Cuando llueve

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Llega Septiembre, lo que nos hace recordar que pronto el otoño se plantará con fuerza para recordarnos que el verano y esos tiempos en los que nos preocupábamos únicamente por no llegar tarde a clase se acabaron.
La infancia se desliza rápidamente por el tobogán del adiós. Mientras nosotros seguimos subiendo por la escalera que se empina cada vez más. Y los errores que cometimos, en lo que fallamos y demás, se quedan atrás sin segundas oportunidades de cambiar la escena o algún elemento.
A veces me arrepiento, de no ser, de rendirme pronto, y de luego lamentarme. A veces me atormento por saber que no doy todo cuanto puedo, porque sé que soy capaz. Y ahora, con tristeza miro el ayer, sabiendo que no volverán, no. Atrás quedaron las risas en el parque y el pilla pilla que jugaba con mis amigos, atrás quedaron las libretas rosas que compraba con mi grupito de la primaria. Atrás quedaron las mañanas corriendo para no llegar tarde, y los amigos que hice y que perdí. Atrás quedaron las clases de educación física que tanto maldecía pero que tanto voy a añorar. Atrás quedó la que un día fue mi mejor amiga, que aunque no sepa ella, la llevo muy dentro de mi corazón. Atrás quedó el tiempo en que deambulé por las calles caminando sin esperanza y rota por dentro. Atrás quedaron las risas que viví en esas clases que me acompañaron aquellos últimos dos años, que yo decía, fueron los peores, pero que ahora pienso ya nunca volverán. Atrás quedó la chica de 17 años y todas aquellas vidas que compartí en tiempo espacio. Atrás quedó la falta de preocupación, el deber exclusivo de no suspender ninguna asignatura, y aún así el poder suspenderlas por saber que luego podríamos recuperarlas. Atrás quedaron todos los profesores que conocimos, las clases aburridas de historia, las interesantes clases de biología, y el maravilloso Nietzsche que tanto me cautivó. Atrás quedaron los amores vividos, silenciados, rechazados, platónicos. Atrás quedó todo. Ya nunca volverá.
En la distancia veo como todos corren tras sus sueños.
Los observo y me despido de ellos en silencio.
Nunca más volveré a verlos, nunca más serán parte de mi historia ni yo de la suya. Pero fue gratificante conocerlos. Encontrar vidas y compartir tiempo.
Los miro correr por un sueño, cada uno a su manera, con más o menos fuerza. Pero allá van.
Algunos pisan con fuerza una facultad, otros toman nuevos caminos, algunos siguen en el mismo edificio sobreviviendo por un poco más de tiempo al mundo real.
Y yo ahora, paso por delante del que fue mi instituto y solo pienso en que ya llegó Septiembre, y que por primera vez en seis años, ya no voy a pisar el mismo centro. Estoy frente al instituto donde crecí, y por primera vez en seis años solo puedo ver el ayer que ya nunca volverá.

Recuerdos.

Esta desnudezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora