Esta desnudez

Los girasoles

Mientras yo me pregunto de quién, del tiempo se va escapando una flor amarilla que queriendo ella traerme esperanza, cae sobre mis manos y me dice en un hilo de voz "siguen naciendo flores amarillas".

Hablé de la revolución y de esa rebeldía que junto a tus pies traías, pero cuando saliste por aquella puerta, dejaron las rosas rojas de ser las dueñas de mi jardín.

Ya no hablo del tiempo, ni de la triste realidad en la que vivimos. Hace muchos meses que no le cuento ni a las paredes de la no certeza, y mi cobardía poco a poco vuelve a apoderarse de mí.

Tú supiste de aquello sobre lo que tanto conversaba; la mediocridad mal escrita. Y te hice participe de la vida monótona pero sufrida, y te extrañarías si te dijera que ya no me importa repetir la misma escena, ese bucle que también conociste.

He olvidado las frases que no te gustaba oír, pero te mantenían a mi lado, mis escritos y el pesimismo visionario que guardaba como un proyecto de vida. Ahora es gracioso escucharme decir que he tenido un mal día, o que nadie vive y hemos muerto por pura convicción.

He perdido la senda, quizá, aunque la verdad es que siempre estuve perdida a consciencia, más ahora, a pesar de caminar derecha y que en mi camino hay luz, la esperanza que llevo en el pecho se queda corta ante la guerra que libré aquí arriba hace un tiempo.

"Voy a vivir" me prometí una tarde de Julio, "no volveré a rendirme", y fue tan cierto... lo sigue siendo, de hecho. Esa no es la cuestión, sino el tiempo que no me suelta.

El calendario avanza sin piedad, pisoteando ese verano, el llamado último verano, y muchas penas mueren junto con él quedándose en alguna playa, o en un momento familiar, quizá en las palabras de mi tía, o en la mirada inocente de mi primo. Eso realmente no importa, no al menos si encaro la sinceridad con la falsedad vivida ─que no niego fue una mala decisión─, porque lo único que tengo en mente es que las flores amarillas están marchitándose, y no puedo remediarlo.