RETROCEDER

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CAP I:
El tiempo no solía ser generoso conmigo. Eso lo tenía bastante claro. Las chicas de mi dormitorio siempre decían que era la persona más organizada que conocían, y tal vez tenían razón. No obstante, las horas del día no me rendían lo suficiente.

—Es porque cargaste demasiadas asignaturas...

—No Ginny. Este año no llevé tantas. —Suspiré. —Bueno, quizá un par de asignaturas extras, nada más.

Si hubiese sobrepasado la carga académica, McGonagall me lo hubiese advertido al comenzar cuarto año, pero no lo hizo. Simplemente asintió y dijo que confiaba en mí.

No paraba de dar vueltas por la sala común. Estaba al borde del colapso nervioso. ¡Tenía todo encima! El torneo de los tres (cuatro) magos, las pruebas, tareas atrasadas, Viktor Krum, Ronald... ¡Vale! Quizá lo del torneo no fuese responsabilidad mía, pero no puedo evitar tener los nervios de punta cuando mi mejor amigo corre peligro.

Al principio, cuando nadie confiaba en él, me preocupaba más. Ahora, puedo relajarme un poco.

—¿Has visto mi agenda Ginny?

Sin la agenda que compré este año, no era nada.

—La guardaste en el baúl anoche.

—¿¡Cómo pude haberla guardado!?

—Al regresar de la biblioteca, dijiste que no querías saber nada de tus demás pendientes.

—¡Yo no pude haber dicho semejante cosa! —Exclamé revolviendo desesperada los objetos de mi baúl.

Ginny sonrió.

—Quizá tu memoria esté muy cansada para recordarlo.

—No. —Lo analicé un momento. —No, no lo dije. ¡Ginny, tú tienes mi agenda!

La pelirroja hizo un gesto dramático, como si estuviese terriblemente ofendida ante mi acusación.

—¡Para nada! —Contestó seria.

Hasta que la risa le venció.

—¡Vale! Yo la escondí.

—¡Ginny!

—Te la devolveré si prometes una cosa...

Lo que menos quería eran más promesas en las cuales pensar, por lo tanto, suspiré resignada. Cuando esta diablilla se propone algo, siempre lo consigue.

—Dime.

—Hablarás con los profesores y les pedirás prorroga para entregar tus deberes.

—¡Ni de chiste!

¿Yo? ¿Pidiendo una prorroga? Sería como admitir que no puedo con esto, que mi rendimiento académico ya no es igual.

—Entonces no te la daré.

Me di un ligero masaje en la frente con mi mano derecha. No tenía ganas de discutir.

—Hablaré con McGonagall, ella es la única que podrá orientarme para no excederme el año que viene. ¿Eso te parece?

—Es suficiente para mí. —Con un movimiento de varita hizo aparecer mi agenda la cual extendió a mi inmediatamente.

Prácticamente, arranqué el dichoso cuaderno de cuero rojo de sus manos y me fui directa a la biblioteca.

Caminé tan aceleradamente, esquivando a mis compañeros.

Algunos me saludaban, yo me sentía apenada por no corresponder, pero tenía prisa... ya me disculparía después. Otros, se molestaban porque chocaba accidentalmente con ellos... tampoco me detuve para disculparme.

Temporal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora