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Alec daba vueltas de un lado a otro, pensando y procesando lo que le habían dicho, el par de abogados lo veían con atención para ver su siguiente reacción.

– Okey, a ver... ¿Esto en qué puede afectar? – Preguntó con algo de tranquilidad.

– Si te ven con Magnus en alguna parte, dirán que te tiene secuestrado y lo arrestarán.

– Pero ¿y si digo que es un conocido mío? Tú puedes ser su abogado Ragnor o el mío.

– Alec, tú mamá está loca, es su palabra contra la tuya, aparte de que ahora le tiene coraje a Magnus porque no la quiso ayudar. – El moreno cerró los ojos y se quedó en silencio.

– Bueno, podría regresar a mi casa y decir que solo me había escapado. – Saldría ganando su mamá pero no quería involucrar a su pareja.

– De cualquier forma diría que sufriste un tipo trauma y te mandaría a algún lado.

– Maldita sea. – Alec volteó a ver al moreno, que seguía sin decir nada. – Entonces ¿cuál es la solución?

Los tres se quedaron en silencio buscando alguna respuesta al problema que hicieron los señores Lightwood.

– Magnus. – El menor se acercó hasta él, hincándose enfrente de él. – Por favor dime algo, no te puedo dejar y tampoco quiero involucrarte.

El mencionado abrió los ojos y bajó la mirada al joven pelinegro, sus ojos azules mostraban la preocupación y afecto que le tenía.

– Mi única solución es que no salgas de ésta casa hasta el día de tú cumpleaños y tal vez un día más. – Dijo el moreno acariciando la mejilla contraria.

– Me parece bien, perfecto, sí... Me quedaré aquí, no saldré ni nada. – Alec se levantó exaltado.

– Harán una pequeña búsqueda, díganme que no los han visto en público. – El menor abrió los ojos como platos.

– U-una vez fue por mí a la escuela. – Magnus rodó los ojos, tenía que haber sido más discreto.

– Maldita sea, y es obvio que resaltabas como una gran estrella ¿cierto Bane? – Ragnor suspiró y se levantó del sillón. – Bien, investigaré el caso, tengo contactos en la policía y me encargaré de las cámaras de aquí.

– Gracias amigo. – Se despidieron, quedando la pareja en silencio.

Magnus fue a la cocina para prepararse un trago, las cosas no le estaban saliendo como había planeado.

– ¿Te arrepientes de lo que hicimos? – Preguntó Alec, sacando al moreno de sus pensamientos.

– Tal vez... Tal vez si nosotros no...

– No lo digas Magnus, sí, ahorita es un pequeño problema, pero ni dos días han pasado, solo faltan seis para mi cumpleaños.

– Te estoy generando tantos problemas Alexander, tú vida era diferente, eres solo un niño. – El enojo estaba invadiendo al menor y lo hizo notar.

– ¿Y qué con que sea un niño? Puedo tomar mis propias decisiones ahora, y me atreví porque te conocí, no me minimices.

– ¿No lo entiendes? Una vez que llegue tu cumpleaños ¿qué? Te quedarás sin tú familia por mí culpa, no sabes si tus papás te permitan ver a tus hermanos, si vuelvas a ir a la misma escuela o inventen alguna cosa para hacerte la vida de cuadritos.

– No me importa, el tiempo pasa y mis hermanos crecerán y no dependerán de nadie, lucharé por hacer lo que quiera con mi vida. – Alec estaba decidido, no había vuelta atrás. – ¿Por qué ahora tú te estás echando para atrás?

ATREVIDOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora