Puzzle

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Las primeras luces del día empezaron a colarse en la habitación de Sebastián, llegándole a su rostro un pequeño rayo, un rayo de esperanza, un rayo que demostraba que por muy malo que estuviera todo el sol saldría. Pero la verdad, es que Sebastián no sentía esa esperanza. Dos días habían pasado desde que la trágica muerte de su amigo había llegado a su vida, y cada instante se hacía más agobiante, el hecho de caminar por los pasillos de la universidad y escuchar los mil rumores que corrían entorno al fallecimiento de Joaquín, lo hacía sentir aún más miserable. ¿Qué acaso la gente solo nota que existes cuando mueres? Porque al parecer el tema de moda era especular sobre cómo murió su amigo.

Ya no aguantaba estar ahí, fingiendo que todo estaba bien, fingiendo que era fuerte, cuando en realidad lo único que quería era que las miradas de lastima se acabaran, poder retroceder el tiempo y darle un último abrazo a su amigo, decirle lo importante que era en su vida, y que no se imaginaba la vida sin él, pero nada de eso se podría.

Sebastián esa mañana se sintió como aquel día hace 6 años, donde despertó con un vacío en el corazón, ya que la noche anterior su abuela había partido hacia un mejor lugar. Su abuela, una sonrisa traviesa asoma cuando piensa en ella, aún puede recordar su olor, y esas largas conversaciones, como lo calmaba en sus brazos cuando su hermano murió, porque, aunque Sebastián demuestre ser fuerte, su vida a estado llena de perdidas, solo un año después del accidente en coche que acabó con la vida y sueños de su hermano, tuvo que despedirse de su abuela. Cierra sus ojos y ahí están los recuerdos para atormentarlo, como batallo con su abuela esa tarde para que permitiera que la llevaran al médico porque la fiebre parecía estar por el cielos, en como el la miro y le dijo que la vería al otro día y que estaría pronto de vuelta en casa, como ella beso su frente y lo miro, y ahí vuelve aparecer la imagen de Joaquín, fue al primero a quien llamo, quien lo calmó y como horas más tarde apareció frente a su casa para pasar la noche con él, luego de que se le informara el fallecimiento de su abuela. Escherichia coli, un nombre impronunciable pero que Sebastián recuerda todos los días, porque fue esa bacteria la que contamino la sangre de su Bertita, de la mujer que le enseño todo de la vida, de la mujer más bondadosa que conocía, y de la que hoy con 18 años, tiene más claro que en reiteradas ocasiones la ha defraudado. Y sin que se diera cuenta un perdón

salía de sus labios y poco a poco el llanto se fue apoderando de él. Perdón por no cumplir con sus palabras, perdón por no ser lo que sus padres esperaban, perdón por ser él. Y es que este era su gran problema, cada vez que se miraba al espejo, no podía hallarse, no sabía quién era realmente, si el adolescente que sus padres habían moldeado y que se mostraba al mundo, o el que solo salía con Agustín y Joaquín, Joaquín, ahí está de nuevo, su recuerdo, ¿Cómo afrontar su perdida si él era su pilar fundamental? Con todos sus demonios atormentándolo se encontraba cuando su celular vibro en el velador. Al ver el visor y el nombre que aparecia ahí, trato de calmarse, porque no se trataba nada más y nada menos que de Verónica, la madre de Joaquín.

- ¿Hola? - contestó disimulando el nerviosismo que le generaba hablar con ella.

- ¡Seba! Soy la mamá del Joaco ¿Cómo estás? - Sebastián reconoció de inmediato una voz gastada, probablemente por el llanto.

- ¡Bien, Bien! ¿Y usted? – Trato de sonar animado, pero se percató al instante que era evidente que estaba fingiendo.

- Acá, tratando de estar bien – contestó la mujer al otro lado del teléfono – Lo llamada para contarle que hoy nos entregan los resultados de la autopsia y ... - Guardo silencio, mientras se le cortaba la voz al final de la oración – Nos encantaría que nos acompañaras, sabemos lo mucho que amas a nuestro hijo y creemos que lo correcto es que estés con nosotros en ese momento –

Punto CeroWhere stories live. Discover now