VI

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Junghye POV:

Detesto estar en este lugar. Llevo algo como una semana aquí, pero entre las sencillas y monótonas comidas que no llegan y las largas noches sin pegar ojo, me parece como si llevara meses aquí, básicamente encerrada ya que no me dejan ni levantarme de la cama. Y tampoco puedo hacerlo aunque quiera. El día en el que me digan que al menos puedo poner un pie fuera, no dudo ni un segundo de que romperé a llorar de pura felicidad.

Pero no todo es malo aquí.

Jin y Aerin son realmente muy amables, y ahora son mis padres adoptivos aquí. Gracias a eso, Noka y yo no tendremos problemas de dinero al no poder permitirnos pagar durante más tiempo el alquiler de un piso que se asemeja más a una isla tropical que a un lugar en el que dos chicas jóvenes pueden vivir. Ambos tienen un corazón que no les cabe en el pecho. Además, de el hecho de que, de ahora en adelante, vamos a tener la genial oportunidad de vivir y hacer vida en su casa.

Eso no hace nada más que hacer crecer mis ganas de salir de aquí.

Al menos, Noka suele venir de vez en cuando para que no me sienta sola, aunque Jin y Aerin suelen estar aquí conmigo todo el día, entreteniendome, hasta que cae la noche y llega lo que sería mi hora de dormir. Hacia las once y media, más o menos. Entonces, solo puedo llamarlos si surge alguna urgencia. Algo como un dolor inaguantable que hace que me retuerza. Y Hoseok se aparece por aquí de vez en cuando con algún presente como un ramo de flores o algún que otro libro de fantasía, aún culpable por haberme atropellado.

O al menos, todo esto era antes.

Hace unas cuantas noches comenzó a llegar alguien a la madrugada, que se queda mirando desde el otro lado de la puerta, clavando su mirada en mí como si me estuviera vigilando todos y cada uno de los instantes, siendo solamente iluminado y viendo su borrosa y retorcida figura a contraluz, ya que el cansancio me nubla la vista. La verdad es que resulta muy tenebroso.

Mis horas de sueño se han visto drásticamente aún más reducidas por culpa de este suceso, y tengo miedo de que vuelva esta noche. Y que haga lo mismo que todas las demás veces.

Hoseok se ha ido hace un rato, y el absoluto silencio reina en el pasillo de este piso, habitaciones incluidas. Soy capaz de escuchar mis propios latidos, alterados. Al menos no estoy en total oscuridad.

No me gusta absolutamente nada quedarme sola de noche, es cuando todo resulta más hostil y peligroso cuando se está a solas, o eso es al menos lo que a mí me parece. Este miedo me viene desde cuando era más joven, ya que el barrio en el que me crié no era ni de lejos el más seguro de aquella zona. Casi todos los sábados me encontraba a algún idiota haciendo botellón en alguna esquina.

Oigo unas leves pisadas de la nada, por lo que cierro los ojos con un poco de fuerza y respiro con tranquilidad tratando de relajarme. Voy a hacerme la dormida. Solo por si es la misma persona de las noches anteriores. Las pisadas se hacen cada vez más fuertes y sonoras, pero cesan de golpe. Me maldigo. Creo que se ha parado justo delante de la puerta a las noches siempre abierta de mi habitación. ¿Por qué demonios nadie nunca la cierra al salir?

Reanuda su paso, y dada la intensidad de las pisadas y mis actuales conocimientos de acosadora indefensa, llego a la deducción de que esa persona ha entrado en lo que viene siendo mi habitación.

Genial.

Antes solo se me quedaba mirando como si fuera un acosador, pero desde lejos. Ahora parece que le interesa mirarme un poco más de cerca. ¿No hay vigilancia en este hospital o qué pasa?

Aprovechando que estoy boca arriba ya que es la única postura en la que puedo dormir sin que la pierna me duela horrores por tratar de moverla, inclino un poco la cabeza hacia la puerta y abro vagamente un ojo, lo suficiente como para poder ver algo sin que la persona que me mira se de cuenta.

Dope (쩔어)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora