XVIII. Huésped

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El sonido de la puerta dejó de molestarles cuando la voz de la mujer resonó por todo el departamento.

-¿La vieja?

Abrir la puerta no estaba dentro de sus mejores opciones, es más, ni siquiera era una opción. Pero no le quedaba de otra, prefería atenderla en esos momentos y no después, cuando quisiese matarle.

-¿Es tu madre?

-Tu suegra-corrigió al instante y sin dejar de moverse hacia la puerta.

"Suegra...¡Suegra! Y yo medio desnudo", pensó tapándose todo con medio metro de tela llamada: playera negra de Katsuki.

-Si sales con las bolas al aire, te mato-sentenció antes de salir, puesto que el nerviosismo de Izuku podía provocar que éste saliese sin pensar en lo que expondría.

Ahora, que Izuku se mostrase desnudo frente a su progenitora era lo de menos. La repentina visita esperando ser recibida sólo podía significar problemas para él.

-No estés tan feliz de verme, cariño-le aventó el saco para que éste lo agarrase en cuanto la puerta se abrió-. Yo también te extrañé.

¿Extrañarle? Claro que no. La mujer le marcaba del diario como para siquiera añorar escucharle en persona.

-¿Señora Mitsuki?

Los ojos de la mujer se iluminaron cual luceros. Adoraba al engendro de cabello de brócoli y pequitas a par.

-¡Izuku, cariño mío! -estrujó al muchacho-. ¿Cómo te trata éste tonto hijo mío? -preguntó observando al susodicho con intenciones claras de cometer un crimen.

-Él... Él me trata bien.

Mitsuki se perdió en el rostro de Izuku. Éste había dicho aquello con tanta sinceridad y amor en la voz que no tuvo más remedio que dejar de lado su rutina de molestar a su hijo, por lo menos por ese día.

-Me alegra escuchar eso Izuku. Y no, Katsuki, no he venido a "separarlos" -continuó sin quitar la vista de su hijo-, al contrario, tu padre me ha invitado a nadar pero no puedo ir por trabajo. Perderlos sería una pena así que te las vengo a intercambiar.

¿Un intercambio?

Su madre si que no fallaba en sorprenderle y pensó por escasos dos instantes rechazarla, echarla y seguir comiéndose ese "brócoli" pero. Sí, el gran pero que representó la mirada ilusionada de Izuku al imaginarse una salida como esa, le robó las ganas y por el contrario-y a regañadientes -estiró la mano en busca de las entradas.

El precio sería alto pues no sólo eran unos simples tickets. No. Era un pase doble todo incluido a un lujoso hotel que de patio trasero tenía ese parque acuático.

"¿Disneyland?", la idea le cruzó por la cabeza clavándose en ese Izuku que no dejaba de ver cual cachorro el mentado pedazo de papel que Mitsuki paseaba frente al de pecas.

-Ya. ¿Cuánto me va a costar, vieja?

-No mucho.

!", su madre diciendo «no mucho» era impensable.

-Lo quiero a él-señaló al Izuku que seguía con la mirada ese pase como si le pagaran.

¿Izuku? Ese era en precio. Fácil decisión.

-¡No en ésta vida!

-¡Pero Kacchan!-interrumpió Izuku observando como su sueño de montarse en uno de esos juegos con Katsuki se caía al suelo de lo imposible.

-¿Kacchan?-y la mujer, cual foca, comenzó a reírse a penas pausando para tomar aire suficiente y volver a atacarse de la risa.

Sí, su hijo era todo lo que ella siempre quiso que fuese. Un tanto imperfecto todavía, más confiaba en que Izuku le ayudaría en el proceso.

Roommates [KatsuDeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora