Parecía inverosímil que al final del día un pensamiento de una corriente filosófica que había existido hacía tantos años, tuviese de hecho tanta razón.
— Te lo dije. Fue lo primero que te dije.
La búsqueda de la felicidad a través del placer.
— No caigas en las provocaciones de Asier. Te lo advertí...
El encuentro con el placer... a través del dolor.
— Pero estás tan empeñado en ser una perra desobediente que me obligas a hacer esto aun cuando no quiero.
Y es que la línea entre el dolor y el placer era tan delgada como la del amor al odio.
— Voy a enseñarte que nadie más debe tocarte... — Dio otro azoté y aumentó sus estocadas.
Dolía. Tenía los testículos tan hinchados y apretados, listos para liberar su cargar sobre la bonita alfombra de lana que descansaba bajo él, que no podía pensar en otra cosa que en tocarse. Pero esto era imposible, porque había descubierto que el curioso arte de ser amarrado y alzado no sólo se limitaba a que él quedaba vulnerable e inmovilizado, sino a que cualquier movimiento de la soga que lo aseguraba causara con su roce un placer indescriptible que Víctor se aseguró en mostrar a Matthew. Un placer de caricias que podría haberlo llevado hasta el éxtasis de un orgasmo de no ser tocado, gracias además a los azotes que le habían dejado las nalgas como la nariz de Rudolph.
De no ser porque, además, Matthew descubrió algo bastante curioso acerca de los nudos Shibari. Y era que éstos podían colocarse alrededor de ciertos lugares y presionar de manera que el orgasmo se colara fuera de él en forma de precarias gotas. Lentamente, gota a gota.
La perfecta tortura.
En cambio, en lugar de eso, ahora de su rostro goteaba el semen con el que Víctor lo había bañado totalmente como una cascada. Le había rociado totalmente desde la coronilla, los cabellos plateados oscuros que caían sobre su frente bajando por sus gruesas cejas, sus párpados y sus mejillas. Goteando de la punta de su nariz y colándose por la comisura de su boca embriagándolo con el sabor almizclado del semen con aroma a whisky.
Víctor había usado su cuerpo y en especial su boca para saciarse por primera vez en la noche, asegurándole que no era así como había planificado las cosas. Lo había azotado realmente fuerte y había expresado en voz alta lo muy decepcionado que estaba de él y de su inapropiado comportamiento para luego dejarlo allí, sin haber acabado, aun amarrado, colgado y entarquinado de semen.
Matthew aun gemía sollozos. Su cuerpo pedía una cosa, y su corazón otra. Su cuerpo pedía placer, su corazón aprobación.
Pero no había podido evitarlo, aun incluso cuando se había dicho a sí mismo que no. Que no lo hiciera y que respetara a su Daddy. Él lo había hecho; Lo había retado.
Ahora las consecuencias luchaban por salir de él con la bala dentro de su culo en vibración constante, si terminaba enloquecido, al menos podría demandar al maldito.
La puerta color marfil de La Cámara se abrió nuevamente, y su corazón saltó pensando en que sería de nuevo Víctor. Para bien o para mal era un consuelo pensar que tal vez podría haber recapacitado su decisión y ahora regresara para ayudarlo con el pequeño gran problema que tenía allí abajo. O juraría que aquello se le pudriría y se le caería.
Necesitaba liberarse.
No obstante, quien entró por la puerta de la habitación totalmente decorada de blanco y marfil había sido otro. Específicamente uno con el cabello color rojo fantasía.