El tiempo no perdona.

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Y esa mañana se dió cuenta de que el tiempo no perdonaba a nadie. El envase en el que estaba todo su amor ya no era el mismo. Tocó su mejilla arrugada y dijo algo en su mente, diciendo más en su mirada dulce que en sus pensamientos hilados con hebras de miel.

Se levantó, el tiempo también la había arruinado. Suspiro al verse en el espejo. Sabía que nada cambiaría debido a que su amor no era solo un sentimiento pasajero que se construye en apariencias, su amor estaba hecho con ladrillos elaborados con las predicciones que podían hacer del otro, cimentado en sus miradas y sus acciones.

Él despertó y con lentitud se levantó de la cama. Su casa estaba hecha de recuerdos que había dejado la historia que habían tejido y fotografiado juntos. Tocó su hombro con sus dedos acartonados. Todo era igual.

Y entonces también se dió cuenta que el tiempo a lo único que no perdona es a lo físico. Él era el mismo y ella era la misma sin importar las variaciones que pudieran apreciarse. Eran tan solo un envase un poco maltratado que contenía la misma escencia que sabían con certeza duraría para siempre.

La noche también se enamora || DISPONIBLE EN AMAZÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora