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Veinticinco llamadas perdidas, diez mensajes de voz y cuarenta mensajes en whatsapp, pasaban de largo para Alec, sus papás podrían esperar unas horas más, no eran ni las cinco y ya estaban desesperados.

– ¿Es buena idea que lo apagues? – Magnus no lo había pasado de largo, estaba preocupado que después no pudiera ver al chico por su rebeldía.

– Para nada, si llegara a pasar alguna urgencia, Clary contactaría contigo. Nada de qué preocuparse.

Alec se sentía seguro, ni le importaba las consecuencias que después vendrían por lo que estaba haciendo, quería vivir nuevas experiencias con un hombre como Magnus.

Al mierda la vida planeada que ya tenía sin su permiso.

El moreno manejó un rato más de regreso a su casa, era lindo que el coche fuera automático, así podían ir tomados de la mano sin ningún problema durante todo el trayecto, y aunque no eran en sí nada, se comportaban como un par de enamorados libres y locos el uno por el otro.

– Siéntete como en casa Alexander, puedes escoger lo que quieras hacer. – Magnus se quitó la chaqueta violeta mientras Alec se quitaba su sudadera negra.

– ¿Tienes chocolate líquido?

– ¿Quieres un vaso de leche también? – Preguntó con burla y el menor sabía que se estaba burlando por su edad.

– No me gusta la leche pero a lo mejor la tuya sabe bien. – Si querían jugar, podía ser algo muy placentero para ambos.

– Oh, no lo sé, ¿podrás aguantar tomarla completa? – Claro que el juego ya se estaba convirtiendo en algo más.

Alec se acercó hasta el mayor, pasando sus dedos por la quijada cuadrada y suave, erizando su piel con solo un roce.

– ¿A caso es un reto Sr. Bane? – El moreno se inclinó para poder comenzar un beso, pero milímetros antes de llegar a los finos labios, se detuvo, haciendo chocar solo sus alientos.

– Buscaré el chocolate. – Antes de que se alejara, Alec lo tomó de la camisa y lo haló de nuevo hacía él.

– Tiene algunas clases que enseñarme y fetiches que cumplirme, al fin y al cabo es mi primer día ¿cierto? – Le susurró en el oído pausadamente para después morderle el lóbulo sin ningún miramiento.

El ambiente burlesco hacía perfecto el momento, pero el ambiente sexual podía ser más emocionante.

Alec se dirigió a la sala, que ahora estaba libre de libros dejando ver así, el color rojo pasión que tenía. Aquel sillón que había guardado su primer beso, su primer toque eléctrico recorrer su piel, y aunque haya sido apresurado, ambos lo habían disfrutado.

– Entonces el chocolate es un fetiche tuyo sexual o solo quieres comer? – Alec tomó el Hershey's y lo destapó para después vaciar un poco en su boca.

– Ambas, ¿qué es lo primero que me enseñaras?

– Hacer eso que acabas de hacer pero con otra cosa. – Magnus estaba fascinado, podían muy bien demandarlo y meterse en serios problemas, pero Alec...

Alec era ahora el niño más precioso de sus ojos. Ni de loco lo iba a dejar ir.

– Magnus. – El menor agachó la mirada. – Sé que me ves como un niño y sí, eso es lo que soy pero, no me importa, quiero hacer esto contigo, quiero aprender de ti y conocerte en el camino.

El mencionado vio la seriedad que el otro usó, era un tema delicado pero que debía ser hablado, lo que querían hacer no era un simple juego, querían algo más allá que una sola noche y eso, era muy peligroso.

– Mi pequeño. – Se sentó a su lado y movió su desordenado cabello hacia un lado. – Te mostraré la felicidad que hay después de hacer lo que te gusta.

Magnus tomó la mano de Alec, tan pequeña y blanca que sentía que la rompería como un cristal, pero de alguna forma era fuerte, su agarre tenía seguridad, no había temblores ni estaba sudando, Alec quería eso tanto como él.

Caminaron por la casa hasta llegar al cuarto principal; el moreno quería que el chico sintiera su primera vez como algo inolvidable, algo de lo que nunca se arrepintiera. Porque hay amores que terminan mal pero los recuerdos buenos se quedan ahí y por ellos valen las lágrimas que después son derramadas.

No estaba en sus planes lastimar o dejar a Alec, ni menos quería usarlo, sino atesorarlo; sin embargo, la vida da sus vueltas, el destino juega o las personas cambian, pero los momentos no se olvidan si son tan valiosos para dejar recordar.

Alec se sentó en la orilla de la cama, observó cómo Magnus se quitaba su camisa, dejando ver su perfecto abdomen, su piel bronceada, sus pezones ligeramente duros por la falta de ropa, hacía movimientos tan lentos que enloquecía al menor, provocando así que pasara la punta de sus dedos, apenas rozando la piel conseguía que se inquietara por el atractivo placer.

Magnus le quitó suavemente la playera, dejando ver su cuerpo de porcelana, no estaba escuálido, tenía su abdomen y brazos fuertes, la ropa no le hacía justicia. Pasó sus manos por la piel del menor, sacando ligeros gemidos del otro por el caliente toque.

Magnus acercó sus labios hasta el cuello contrario, para succionarlo suavemente, dejando rastros de saliva y besos incompletos, provocando así al pelinegro. Alec imitó los mismos movimientos, se notaba su inexperiencia pero también su esfuerzo por querer complacer al mayor, cosa que lograba aunque no se diera cuenta.

Alec fue recostado en la cama, desapareciendo en un abrir y cerrar de ojos tanto el pantalón como el bóxer que poseía, dejando ver aquel miembro tan comestible para Magnus que le llamaba conforme se iba endureciendo.

Sin que le dijera, Alec sabía que su primera clase iba a ser aquel sexo que podría no utilizar las manos, aquel que te dejaba ver las estrellas; fue por eso que abrió sus piernas, dejando acceso completo para el cuerpo semidesnudo que el menor estaba empezando a memorizar.

Magnus movió su mano con habilidad, los besos nunca faltaban, recorriendo los muslos, el abdomen, concentrándose en el ombligo para después pasar a la punta húmeda, dejando castos besos por toda la longitud, secundados con largas lamidas, volteando a ver a Alec para excitarlo aún más.

Sin ninguna palabra, Alec aprendió cómo hacerlo, cómo tomarlo y mimarlo, sabía cómo complacer con mayor detalle. Sabía dónde debía poner sus manos, la velocidad y los movimientos. Porque con todo eso, él había llegado al mejor orgasmo de su vida y haría que Magnus disfrutara tanto como él lo había hecho.

Las cosas no son tan rápidas pero tampoco tan lentas, sino a su tiempo, Magnus quería proporcionarle ese tiempo y Alec quería aprender poco a poco en cada momento que se vieran.

De todas formas, era su primera clase de muchas.



Waa, la verdad me vino la inspiración a ésta hora xD Espero que les haya gustado :*

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