no? Romero las engancha con tan solo mirarlas, les habla de historia del arte y quedan todas colgadas ¿eh?

J-Vete a la mierda Lisa, y tranquila, que de allí no vas a tener que volver en Septiembre – me levanté a toda prisa y la dejé sola.

Volví al despacho muy cabreada y pasé buena parte de la mañana mirando por la ventana y tamborileando con los dedos en la mesa, pensando frenéticamente qué iba a pasar con Lalisa Manoban. Bien pensado lo mejor que me podía pasar era que se fuera todo el verano, al volver probablemente no la veía ni siquiera en Septiembre, pues ya no tomaría mi clase; sin embargo sentía que la estaba perdiendo, que iba a perder toda oportunidad de saber qué me pasaba con esa chica si no hacía algo pronto.

La luz del fuego Donde viven las historias. Descúbrelo ahora