XV

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El olor a sangre jamás le ha gustado, es un olor que encontraba en extremo desagradable, olía como hierro, pero también olía a muerte. Cuando la sangre es explulsada del cuerpo es fácil detectarla, ya que sin importar su procedencia tiene un olor similar que te hace darte cuánta inmediatamente que es sangre.

A lo largo de su vida se había topado con este olor de manera muy directa, y siempre es peor cuando está viene de alguien cercano, la sangre tiene la facultad de pudrir el olor natural de las personas, esto volvía fácil la identificación de la persona si conocías el olor.

Y el aroma de Lucy es extremadamente dulce y vibrante siempre le fasino el olor de la rubia, pues ella olía a fresa, esa Balla de olor peculiar más de apariencia hermosa, curiosa y en extremo agria si no es probada a su tiempo o dulce si se sabe cuándo comer, justo como la rubia.

Cuando subió las escaleras y el olor a sangre conjunto con fresa le pego, no necesitaba de ser un genio para saber de quién era.

Ella estaba el suelo, su cabello crubria su rostro y la sangre manchaba su ropa. El corazón se le encojio, corrió hacia ella, abarcando el tramo que quedaba de la puerta a la cama, la sostuvo en brazos, manchando su ropa en el proceso.

-Lucy... Lucy...¿Me escuchas?, Porfavor respóndeme.

Ella en cambio se limitó a mirarlo, sus ojos estaban perdidos, trato de escuchar el sonido de su corazón agudizando su oído, era lento pero constante. La chica miro el piso y luego lo miro a el, alterno este proceso varias veces, sus ojos se perdían y rodaban como si buscara algo.

-sabes Natsu...- la naturalidad de aquellas palabras lo tensaron, apretó los dientes esperando prácticamente cualquier cosa.

Ella enrollo sus brazos en los hombros del dragón y se escondió su rostro en su pecho. -¿Porque hiciste eso Natsu, - le pregunto - yo te amaba, te amaba con el alma, y hasta hace unos años estaba dispuesta a perdonarte, pero ahora, tenias que matarlo ...

Su voz había iniciado como una súplica, como un murmullo de un alma herida, pero... Cuando llegó al final sonó como sorna, como aquel sonido que quiebra algo en tu interior ante la ironía de un momento perdido.

-¿Que...-

Su voz fue más débil, quebrada, como si pequeños cristales le desgarraron la garganta y su brazos temblaron, el sabía que le reprocharía todo, estaba en su derecho, pero no entendía, Natsu no entendía.

-¿ Por qué Natsu.. Por qué mataste a Haru, a nuestro hijo.

Ni supiera pudo parpadear y menos pensar las últimas pelaras de la rubia hacia él, porque después el estaba en el suelo, con la rubia sentada en su pecho, su ojos... fríos y opacos, la adrenalina le inundó sus venas, ella rápida y gil apretó su cuello con sus dos blancas manos, lágrimas brotaban de sus Castaños ojos, el agarre se fortalecía y el aire se cortaba en su boca. Intentó apartarla, pero no quería dañarla, ella estaba dolida y quizá lastimada, el aún no sabía de dónde provenía la sangre, ella se inclinó en su pecho, corrió su cadera a la de él y su pecho rozó el del hombre bajo de ella, se apoderó de sus labios en un beso mortal, robando el poco aire que quedaba en su pulmones.

El sabor a metálico de los labios de la rubia lo aterraron, la chica busco profundizar el beso, aún no paraba de ejercer fuerza en su cuello. El no entendía y su mente dejaba de funcionar, sus ojos se cerraban y sus brazos que estaban posados en la cintura en un intento inútil de apartarla aflojaron su agarre.

-Oh Natsu, eres tan sensual, pero te odio y mataste a tu propio hijo.

El no encontró sentido, no encontró nada mas que negrura , sacudio su cuerpo en un intento de quitarla de encima. Ella se aferró más a él con sus muslos, al final terminó por usar su fuerza, tomó como puedo su brazo y ejerció calor, pronto esto la alertó y quitó su mano despavorida, sujetándola con fuerza, un grito salió de su garganta a casi al mismo tiempo que el intervenía los papeles, sujeto con fuerza sus brazos y los posicionó sobre su cabeza, la quemadura no fue grave apenas y dejaría marca pero eso no evitó que se sintiera morir, jamás debió lastimarla ...nunca, nunca. La miro, esa chica no era su lucy estaba seguro, no era su mujer.

Más que una Simple TraiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora