Capítulo 24

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Creo que podía llegar a entender a Amaya. Supongo que se sentía sola. Lo de sus amigas, su hermano se fue del país, ¿algo sobre su perro? Bueno, no estaba seguro de ello.

Habrían más razones, pero no tenía tiempo de pensar en ellas ahora.

Presionaba con toda la fuerza que podía la gasa contra su muñeca. La gasa estaba prácticamente roja a causa de la sangre. Por suerte, los coleteros habían funcionado como una especie de torniquete, al parecer eran nuevos y apretaban lo suficiente. Desde fuera se vería como una tontería, pero realmente era de ayuda en esos momentos, por mucho que no lo pareciera.


Cuando vi que apenas  sangraba le puse  una gasa limpia atada para que ejerciera un poco de fuerza, y cogí en brazos a la todavía inconsciente Amaya, y la llevé hasta su cama.

Limpié las manchas de sangre que había en el suelo, tanto de su habitación, las del pasillo y las del baño.

No sabía como todo eso había funcionado. Si no pensara que los milagros no existen, diría que esto había sido uno.

Le limpié un poco la herida con agua oxigenada, y le limpié suavemente la cara con una toalla mojada. Sabía que no servía de nada, pero no tenía nada más que hacer. Me senté a su lado, y esperé.

Me fijé en su habitación. Tenía las paredes pintadas de azul clarito, y tenía varias fotos y posters de bandas de rock, punk y metal. En la parte derecha de la mesa habían algunos dibujos esparzidos, algunos de ellos sin terminar, junto con los lápices de dibujo 3B y 4B, y un lápiz de pintar rojo. Eso me dio mucha intriga. ¿Porque solo el color rojo? Decidí levantarme y mirar los dibujos. Puede que cualquier otra persona le hubiesen parecido dibujos normales, pero yo veía más allá. Habían dibujados algunos seres extraños, representados con rayajos; otros dibujos algo siniestros donde habían lo que parecían cadáveres, ya fuera ahogados o ahorcados; y un único dibujo donde había utilizado el color rojo. En el no había nada más que un gran ovillo de rayas rojas que ocupaba casi toda la hoja.

Me fijé en que había una nota al lado de la cuchilla con la que se hizo el corte. Suponía que sería una nota de suicidio. A pesar de la curiosidad, no miré. No quería invadir la intimidad de Amaya de ese modo. Puede que hubiera estado mirando sus dibujos, pero Amaya la había escrito para que fueran sus últimas palabras, y no pensaba saberlas antes de hora.

Después de unos 17 minutos, despertó.

-No... No se callaban- dijo ella como pudo.

-¿Quien?

-Pensaras que estoy loca.

-¿Quienes no se callaban?- repito yo, algo asustado. Aunque bueno, no creo que fuera ni de lejos como hacia una veinte minutos, donde casi se me sale el corazón.

-Las voces. Tenía que callarlas de alguna manera. Lo siento mucho- dijo mientras se incorporaba de la cama.

No pude evitar abrazarla. He de decir que yo no solía abrazar a nadie. Es más, nunca había abrazado a nadie que no fuese de mi familia.

-No lo sientas.- en ese momento, sentía que todo lo que dijese iba a sonar como una estupidez, y era vedad.


-¿La has leído?

-No.- sabía perfectamente a lo que se refería.

Ella me miró y sonrió.

Amaya había tergiversado mi mundo entero cada día de mi vida desde que me enamoré de ella. Si. Supongo que estaba enamorado. No sé cuándo ocurrió, pero si no era eso, era un virus extraterrestre implantado en mi cabeza, y la verdad, no lo veía como una probabilidad.

-Jacob... Gracias por todo.- dijo ella sonriendo. Su sonrisa era tan preciosa... En ella podía ver escrita toda la historia de Amaya. Desde los malos momentos, hasta ese mismo.

Estaba a punto de decirle lo que quería haberle desde hacía tiempo. Decirle que la quería. Tenía que hacerlo. En las series siempre se confiesan sus sentimientos bajo la lluvia, o en una situación romántica. Esta no lo era. De todas maneras, sentía que ese era el momento adecuado.Pero ella se me adelantó.

-Te... Te quiero- dijo con la voz muy débil.

-Y yo- respondí.

Fin

Punto y comaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora