Demons

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Esa noche Sebastián apenas pudo dormir, ansioso porque el sol saliera para contarle a Trinidad y Agustín lo que había descubierto. Esa mañana, se vistió rápidamente y corrió a la universidad a buscar a sus amigos. Al llegar los encontró sentados en la sala conversando tranquilamente.

- Chicos que bueno que los veo juntos – les gritó Sebastián desde la puerta, ellos se dieron vuelta a mirar, y al ver su cara de preocupación sintieron un pequeño escalofrío.

- ¿Ocurrió algo? – preguntó Trinidad expectante

- ¿Podemos ir a la cafetería? Necesito mostrarles algo – les pidió Sebastián en tono de súplica.

Una vez allí, sacó su computadora y les mostró el juego "Shadow of Colossus".

- ¿Es enserio? ¡Tanto misterio para mostrarnos tu nueva obsesión! – dijo Trinidad molesta, por el escándalo que había montado Sebastián solo para mostrar un tonto juego.

- Joaquín dejó una carta, que a simple vista no parecía tener nada coherente, era muy metafórica y no se entendía prácticamente nada, pero esta hacía alusión a este juego, así que fui a su casa y lo encontré, estaba aún en su Play, pero lo más terrible es que al final del juego apareció un mensaje, en el que decía "Siempre uno va a morir tú o ella, tú decides" – Sebastián tomó aire por un segundo – Creo que, aunque suene loco, hace alusión a él y a su novia.

- ¡Eso puede significar que no se suicidó! – exclamó Trinidad casi sin poder creer todo lo que estaba ocurriendo, era como si le cambiaran las reglas del juego.

- Y no solo eso – continuó Sebastián – si esto es real su novia está en peligro, tenemos que encontrarla, ella debe saber de esto.

Esa tarde los tres amigos, revisaron nuevamente las redes sociales de Joaquín, en búsqueda de alguna pista, de algo que les dijera quien era la muchacha a la que su amigo había protegido hasta su muerte. Sin embargo, la búsqueda no dio frutos y seguían en punto cero. Cada uno se fue a dormir pensando en que estaba ocurriendo y más de algún oscuro pensamiento se coló por sus mentes, poco a poco se entregaron a los brazos de Morfeo hasta caer en el más profundos de los sueños.

Trinidad despertó esa mañana con el mismo animo de siempre, o mejor dicho con el mismo desanimo de todas las mañanas. Era una joven sociable y parlanchina, hablaba tanto que a veces le jugaba una mala pasada, solía contarle a la gente su vida, por lo cual todos creían conocerla, lo que ellos no sabian que solo conocián el 10% de lo que ella era. Desde pequeña le gusto guardar secretos, pero sabía que para eso la gente debía confiar en ella, así que para lograr eso les contaba algo que parecía privado, pero que realmente era lo que todos conocían. Como todos los días tomó la ruta de siempre a su sala, pasó antes por un café y luego se dirigió al baño, corroboraba siempre su apariencia, aunque cada que vez que se miraba no veía más que defectos, su inseguridad la llevaba a buscar la aprobación del resto, y aunque solía estar rodeada de gente el sentimiento de soledad no desaparecía. Las personas no lo notaban porque era experta en ocultarlo, pero cada cierto tiempo lloraba en las noches, por no ser la persona que todos creían, o aquella que quería ser. Estaba absorta en sus pensamientos, luchando contra sus demonios cuando escuchó un sollozo, el cual llamó su atención. Se miró al espejo y arregló su maquillaje que se había corrido tras una lagrima solitaria que se le había escapado y se acercó sigilosamente a la puerta que escondía a la persona del llanto. Tocó la puerta y espero una respuesta. La muchacha de cabellera oscura se caracterizaba por querer saber todo, así que le causó curiosidad saber quién era y por qué lloraba.

- Hola ¿Estás bien? – Habló Trinidad con tono apacible

- Sí sí sí, no te preocupes – Trinidad reconoció esa voz, era de su compañera.

Punto CeroWhere stories live. Discover now