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La semana de la partida de Lisa lo pasé fatal. Rose ya estaba sospechando que algo sucedía porque me costaba levantarme de la cama, todas las decisiones cotidianas me liaban como si fueran trascendentales y volví tardísimo del trabajo cada día. Había creado en mi agenda tal lío que tenía todas las horas ocupadas de cosas para no pensar, no distraerme y no verla; sin embargo un par de días antes recibí el consabido whatsapp del número desconocido que ya me sabía de memoria:  “Me marcho mañana en la mañana. Quisiera haberme despedido de ti.”

Después de nuestro segundo encuentro en su casa me había vuelto a meter en mi caja. Lisa me asustaba, el prospecto de verla otra vez y tener que lidiar el ariete de sus palabras cargando contra la estructura de mi vida mientras me derretía con sus ojos me daba un cierto pánico existencial. Fui espaciando las contestaciones en whastapp durante esas dos semanas hasta que no volvió a escribir, y sin embargo me sentía fatal porque sabía que la estaba ignorando a propósito y eso molestaba hasta al más pasota.

Tenía un día cargado de reuniones en la Facultad y la paciencia más escasa que nunca, todo el rollo de los egos de mis colegas y las palabras grandes me aburría hasta las lágrimas. Ahora sentada con algunos de ellos tamborileaba los dedos en la mesa con fuerza.

- Jennie, ¿se puede saber qué te pasa? está claro que no te interesa lo que estamos diciendo – dijo finalmente el jefe de mi área que recién había retomado sus funciones

J-Perdona– reaccioné ante la reprimenda.

-No, en serio, Jennie, me preocupas ¿te has visto la cara que tienes? – me miró con compasión  – Tómate el resto del día o algo…

J-No puedo  – respondí atropelladamente

-Vale, dejemos esta reunión aquí

Todos suspiraron aliviados, sus sonrisas disimuladas me daban las gracias mientras se marchaban de la sala de juntas, cuando me levanté para irme me detuvieron sosteniéndome por el brazo

-Espera, les he echado para hablar contigo, ¿pasa algo con Rose?

J-No, todo está bien... – dije tratando de sonar natural

-Eso no se lo cree nadie, Jennie ¡mírate! Me recuerdas a mí mismo hace unos meses  –  la gravedad de su voz me hizo recordar los rumores de sus andanzas con una estudiante y de repente me sentí sobre aviso – no sé si lo sabes pero… tuve un lío con una chica, una…

J-Estudiante  – murmuré agobiada

-Sí. No se supone que pase nada si es consensual, tu entiendes… Pero cuando quise cortarlo la chica amenazó con acusarme de acoso y, para hacer el cuento corto, todo se complicó terriblemente

J-Ya  – traté de cortarlo

-¿Entonces…? – replicó – no importa la gravedad de tu problema, Jenn, puedes contármelo, no va a ser más grave que este. – sonrió ampliamente – Aprendí que por mal que se vean las cosas hay que creer en la inocencia de la gente

J-Para.

-¿Nada que ver entonces? – suspiró aliviado y me hizo contener a mí la respiración

J-Todo que ver – por fin espeté. Hubo una pausa de puro terror en sus ojos por un minuto que me hizo sentir en la obligación de aclarar – Pero a ver: no… no tenemos una relación. No ha pasado gran cosa

-¡Jennie! – por fin la reacción – ¿no te la has follado? Porque es una chica ¿cierto? ¿quién?

J- joder, calla. Me estás poniendo nerviosa. Más nerviosa. Obvio que es una chica.

-Pero sí te la follaste – concluyó mirándome a los ojos con cierto dejo de reproche. No tuve que decir nada – córtalo, pronto.

J-Está hecho, no va a ser un problema – respondí sintiendo que se humedecían los ojos

La luz del fuego Donde viven las historias. Descúbrelo ahora