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– ¡Ah! ¡Magnus! – El moreno pasó sus dedos por el mismo lugar, con más delicadeza, esperando que el menor cambiara sus facciones.

– Venga Alec, tú puedes.

– Ahí, ahí... Suave, suave... – Suspiró por décima vez y con sus manos agarró un puñado de las sábanas con fuerza.

– ¿Es aquí? – Preguntó mientras que pasaba su mano por el mismo lugar consiguiendo un gruñido ahogado de parte del otro. – Suficiente, voy para las pastillas.

Como pudo, Alec tomó su mano antes de que se levantara de la cama, jalando de él.

– No, no lo hagas, se me pasará, esto pasa por ser la primera vez. – El menor hizo un puchero, ocultando su dolor.

– ¿Y esperas que con masajes que no se dar, se te quite el dolor? Las pastillas son más efectivas, Alexander.

Habían hecho el amor hasta el amanecer, cosa que ambos habían disfrutado bastante, pero cuando las horas pasaron mientras descansaban, el dolor en la espalda baja del menor, había aparecido notablemente.

– Probablemente sí pero mi cuerpo se acostumbrará a las pastillas y no quiero eso, quiero sentir todo, porque lo vale, porque todo lo que hago contigo cuenta.

Magnus esbozó una sonrisa de cariño y se sentó al costado de Alec, pasando su mano por su espalda desnuda.

– Eres todo un cursi cuando quieres. – Se acercó a su puchero y lo besó varias veces. – Me dejaste claro que querías seguir haciendo esto varias veces así que si quieres repetirlo, déjame hacerte al menos una curación de casa.

Alec achicó los ojos y lo pensó, para después asentir. Le dolía tanto que ni siquiera podía darse la vuelta en la cama.

Se quedó en esa posición por lo que pareció unos minutos, escuchando al abogado mover cosas de la cocina. Se sentía tranquilo y relajado.

A pesar de que tal vez su madre ya haya dejado de regañar a su hermana en vano y haya encontrado la nota que le dejó.

Era preocupante sí, pero se tardarían en dar con él. Al menos le daría tiempo para cumplir años y hacerse responsable de sus decisiones, legalmente.

– Veamos, esto debe funcionar. – Magnus colocó una tipo olla en el piso, sacando de ésta un trapo del agua que desprendía humo, avisando que estaba caliente, lo exprimió y lo colocó donde debía.

Alec iba a preguntar para qué era eso, pero la sensación de alivio inundó su cuerpo, sobre todo en su trasero y arriba de éste.

– No tengo compresas calientes, pero un trapo en agua tibia, ayudará. – Dejó un rato el paño húmedo sobre la piel blanca, para después quitarla y hacer el mismo procedimiento.

– Se siente bien. – Alec sonrió contra la almohada y empezó a mover sus pies, sintiendo que poco a poco se iba el dolor.

– Ah pero el niño quería que le diera hasta el amanecer.

– Nada más porque trabajas todos los días, pero si no te lo pediría cada noche. – Admitió con franqueza.

– Pues... Sí cancelé todas mis citas hoy... Veremos qué hacer en el transcurso del día.

Alec volteó a ver al hombre a su lado. Se veía tan llamativo y apuesto como la primera vez que lo vio, aunque no trajera su traje, ni su maquillaje o joyería encima, era simplemente hermoso.

– Eres muy guapo. Y tos ojos son extraños pero únicos. – Estiró su brazo hasta la mejilla del otro, posando su mano sobre su pómulo.

– Tú eres un niño muy precoz y tus ojos son demasiado hipnotizantes, desde que te conocí, me encantaron.

– Oh, con que estamos diciendo confesiones... – Se removió sin tirar el paño de su espalda, y se recargó sobre sus codos. – Tienes el mejor trasero que he visto.

Magnus soltó una carcajada, casi cerrando sus ojos, mostrando su blanca dentadura.

– Siempre con la última palabra, Lightwood. – Posó su mano por los glúteos desnudos del menor y con su dedo recorrió la piel que se erizaba con el tacto.

– Magnus... – Alec gimió cuando un dedo delineó la línea de su trasero. – Puedo sentir todo... De nuevo.

El moreno sonrió ante su aseveración.

– Ya veo... No debería querer escucharte gemir mi nombre cuando te acabas de recuperar.

Introdujo más su dedo, sobando su entrada que a pesar de que ya habían pasado algunas horas, seguía amplia para él.

– Sí deberías... Ahora. – Estrelló su cara en la almohada, soltando un gruñido por los dos dedos que lo penetraron con habilidad.

Magnus no aguantó mucho tiempo en esa posición, con cada gemido amortiguado por la almohada, lo hizo prenderse más y sacar lentamente sus dedos del interior del menor.

Se levantó para después bajarse el pants junto con el bóxer que traía puesto. Abrió las piernas de Alec y se colocó entre éstas, mientras que besaba su espalda y parte de su cuello.

– Por favor dime si te duele y me detengo. – Con su saliva y parte del pre semen, entró lentamente en él.

– Hasta crees. – Con un movimiento veloz, subió sus caderas, penetrándose de una sola estocada, provocando que ambos soltaran un grito por la sensación.

– Que audaz, Alexander. – Se recostó sobre su cuerpo, sin necesidad de sofocarlo, sintiendo más su espalda caliente por el paño tibio entre ellos y el sudor que combinaban con cada empuje.

Las estocadas eran más certeras, en una noche Magnus había conocido los puntos más sensibles del menor y viceversa. Aunque no cambiaran de posición ésta vez, podían satisfacerse hasta llegar a la punta de una montaña de placer que solo ellos generaban.

Era la tercera vez que el mayor cambiaría las sábanas, pero no le importaba, siempre y cuando escuchara como Alec terminaba y sus paredes se cerraban más a su alrededor, provocando que él le llenara con eficacia.

– Definitivamente, nunca tendré suficiente. – Magnus se dejó caer a su lado, jalando al menor a su pecho.

– Tengo mucho tiempo y espacio para ti. – Dijo Alec con una sonrisa, pasando sus dedos sobre el pecho bronceado, dibujando infinitos.

Se miraron con cariño y se besaron unos segundos después; con lentitud y naturalidad.

– ¡Magnus! ¿Estás ahí? Debes estar ahí, abre la puerta. – Fueron interrumpidos por una voz conocida que tocaba con insistencia la puerta principal.

Con un gruñido de molestia, se separaron. Magnus cubrió la desnudez de Alec con una sábana, y después la suya con los pants que traía.

– ¿Qué pasa contigo tan temprano? – Preguntó mientras abría la puerta.

– Dime que tienes al chico. – Ragnor entró al departamento, cerrando la puerta. – No me mientas Magnus... Necesito saberlo.

– Ragnor, no te daré ningún tipo de información si no te tranquilizas y me explicas qué pasa. – El ojiverde dejó soltar el aire que traía en sus pulmones. Relajándose un poco en ese momento.

– Gracias al ángel, sí lo tienes.

– ¿Me podrías decir qué pasa? – Tomó un libro entre sus manos y se sentó.

– La madre del chico, vaya que está loca. – Magnus soltó el libro y subió la mirada seria hacía su amigo.

– ¿Qué pasa? – Algo estaba mal, su amigo estaba muy alterado.

– Maryse Lightwood y su esposo, han activado la alerta Amber. La cara de Alec está por todas partes.

– Eso quiere decir que, sin que ellos sepan... Supuestamente yo... – Magnus abrió los ojos con asombro.

– Lo has secuestrado.



Wuup, he vuelto en ésta historia ^^ Lo siento por no actualizar cómo antes pero trataré de hacerlo varias veces a la semana ><

Espero que les haya gustado :* Gracias por leer :D

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