01 ↠ 친애하는 ... 번호?

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Acabamos sentados uno al lado del otro, apoyados en las estanterías e irrumpiendo el paso de los pocos locos que iban en busca de aquellos libros que tras nosotros dormían bien acurrucados, esperando contar una historia que, pese a haberla contado más de una vez y haber recibido daño por ello, no se cansaban de contar. Me arrebataste el libro tan pronto como te pedí disculpas y empezaste a echarle un ojo hasta reírte de lo que ponía en su interior. Desde ese momento me di cuenta de que quizás la mitología no te traía lo más mínimo, pero que por alguna razón estabas haciéndole caso al libro que aquella chica tan torpe había precipitado contra el suelo. Recuerdo conversar sobre estupideces, o al menos tú las llamabas así, que no entendías. Recuerdo tu cara cuando dije que todo aquello tenía que traducirlo a otro idioma.

-"¿Inglés? ¿Encima tienes que contar todo esto en ese idioma del demonio?"

Fue la primera vez que me fijé en cómo arrugas la nariz cuando no entiendes algo. Con el tiempo me di cuenta de que lo haces cuando algo no te gusta pero no puedes decirlo en voz alta. A día de hoy me fascina pensar lo rápido que se me pasaron las dos horas que estuvimos sentados allí, hablando sobre el trabajo que ya había acabado y de hecho estaba reposando sobre una mesa en la otra punta de la biblioteca cuando su dueña estaba sentada en el suelo frente a un desconocido del cual no sabía siquiera el nombre pero me había rescatado de tener que cogerme unos cuantos puntos en la barbilla que probablemente arruinaría el final del invierno, aunque aquella primavera había entrado mucho más fuerte de lo que cualquiera podría pensar. Dos horas, Yoongi... nos pasamos dos horas y no me di cuenta de ello hasta que te levantaste sin decir mucho más y dejaste el libro sobre una de las estanterías más bajas. Bajaste la mirada hacia mí y no hiciste más que sonreír antes de señalarme el reloj con un golpe de cabeza. Iban a cerrar y todo el tiempo que pensaba haber aplicado a mi cuidado facial antes de salir lo había empleado en estar sentada en el suelo contigo.

¿Recuerdas cuántas veces más nos vimos en aquella situación? Me pasé parte del semestre yendo al mismo sitio a recoger libros y siempre te vi sentado en la misma zona, con todos los papeles en el suelo y las gafas en cualquier lado. ¿Cómo no iba nadie a pisarlas? De un día para otro cambié mi sitio habitual por una mesa más cercana a los pasillos. Estoy segura de que tu ego se alimentó y pensarás que lo hice para tenerte más cerca, pero lo cierto es que sólo estaba facilitando el trabajo de ir y volver a recoger libros y documentos para mis asignaturas... Pero había días que acababa mudándome cerca porque parecías querer algo de compañía. No te llamo solitario... ni poco sociable, no me malinterpretes. Pero los días que me sentaba a allí había algo que me hacía hacerlo. Quizás era yo. O eras tú en silencio. No lo sé, después de dos años no he llegado a entenderlo del todo bien, pero sí es cierto que ninguno puso pega ante la compañía que el otro le proporcionaba.

Tardé bastante en entender qué era aquello que estabas cursando. Cada día te veía con un libro diferente, desde una rama hasta otra y no era capaz de asociar qué era aquello que hacías. Tú por el contrario no tardaste nada en entender qué estudiaba. Sí que tardaste mucho más en entender por qué lo hacía y por qué tenía esas asignaturas tan raras. Raras para ti, claro está... aunque eras el menos indicado para asociar esa palabra a algo. De hecho, sigues siéndolo. No me quito del saco, no te preocupes por ello, eres capaz de parar de leerme sólo para dirigirte a mí y llamarme rara. Perdíamos horas hablando de cosas triviales que de repente te venían a la cabeza sin ningún motivo pero a mí me hacían levantar la cabeza del libro o de la pantalla del portátil. Dejé de ver tus jerseys de cuello vuelto para pasar a camisetas más finas que remangadas hasta los codos mostraban que el blanco de tu cara era el mismo que el del resto de tu cuerpo. Nunca dejé de ver cómo te caía el pelo por la frente y parecía que podría cubrirte las gafas y nublar tu vista. Es cierto que no te podía imaginar con el pelo de otra forma después de esos meses, ni otro color, ni otro peinado... En sí, creo que no podía ni imaginarte sin gafas y vestimentas monocromáticas. El caso es que siempre estábamos allí... y pese a resolver tus dudas sobre los libros y los textos, admirar la manera en la que apretabas los lápices contra los papeles, nunca llegué a saber cómo te llamabas. No me daba miedo preguntarlo. Y creo que a ti tampoco te daba miedo preguntármelo... pero ninguno lo hicimos hasta mucho más tarde, y a día de hoy me resulta bastante cómico... En sí, la situación era bastante cómica... Pero los exámenes no duraban para siempre, y mucho menos las horas perdidas en la biblioteca.

heroin ↠ myg + shjDonde viven las historias. Descúbrelo ahora