Veinticuatro.

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Tenía miedo.

Mi respiración se hacía cada vez más pesada y la desesperación por no poder hacer nada aumentaba con cada tacto de aquellos hombres, cuyos rostros no podía verlos.

Sentía con profundidad y delicadeza como lágrimas recorrían mis pómulos.

Sus dedos se enterraron en mi cintura, otras manos apretaron con fuerza mi trasero y mis senos, no podía respirar, no podía gritar, esto no podía estar pasando.

—Suéltenme— Dije con dificultad.

—Solo disfruta— Dijo entre risas otro hombre.

Risas que nunca podría olvidar, risas que darían vueltas en mi cabeza recordándome éste día de mierda.

Me sentí indefensa, como una niñita pérdida que solo queria encontrar su mamá.

No veía bien, todo se me estaba nublando, mi respiración comenzó a agitarse, después de tanto toqueteo sentí como hacían el intento de romperme la polera y desabrocharme el pantalón.

—Sueltenla conchetumare— Gritó.

Esa voz, aquella voz que a pesar de que podía haberle dicho lo peor, estaría para escucharme cuando estuviera sola.

¿Tení Cigarros Sueltos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora