Capítulo 1

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Miro de nuevo el reloj. Lleva ya diez minutos de retraso, algo poco habitual en ella. ¿Le habrá pasado algo? Me pregunto mientras recorro la calle de arriba abajo. Miro a mi alrededor por si la viera por allí, pero después de diez minutos mirando, no la veo aparecer. ¿Y si ha tenido un accidente? ¿Y si la han secuestrado? Empiezo a ponerme nerviosa. 

La gente que pasa a mi alrededor, me mira como si estuviera loca, como si necesitara ayuda. Me paso la mano por el pelo con nerviosismo y saco el móvil. 

Nada.

Ni un solo mensaje diciéndome que se iba a retrasar. Decido sentarme en un banco, mientras intento tranquilizarme. Noto como las tablas de madera me queman las piernas al sentarme. Para estar a principios de abril, hacia un calor extremadamente abrasador. ¿Cómo estaremos en agosto? 

Miro a mi alrededor por si la veo y vuelvo a sacar el móvil. Empiezo a impacientarme. Marco su número y espero a que conteste.

-¡Aloha! Lo siento pero no puedo contestar ahora. Deja tu mensaje después de la señal, si no, no vuelvas a llamar.

-Gabi, estoy esperándote ¿dónde estás? Llevo esperándote más de diez minutos, ¿ha pasado algo? Llámame con lo que sea... Justo cuando iba a terminar la frase, sonó un ''pi" indicando que el mensaje de voz había finalizado.

Me guardé el móvil en el bolsillo del pantalón y resoplé mientras me cruzaba de brazos. ¿Cuánto tiempo iba a estar así? Empezaba a aburrirme de tanto esperar. Bajo la mirada y empiezo a seguir con los ojos el dibujo de rombos de la acera. Cada dos rombos hay un cuadrado. A medida que las baldosas se acercan al bordillo de la acera, veo cómo esos rombos y cuadrados que en mitad de la acera son perfectos, se convierten en triángulos semiregulares. Me sorprendo a mí misma mirando la acera, sin duda, no tengo nada mejor que hacer.

Cuando levanto la mirada, siento cómo alguien se para detrás de mí. Noto cómo se acerca más a mí, justo hasta donde el respaldo del banco nos separa. Aguanto la respiración cuando unas manos suben por mi pelo y se van acercando a mis ojos. ¿Quién está detrás? Me giro y ahí está. Con una gran sonrisa y su característico brillo en los ojos. Al ver mi cara de susto, Gabi empieza a reírse.

-¿De qué te ríes? Digo mirándola con una mezcla de sorpresa y enfado a la vez.

-Tenías que ver la cara que has puesto... Responde Gabi riéndose.

-A mí no me hace gracia. Llevo más de diez minutos esperándote y encima tienes el contestador en el móvil... Si ibas a llegar tarde, podrías habérmelo dicho. Digo cruzándome de brazos.

-¡No he llegado tarde! Estaba aquí cuando tú has llegado. Sólo quería darte un susto. La sonrisa de Gabi empieza a ponerme de los nervios.

-Pues menudo susto me has dado... Te lo podrías haber ahorrado, ¿sabes?

Aparto la mirada y noto cómo me mira con satisfacción. Sin duda su plan ha funcionado. Quería asustarme y lo ha conseguido. Pense que era un secuestrador o algo, pero jamás pensé que podría ser Gabi...

-Anda no te enfades... Dijo Gabi aún sonriendo.

-No me puedo enfadar contigo... Aunque casi me matas del susto. Dije sonriendo.

-Anda vámonos. Dijo Gabi apartándose el flequillo de la cara.

Me levanto del banco y Gabi engancha mi brazo con el suyo, cómo si fuéramos pareja. Siempre vamos así, desde el día en que nos conocimos.

Fue en cuarto curso. Estábamos en el patio del colegio. Era el primer día de clase. Me acuerdo que estaba con mi amigas jugando y de repente, una de ellas me empujó. Caí al suelo, mientras ella me miraba con cara de asco, Me dijo varias cosas desagradables, haciendo que las otras que estaban con ella, se rieran. Yo me quedé allí, tumbada en el suelo, mientras veía cómo se iban. ¿Por qué me habían echo esto? Pensaba mientras me entraban ganas de llorar. Fue entonces cuando Gabi pasó por mi lado. Se agachó y me preguntó que qué me había pasado. Entre lágrimas se lo conté. Ella me escuchó con atención y me limpiaba las lágrimas de vez en cuando. Cuando terminé de hablar, nos quedamos las dos en silencio. Me quedé mirándola. Sin duda era una niña muy guapa. Tenía la piel morena y el pelo largo, oscuro y ondulado. Tenía unos ojos entre verde y gris. Eran los ojos más bonitos que había visto. Tenían un brillo especial y hoy por hoy, aún lo siguen teniendo. Bajé la vista y fue entonces cuando me entraron ganas de llorar de nuevo, cuando Gabi me cojió del brazo y me dijo que desde entonces iba a ser mi mejor amiga, y aún lo sigue siendo. Desde entonces, todos los recreos jugábamos juntas ya que no íbamos a la misma clase. Encajamos como dos piezas de puzle y hoy en día, somos inseparables.

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