II

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Suena un teléfono, un móvil, para ser exactos. Es la una y media de la mañana. Una chica joven de cabello marrón se levanta del sofá de forma perezosa, sentándose en el borde primero y luego poniéndose en pie. Maldice el haber dejado el móvil en la mesa de la entrada, en vez de tenerlo a su lado. Se rasca la nuca y camina en la oscuridad de la casa, ya que la única luz es la que emana el televisor, además de la luz de la pantalla de su móvil encendido, vibrando y sonando a todo volumen. Llega y toma la llamada a tiempo. Se tapa la boca con la mano y empieza a llorar mientras asiente al oír lo que le dicen por el otro lado.

Sin colgar, enciende todas las luces de la casa, se pone calzado deportivo y una chaqueta fina sobre el pijama corto de verano que lleva. Después de hablar con el del otro lado, cuelga el teléfono. Toma las llaves de casa, su tarjeta de T-money entrada y llama a un taxi, recalcando al menos tres veces que tiene mucha prisa. Apaga todas las luces de la casa y cierra de portazo, bajando cinco pisos corriendo, casi saltando las escaleras y agarrándose a la barandilla y girando en los extremos para perder el menor tiempo posible.

En cuanto llega abajo, el taxi aún no está. La chica mira hacia todos los lados, al borde de un ataque de nervios. Sin poder evitarlo, vuelve a empezar a llorar. No se puede creer lo que ha pasado, no puede ser. Se seca las lágrimas con la manga de la chaqueta, ya que no le gusta que la vean llorando. Llega un coche negro como la noche, que aparca a pocos metros de la chica. Se trata del taxi. El taxista sale del coche y abre la puerta del copiloto de forma elegante, y la joven se sienta y se pone el cinturón.

El conductor también entra y comprueba todas las medidas de seguridad, tras esto arrancando y conduciendo a toda velocidad por la carretera en las zonas que puede. El trayecto a su destino dura unos diez minutos, quince como mucho. La chica se pone cada vez más nerviosa, y de vez en cuando le pregunta al conductor si puede ir más rápido. Él va aumentando la velocidad todo lo que le es posible dentro de lo legal, hasta llegar a un gran edificio. El taxi frena, la chica paga su viaje con la T-money, se despide del conductor inclinándose y corre hacia el interior del edificio. Un hospital.

Llega a la recepción y pregunta por una chica, por su mejor amiga. Le dicen que no puede verla y que tiene que esperar en la zona de espera, a la cual la recepcionista la guía. Una habitación sencilla pero grande, con muchos asientos de color blanco. No hay nadie, solo un joven un poco alto, de cabello marrón y con pinta de ser coreano nativo. Ella sabe que destaca por sus rasgos distintos, sus rasgos occidentales. El chico lleva puesta ropa poco habitual. Una chaqueta y pantalones de carreras, carreras de coches. Se puede ver la preocupación en sus ojos, que se desvían a la joven que acaba de entrar.

Se abre la chaqueta y se la quita, quedando con una camiseta corta de color blanco. Se pasa la mano por el cabello para echarlo hacia atrás, aunque luego recupere su forma anterior. El chico da golpecitos en el asiento de al lado con la mano mirando a la joven, en seña para que que se siente a su lado, debido a que están ellos dos solos en la zona. Ella camina a su lado y se sienta, inclinándose un poco hacia delante y cruzando los brazos, mirando al suelo. Él la mira, y para intentar hacer que el momento sea menos incómodo, intenta entablar una conversación con la chica.

— ¿Qué hace una chica como tú en un hospital a estas horas? —pregunta el chico mirándola. Ella se gira a mirarlo.

— Un idiota ha atropellado a mi mejor amiga —susurra. El chico comienza a ponerse un poco nervioso además de preocupado— ¿Y tú?

Traga saliva. No sabe qué decirle. No sabe cómo se tomará el hecho de que él ha sido quien le ha hecho eso a su mejor amiga. No responde, y se queda en silencio, apoyando las manos en sus piernas y mirando al techo. La chica, aún estando en la misma posición, gira la cabeza para mirarlo. Suspira.

Dope (쩔어)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora