Eran las tres de la madrugada, pero Amaya seguía sin poder dormir.
Eran las voces. Esas voces que tenemos todos. Esa voz que cuando corres, te dice que pares.
Solo que a ella le decían más cosas todavía.
"Todo es tu culpa"
"¿Porque lo sigues intentando?"
"¿No te das cuenta de que no le importas?"No podía más. Tenía que silenciar las voces.
Se puso los cascos y poco a poco, empezaron a callarse.
Notó algo moviéndose en su cama. Su perro estaba intentando enterrarse entre las sábanas, pero no conseguía subir.
Le ayudó a subir, y lo puso a su lado.
Eso la animó. Sabía que a la mañana siguiente estaría más cansada de lo normal.
En poco más de diez minutos, se quedó profundamente dormida. Los recuerdos empezaban a navegar pos su mente, mezclando la realidad pasada con los sueños.
El despertador sonó antes de lo que se esperaba. Lentamente, salió de la cama, se vistió, y una vez lista, se dirigió hacia e instituto. Estaba lloviendo. A Amaya le encantaban ese tipo de días.
En vez de coger el autobús, decidió ir andando, para que así las gotas le cayeran por su piel y de alguna forma "le depuraran el alma".
Tenía tiempo de sobra. Al no desyunar, tenia mas tiempo para hacer otras cosas, como estudiar, o tomar un camino más largo para ir a clase. Fue por una calle cerca de donde vivía Jacob.
Tenía un mínimo de esperanza en poder encontrarse con él.
Sabía que él cogería el autobús. Cuando llovía se ponía la capucha, así que dedujo que no le gustaba que le cayera el agua por encima. Justo al contrario que ella.
Pero cuando llegó a clase, no había nadie. Ni siquiera Nayara, que siempre llegaba a tiempo.
-Oh, mierda. Mierda, mierda, mierda.
Era martes. Los martes entraban a las 9. Así que, había madrugado para nada.
Cómo no tenía nada que hacer (a parte de estudiar, claro) se puso a dibujar. Estaba tan concentrada en su obra de arte sin cara, que no se dió cuenta de que Jacob entró a clase. Se acercó a ella, y miró a su dibujo.
-¿No tiene cara?- dijo sorprendido.
-¿Eh? Ah, no. Es que no se dibujarlas. Así que solo dibujo el cuerpo. Me es más fácil.
Jacob movió las cejas para arriba, dando un signo de afirmación.
Se fue a su sitio, y como todos los días, apoyó la cabeza en su brazo y se quedó mirando la ventana.
Después de hacer el examen a ultima hora, sonó el timbre que indicaba el fin del día escolar.
Seguía nublado, pero había parado de llover.
Amaya decidió irse andando, igual que habia venido, solo que esta vez no estaba sola. Se dió cuenta de que Jacob estaba unos cinco metros más atrás que ella. Decidió esperarle, y una vez le alcanzó, siguió rumbo a casa.
Un silencio profundo abundaba en el ambiente. Para Amaya significaba algo bueno. Quería decir que la simple compañía de una persona era agradable sin siquiera comunicarse.
Empezó a oírse las débiles gotas caer.
Jacob se puso la capucha de su sudadera negra, y Amaya no pudo evitar soltar una risa.
-¿Que pasa?
-Nada. Pareces un súper villano. Un súper villano alérgico a el agua.
-Ojala fuera un súper villano.
-Lo se. Estaría bien.
Después de unos minutos de silencio, Jacob volvió a hablar.
-Y para que sepas, no soy alérgico al agua. Es solo que si no se me queda mal el pelo.
Amaya sonrió. Jacob tenía melenilla, y al parecer era una de las cosas que más le gustaban de si mismo. Corrijo: la única cosa.
Amaya tan solo seguía el paso de Jacob. No tenía ni idea de a dónde iba realmente. Su mente se llenaba de pensamientos, que por una vez, no eran negativos.
-Adios- oyó la voz de Jacob.
-¿A dónde vas?
-A... ¿Mi casa?
-Oh, si, es verdad. Jeje.- dijo Amaya avergonzada.
Jacob hizo un gesto con la mano para indicar que se iba.
"¿Porque siento esto? Se suponía que nada de esto tenía que pasar". Se decía a si misma.
A pesar de todo, estaba alegre, estaba feliz. Hacía tiempo que no estaba así.