Epílogo: Nueve Pecados

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— Tiene un currículo impecable, Doctor Lizardi, claro... a excepción del cambio de universidad al final de su carrera... — Dijo la mujer, un tanto apenada, luego miró a Matthew sobre el papeleo — ¿Puedo preguntar cuál fue la razón de tan abrupto cambio?

Matthew dedicó una sonrisa conciliadora y amistosa a su entrevistadora.

— Familia. — Mintió con una naturalidad que provocaba escalofríos — Tuve que volver a mi ciudad natal por problemas personales.

— Oh vaya, es una pena, porque de no haber sido así, habría sido el currículo más impecable y perfecto que pude haber visto en mi vida.

— Muchas gracias...

La mujer tras el escritorio devolvió la sonrisa con amabilidad y ordenó el papeleo frente a él, dejó todo en una pila a su lado y tomó de regreso el bolígrafo sobre el escritorio para firmar su parte.

— Bien, supongo que es todo por ahora. Los horarios están en el contrato — señaló la documentación en manos de pelinegro. — Ha sido un placer esta entrevista, doctor.

Matthew se levantó a la par con la mujer.

— El placer ha sido todo mío, señorita Merino. — Sonrió tendiendo su mano para estrecharla con la contraria — Nos veremos entonces el lunes.

Matthew se despidió de Merino con una leve reverencia y salió del despacho con la emoción bullendo dentro de él. Tomó el ascensor que abrió sus puertas justo a tiempo y pidió que marcaran el piso de la planta baja.

Dejó escapar un suspiro de alivio y volvió a mirar sonriente y emocionado el contrato que tenía en sus manos. Después de haber luchado tanto para conseguir un buen puesto en la gran ciudad capital, lo había logrado, había firmado contrato en medio de una ciudad atestada de profesionales y con pocas vacantes, nada más y nada menos que en una de las mejores empresas multinacionales y como el médico principal en el área de psicología.

El contrato en sus manos era de seis meses por ser el primero, debía de superar dichos seis meses con éxito para renovar uno nuevo con permanencia indefinida. Pan comido, pensaba él en ese momento.

Con su profesionalismo y capacidad analítica, sabía que podría ayudar mucho a la empresa y ganaría un buen peso en su currículo para el tiempo venidero.

El ascensor dio un pitido al llegar a la planta baja y él descendió del cubículo junto a cinco personas más.

Luego de su estrepitoso desenlace hacía casi dos años, Matthew había dejado atrás toda su vida construida con sangre, sudor y lágrimas, literalmente, a lo largo de sus años de sacrificio y estudio.

Había aplastado su orgullo y se había humillado, había dejado de lado su dignidad y se había reducido a un despojo de hombre que debía pedir por piedad y agradecer por latigazos, que aunque aquello no supusiera un problema, lo suponía el hecho del porqué había tenido que aceptarlo en primer lugar.

Por dinero.

Si bien en el presente debía reprimir sus inclinaciones masoquistas por no asustar a su pareja, aquello era mejor que recibir dinero por hacerlo, por más que le gustara, no era lo correcto. Si él iba a doblegarse, humillarse y suplicar a alguien, sería porque él lo deseaba, no porque tuviera una necesidad monetaria.

Había algo llamado "dignidad humana" y Matthew había aprendido a respetar la propia y amarse a sí mismo por sobre todo lo demás.

Salió del edificio y con paso alegre y decidido bajó las escaleras de la entrada, avanzó hasta el cruce de peatones y esperó paciente por el cambio de luz. Desde su posición podía ver por una de las ventanas del local que se ubicaba al cruzar la calle cómo el lugar se veía increíblemente agradable, y pensó que sería un cómodo lugar para tomar algo.

Nueve Pecados©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora